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Jueves, Noviembre 07, 2024

Las nubes comenzaron a descolgarse de las montañas y en el sitio de la abuela los pollitos carrereaban detrás de la escandalosa gallina. Ramón, el nieto más pequeño de la casa, era el encargado de esparcir el maíz en el corral con un palo en la mano para espantar al bravo guajolote. 

Después de la pelea con esa malhumorada ave, su diaria rutina: tomar la vieja cubeta, salir corriendo sujetando con su manita el enorme pantalón y llegar a la casa de doña Chepa, una señora que le entregaba los desperdicios de comida para los tres marranos que perfumaban casi toda la manzana con su terrible olor.

Regresar con los pantalones casi a las rodillas y embrocar el achigual a los hambrientos y escandalosos cerdos. Desayunar unas sopas de café con tortillas y de lujo cuando tocaba galletas de animalitos, podía jugar un rato. Después de sus labores obligadas, intentaría hacer la tarea, pero no tenía lápiz, mucho menos idea de las operaciones matemáticas. Meter en una bolsita de plástico sus útiles: un raquítico cuaderno lleno de taches, ceros y de rayones del abominable maestro.

Llegar tarde siempre a la escuela significaba el castigo de todos los días: los reglazos en las palmas de las manos o hincarse en el tapete de las corcholatas; pero era preferible a los gritos y humillaciones del profe, o pasar al frente de todos y ser la burla como ejemplo del burro del salón, luego sentarse hasta atrás por ser el más atrasado y, el colmo, sin recreo y limpiar los baños por no llevar la tarea. El mandadero de la escuela, sin derecho a las excursiones, por las pésimas calificaciones y sin regalo del día del niño por su repetida conducta.

Imposible hacer sus afanes escolares por la tarde, ya que al regresar, apenas terminaba su comida, un caldo de repollo con sabor a tuétano casi todos los días; comenzaba la labor de su vida fuera de la odiosa escuela: transportar, sin montar, en una pequeña bicicleta encopetada con un anafre, carbón, tortillas, salsas, cilantro, cebolla, huevos duros y carne hervida de cerdo para picar toda la tarde.

Encender el fuego, poner a hervir el agua, descascarar los huevos, llevar la basura y esperar al tío, el encargado de hacer los tacos para vender. Aguantaría las enormes ganas de comer al menos un delicioso taco al vapor. Lavaría los trastes, limpiaría las mesas y haría los mandados propios del negocio.

Casi al final, sufrir los dolores de su podrida dentadura y regresar a media noche, casi sonámbulo ya sin nada de hambre. De cama: dos sillas y de colchón una salea de borrego curtido de tantos orines por el frío. Cerrar los ojos y soñar con Cielo, la niña más aplicada del salón, la de los lunares como galaxias en la espalda, verla casi flotando con la bandera tricolor entre su manitas y su falda plisada, eso, eso era lo mejor, soñar, soñar con Cielo, Cielo, Cielo...

 

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Templo de mi infancia,

con sus playas asomadas

en las puertas y ventanas

y ¡ese mar!, que es para mí

todos los mares del mundo,

que me convirtió en un gran pez

y al mismo tiempo, fui un papagayo.

Esa tierra siempre me espera,

a ella viaja esta alma, tan solo

por un cálido abrazo de sal y arena.

 

En cuanto llego,

mis ojos buscan ansiosos

lo ya visto, lo vivido, y lo nuevo.

El corazón se alegra con

remembranzas y la brisa

aligera la nostalgia.

Las plantas de mis pies

con raíces de Guerrero,

avanzan por sus litorales

hasta besar al seductor

espectáculo de sus atardeceres

(tiempo suspendido en el tiempo,

cargado de mis más

profundos secretos)

Pero ¿cuántas veces

me solté de la mano del ocaso

para reconocerme en

las radiaciones estelares,

de la luna y otras luces azules?

 

El próximo mes

iré de regreso,

para recodificar mi ser

con su tibia lluvia,

y ser ola y ser océano,

para que el viento

sacuda mis brazos de palmera.

