Según INJUVE (2019) en la Ciudad de México el 24% de los jóvenes estudia en la universidad.
Llaman “La generación de cristal” a un grupo de jóvenes que tienen entre 19 y 25 años; son inseguros, con fragilidad emocional, pertenecen a un estatus económico superior y son víctimas de la era digital. Al parecer, ellos se quejan por todo, nada les parece aceptable y todo les lastima. Los demás suelen mencionar a esta generación de manera despectiva. Excelsior (2019).
Sin embargo, yo creo que va más lejos que eso. A esta generación no la distingue una clase social; antepone a todo su bienestar físico y psicológico; no se calla; no deja a un lado ni hace menos un hecho que realmente les parece indignante, violento, en general, que va en contra de su bienestar. Hablan sobre lo que realmente les lastima o molesta, sin miedo a las represalias.
A todo esto, la reflexión que abriré va en torno a las características que marcan una diferencia entre quienes consideran ser parte de esta generación y los que no. Más específicamente relacionado a las cuestiones emocionales, y de cómo, sin afán de generalizar, es posible lograr su transformación a través de procesos de aprendizaje.
Para comenzar, cuando la educación que nos brindan en el hogar nos dice que los problemas se tienen que quedar en casa, que nadie de afuera debe de enterarse de los problemas que vives diariamente, guardándonos todo lo que nos aqueja porque en nuestro hogar nos dijeron lo qué es correcto o incorrecto que sepan los demás, algo anda mal. Conforme al (INJUVE, 2018) “…el 23% dice no tener una buena comunicación con sus padres”. Si crecemos callados −restringidos incluso para tener una conversación de intereses personales con nuestros propios padres− no podremos expresar con otras personas que pertenecen a diferentes círculos sociales, nuestras emociones, lo que pensamos y vivimos día a día...
No obstante ser diferentes, nos ayudaría hablar con otras personas de esa violencia que aprendimos en nuestro hogar y que era “normal” vivir. Más aún, conociendo que “6 de cada 10 mexicanas están en peligro de sufrir violencia doméstica, porcentaje que ha ido aumentando a lo largo de los años.” IISUE (2020) P.179. Porque el qué dirán que hace que guardes silencio al sentirte mal y débil no te hace menos. Te hace igual que los demás.
Ahora bien, trabajar con esta carga emocional se vuelve aún más importante y difícil con los estereotipos de una vida perfecta que nos bombardean. Nos hostigan en la televisión, en la calle y hasta en la pantalla que tenemos en nuestra propia mano. Parece adictivo. No podemos escapar de ellos. Cómo te hace infeliz ver que alguien tiene lo que tú no tienes y quisieras tener. Es un ciclo del que todos participamos, que alimentamos y fomentamos cada vez más. No obstante, alejarnos de ello y hacer visibles con los demás nuestros propios problemas −aunado a dejar de pensar que con alguna característica en específico seremos más felices− nos volverá iguales. Los conflictos también nos generan un dolor, que son parte de una realidad que no discrimina, porque cuando ésta es aplicada en ti, duele por igual.
Por esta razón considero importante fomentar un pensamiento crítico, cuestionar y no dar por hecho una verdad absoluta con la que creciste o que leíste por ahí; creo que ello es tan sustancial, como darte la oportunidad de aceptar haberte equivocado en un pensamiento y entonces cambiarlo.
Asimismo, trabajar en el aula estas problemáticas es fundamental, pues existirán diversas formas en las que se manifestarán y pueden ser visibles para un docente si sabe identificarlas, ya que “para los niños y las niñas que sufren de violencia en sus hogares, las escuelas no sólo son espacios para el aprendizaje, sino áreas de protección, contención y ternura” IISUE (2020) P.43. Hablar de una realidad que se vive en el contexto del estudiante, también es generar un aprendizaje significativo.
De ahí que el proceso de enseñanza y aprendizaje es una tarea que no atañe únicamente al docente, sino también a los padres y madres de familia, que deben de responsabilizarse por el rol que requieren cumplir con sus hijos o hijas. Hasta cierto punto, “estas dificultades llegan a superarse si los padres cuentan con un nivel educativo superior o si existen condiciones en el hogar que favorezcan el dialogo con los menores (…)” IISUE (2020) P.44. De esta forma, lograr un aprendizaje significativo ayudará a que un individuo pueda establecerse en todos los círculos sociales en los que se desenvuelve. Aceptar que aprendemos de otros, dentro y fuera del aula, nos enseñará que también es válido debatir, repensar y aceptar nuestros errores. Todo ello nos ayudará en este proceso.
Considero que esta generación, y las que vienen, tienen una visión diferente de los acontecimientos. No es que antes no nos lastimara que nuestros padres o madres nos golpearan o que el acoso escolar pasaba desapercibido, sino que lo normalízanos a tal punto en el que creímos que estaba bien aceptarlo, que era algo que tenía que pasarnos para aprender y hacernos más fuertes.
El cambio comienza desde que nosotros mismos observamos que las injusticias que vivimos día a día también las viven una cantidad significativa de personas. De ahí, se vuelve indispensable comenzar a alzar la voz para alcanzar una aglutinación alrededor de un interés mutuo, tanto para desarrollarse o desenvolverse en un círculo social, como para la formación de identidad personal.
También considero que todas las luchas y revoluciones están unidas, ninguna está peleada con otra, puesto que un bien común se refleja en no dejar a nadie atrás, que todos tengamos las mismas oportunidades luchando cada uno desde su trinchera: la crisis ambiental, la desigualdad de género, la gordo fobia, el racismo, la pedofilia, entre otras.
Así pues, burlarse de cualquiera de estas consignas podría desgastar los movimientos sociales, dejando de un lado la gran importancia que tiene para quien es parte de alguna discriminación. Tal vez el desaprender y reaprender es más difícil de cómo te lo dicen, pero amar tu bienestar, tu proceso de crecimiento, te hará querer incitar a otros a hacerlo también.
Enseñar lo que sabes, respetar el pensamiento del otro. Formar ciudadanía es desarrollar una conciencia social que me dice “cuídate tú y así cuidas a los demás; desarrollar una actitud de cooperación y respeto a los demás”” IISUE (2020) P. 171. Alcanzar un bienestar común también nos habla de una empatía.
Referencias
IISUE (2020), Educación y pandemia. Una visión académica, México UNAM.
Excelsior (2019) ¿Generación de cristal?, México.
INJUVE (2018) Encuesta de tendencias juveniles. Ciudad de México. SEP