La Maestría en Educación Ambiental de la Universidad Pedagógica Nacional, en México, ha alcanzado un logro difícil de conseguir. Me refiero a establecer un ambiente de diálogo abierto, donde se estimula espontáneamente el análisis de los temas del quehacer docente, de la educación ambiental, especialmente aquellos considerados espinosos o controversiales. Ese ámbito feraz nos ayuda a crecer en todos los planos y a encontrar el camino más indicado para alcanzar las metas transformadoras de la educación. Esto que parece tan bueno y removedor, por alguna razón parece incomodar al sistema, que prefiere homogenizar la formación docente. Hernán Luis Sorhuet Gelós (2009) Periodista Ambiental uruguayo

                                                               

A César Labastida Esqueda lo contrataron temporalmente en la Revista Educativa Pálido punto de luz. No es un ingreso significativo, pero más allá del salario como docente, castigado desde hace décadas, representa una “entradita” adicional. El profesor Labastida está encargado de revisar la redacción y estilo de los colaboradores, y de corregir las barbaridades y horrores que escriben y editan los directores de la publicación.

 Ya en la revisión que realizaba César Labastida sobre los textos de la sección Tema del mes descubrió que la edición se estaba dedicando al aniversario de un programa académico centrado en educación ambiental. Observó que se trataba de un programa de posgrado en una universidad pública que tuvo su origen hace treinta años, cuyo propósito se enfocaba a cubrir dos necesidades en la última década del siglo XX: la formación de docentes en materia ambiental y la profesionalización de la incipiente educación ambiental de aquel 1992.

César comenzó por reenviar a un diseñador las fotos que los directores de la revista

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