Después del debate que surgió sobre si el 2020 era el inicio o el fin de una década, este año pasará a la historia por representar un cambio radical en la vida de toda la humanidad. Ante la inminente modificación de costumbres, rutinas e ideas de la sociedad actual, la educación ha tenido que transformarse también, aunque no es la primera vez que sucede.
El proceso educativo responde a las necesidades y características de la época, por lo que ha sido definida desde la transmisión de saberes de un adulto a un joven hasta complejos procesos de enseñanza y de aprendizaje que conllevan la construcción de conocimientos, así como la modificación de los propios esquemas mentales.
Sin embargo, las transformaciones que ha sufrido la educación a lo largo del tiempo no sólo se refieren a la concepción sobre ella, sino también a la forma en que debe darse este proceso educativo, ya que cuando recién se conformaron los primeros Estados burgueses a finales del siglo XIX, a consecuencia de la evolución de las sociedades y el aumento de la población, se le asignó la tarea de llevarlo a cabo a las órdenes religiosas.
Posteriormente, con la Revolución Industrial surgieron las escuelas como instituciones adecuadas para permitir los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Pasaron muchos años antes de que surgiera un nuevo momento histórico que modificara esta dinámica: la Segunda Guerra Mundial, la cual manifestó la importancia de la educación, al reconocer que gracias a ella se da la construcción de conocimientos científicos y tecnológicos que permiten el desarrollo de las naciones, las cuales dejaron atrás las armas para luchar de otra manera por la supremacía de su país.
Posteriormente la aparición de internet generó un cambio en la forma de aprender y enseñar, ya que todos los conocimientos que se habían construido a lo largo de los años de repente estuvieron acumulados en un solo sitio, por lo que aprendimos que cualquier dato que necesitáramos se encontraba a un click de distancia.
Ahora, el mundo globalizado en que vivimos colocó al centro de sus intereses al ámbito económico, por lo que la educación debe encargarse de la construcción de conocimientos a partir de la enorme cantidad de información que está disponible para la población.
Ante las necesidades actuales, el desarrollo de las competencias de los estudiantes se ha constituido como el propósito de la educación, porque hacen referencia a un conjunto de saberes, habilidades, destrezas, actitudes y valores que permiten la formación integral de las personas, quienes podrán ser capaces de actuar ante las situaciones que se les presenten.
Sin embargo, la educación por competencias no ha dejado de modificarse en esta década, ya que desde hace algunos años se ha venido gestando una nueva transformación: establecer el vínculo con las nuevas tecnologías. Cada vez se hace más notorio la aparición de múltiples herramientas, aplicaciones y plataformas digitales que están exigiendo un lugar en el ámbito educativo al mostrar todas las oportunidades que ofrecen para favorecer el aprendizaje de los estudiantes y aligerar la carga del docente.
Y es la pandemia provocada por el SARS – CoV – 2 lo que ha constituido el momento histórico para marcar una diferencia en la forma de llevar a cabo los procesos de enseñanza y de aprendizaje a partir de ahora, al resaltar la inminente necesidad de transitar hacia un aprendizaje híbrido donde se combine el trabajo de forma presencial con el uso de las nuevas herramientas digitales.
Así como hemos aprendido a transformar otras áreas de nuestra vida, es momento de hacerlo con la educación, de revisar nuestras opciones y aprovecharlas de la manera que nos resulte más conveniente.
Gracias a la vinculación con la tecnología hoy puedo compartir mis ideas en este sitio, que cumple una década desde su primera aparición. Pálido punto de luz no es sólo una revista con información relevante sobre temas que interesan al magisterio y al público en general, sino que representa ese espacio donde podemos expresar nuestros pensamientos, compartir opiniones, miedos, incertidumbres, sueños e incluso dejar salir nuestro lado poético.
Cuando el pasado noviembre pronuncié un discurso de despedida en la clausura de la Maestría en Educación Básica en la Universidad Pedagógica Nacional nunca pensé que meses después lo vería publicado en esta revista.
Contemplar mi escrito ahí, junto a muchos otros profesionistas que toman la pluma, o en estos tiempos la computadora, para verter sus pensamientos, no sólo fue un honor para mí, sino que me impulsó a continuar haciéndolo, a investigar incluso para poder opinar sobre los temas que se incluirían en la publicación.
Este proyecto cumple una década gracias a la dedicación y esfuerzo de sus fundadores, creo que hablo por muchos de los lectores al decir que les agradecemos infinitamente crear este espacio, así como ser una inspiración para nosotros, por ayudarnos a recordar que no estamos solos en este pálido punto de luz.