Que me broten flores

y con ellas semillas

y frutos de exóticos sabores.

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Ellos ya no hablan, no se les escucha decir alguna palabra que resuene alto.

Ya no hablan de lo que sus ojos ven, porque están nublados por una desesperanza.

Ya no hablan de lo que sus oídos oyen, porque solo escuchan falsedades y la verdad fue silenciada.

No  hablan de lo que su gusto experimenta porque ya la comida es escasa.

No hablan de lo que tocan porque sienten que ya nada les pertenece.

No hablan de lo que piensan porque todas sus ideas y creencias son el resultado de una manipulación.

 

Entonces me pregunto ¿quién hablará por ellos?

 

¿Quién les dirá que todo lo que sus ojos ven y aprecian es suyo y deben cuidarlo?

¿Quién les dirá que aquel viento que se escucha soplar, a los pájaros que se escuchan entre los árboles, el sonido del agua recorriendo las veredas, es parte de ellos?

¿Quién les dirá que aquello que siembran y cosechan es tan sagrado como la tierra que sus manos recias tocan?

¿Quién se atrevería a decirles que aquellas ideas y creencias tienen una gran verdad guardada?

¿Quién?

 

Esta reflexión es para todas y todos aquellos que han sido silenciados por exigir un mundo mejor, y hoy ya no se escuchan.

Pero también por los que luchan por una educación que transforma poco a poco  a las sociedades.

Y por todos aquellos que hacen pequeños y grandes actos en pro de la paz y el entendimiento.  

Por todos aquellos que van repartiendo granos de esperanza a donde van.

 

Ojalá que aquellos que estamos dedicando parte de nuestra vida a la educación entendamos que tenemos grandes herramientas para aportar y construir aquello que no nos permite crecer individualmente y socialmente.

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Cuando la suerte qu' es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.

Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!

 

 

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Puede que a ti te guste o puede que no
pero el caso es que tenemos mucho en común.
Bajo un mismo cielo, más o menos azul,
compartimos el aire
y adoramos al sol.

Los dos tenemos el mismo miedo a morir,
idéntica fragilidad,
un corazón,
dos ojos y un sexo similar
y los mismos deseos de amar
y de que alguien nos ame a su vez.

Puede que a ti te guste o puede que no
pero por suerte somos distintos también.
Yo tengo una esposa, tú tienes un harén,
tú cultivas el valle
yo navego la mar.

Tú reniegas en swajili y yo en catalán...
Yo blanco y tú como el betún
y, fíjate,
no sé si me gusta más de ti
lo que te diferencia de mí
o lo que tenemos en común.

Te guste o no
me caes bien por ambas cosas.
Lo común me reconforta,
lo distinto me estimula.

Los dos tenemos el mismo miedo a morir,
idéntica fragilidad,
un corazón,
dos ojos y un sexo similar
y los mismos deseos de amar
y de que alguien nos ame a su vez.

Te guste o no.

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«tu rostro salió en los periódicos, en primera plana, “Bukowski ha muerto”,

los periodistas entendieron muy mal casi todo, jugaron con clichés

y frases de cajón, enfatizando el lado populista

de tu persona, que eras un vago borracho

dijeron que eras una mosca de bar, que surgiste

de la miseria, jugaron con la imagen

que interpretaste, uno, tal vez dos de ellos captaron

la verdad simple de ciertos poemas»

Neeli Cherkovski, de Elegía para el poeta

Este poema del biógrafo de Charles Bukowski, el también poeta Neeli Chekovski, sintetiza de alguna manera el estigma que ha acompañado a Charles Bukowski desde que comenzó a ser famoso después de casi medio siglo de anonimato: priorizar la leyenda del “viejo indecente”, poeta maldito, borracho empedernido y misógino salvaje antes de conocer mínimamente su obra como narrador, novelista y poeta.

Ahora que se celebra el primer centenario de su nacimiento, vale la pena recordar que fue hasta 1969, tenía casi cincuenta años, cuando pudo dejar su burocrático trabajo en una oficina de correos para dedicarse totalmente a la literatura gracias a que el editor John Martin de Black Sparrow Pressle prometiera una remuneración de cien dólares mensuales de por vida, con tal de que se pusiera a escribir.

El mismo Bukowski cuenta así la disyuntiva que le significó ese hecho: “tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre”.

Obviamente, lejos de fenecer de inanición, llegó a convertirse en vida en un exitoso autor que vivió holgadamente hasta el día de su muerte a los 73 años, el 9 de marzo de 1994, justo un día después del Día de la Mujer, como si con su muerte quisiera darles un regalo a las feministas que lo consideraban un misógino, pero sólo a partir de una lectura superficial y poco justa, sobre todo si se advierte la delicadeza romántica con la que se refiere a la mujer amada particularmente en su poesía.

El eterno dilema entre vida y obra en el caso de Bukowski fue un acto de congruencia, pues siempre desdeñó toda impostura intelectual para vivir cínicamente tal y como describe a su alter ego, Hank, en varios de sus relatos. Pero en algún momento de su creciente fama seguramente disfrutó de manera premeditada seguir alimentando a su personaje borracho blasfemo y políticamente incorrecto.

En abril de 2010 fui compilador del libro Charles Bukowski revisited, de Juchitán a Los Angeles, en donde se reunieron una docena de autores quienes reflexionan en torno a la vida y obra de Bukowski, de una manera desprejuiciada pero no complaciente.

Por ejemplo, el escritor Guillermo Fadanelli, a quien se ha considerado un precursor bukowskiano por sus temáticas altamente decadentes escribió para dicha publicación, ya agotada, que “el encanto de Bukowski no está en la creación de grandes personajes o seres literarios que atomicen los temores de franjas más vastas. Sino en la sombra personal del autor que se extiende en sus textos.

Tal vez Bukowski haya sido un innovador, aunque fuera por la traslación de su persona a su literatura. El problema es que demasiada gente desea prolongar este estilo de espejo de la miseria como el original y el único modo “genuino” de hacer una literatura rebelde…”

En ese mismo libro, el también escritor tijuanense Heriberto Yépez considera que “Bukowski corre el riesgo de que su significación se estanque en lo meramente anecdótico o cutáneo como le ocurrió a Cervantes, incluso a Borges. Leerlo desde su mundo aparente, no buscar sus adentros. Cada vez que leo algo sobre ese autor, me pregunto, ¿qué no se han dado cuenta que ese Bukowski es la caricatura de Bukowski y nada más”.

Y otro escritor cuya estética literaria se acerca a la cosmogonía bukowskiana es Juan Manuel Servín, quien escribió en aquel volumen:

“Bukowski fue un hijo de Satanás. Pocos escritores han personificado mejor en vida y obra al antihéroe de la ordinaria locura urbana. Ya en la vejez terminó su compromiso con la transgresión y se dejó querer por la celebridad ganada con una obra de violenta belleza, evocativa de la soledad, el asco y el horror del inadaptado”.

Por mi parte, contrario a cualquier prejuicio academicista, siempre me he identificado tanto con el impulso vital, incorrecto, apasionado y humanista de la obra de Bukowski, como también con la esencia de la filosofía de vida del personaje. Quizá por eso, cuando el poeta Neeli Cherkovski, autor de la biografía Hank vino a México en el 2005 nos hicimos muy amigos y conversamos largamente de su amigo Chinaski, con quien se distanció al final de su vida, pues Neeli dejó de beber y además se asumió como homosexual.

Hay que celebrar este primer centenario del nacimiento de Charles Bukowski releyendo su prolífica obra y obviamente tomando unas cervezas en su honor.

Publicado en El Sol de México, 17 08  2020

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Sacapuntas

Rafael Fernández de Castro

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Sentido Común

Hernán Sorhuet Gelós

Deserciones

Sala de maestros

Sub Comandante Marcos
José de Jesús González Almaguer y Norma Olivia Matus Hernández

Tarea

Joan Manuel Serrat
Enrique Santos Discépolo
Emilio Gómez Ozuna
Melody A. Guillén
“pálido.deluz”, año 10, número 120, "Educación en la segunda década del siglo XXI", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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