Buen viaje a las estrellas, Irma Esther Alonso Natharén, Mayito
Dos de mis grandes amigos, de quienes siempre he recibido afecto, cultura y grandes momentos acompañados por una buena charla y risas sinceras, me invitaron a uno más de sus proyectos en septiembre de 2010. Justo el año del bicentenario de la Independencia nacional.
Acepté con gusto, pues se trataba de participar en un proyecto cultural: la circulación de una revista en línea de corte educativo. Así es, pero esa etiqueta le queda corta a Pálido Punto de Luz, pues por ella hemos escrito muchos acerca de educación, pero también de cine, música, literatura, política, ciencia, ambientalismo, historia. El haz de luz que ha brillado a través de sus páginas ha sido intenso, pero no cegador; serio, abierto, polémico. En varias ocasiones, un mismo tema ha sido abordado bajo diferentes perspectivas críticas, incluso discrepantes, pues ésa es la manera de trascender; los microsentidos, las miradas y los ojos diferentes que vemos un universo a partir de diferentes ángulos e ideologías. He tenido esa suerte, pues he compartido espacio con gente comprometida, culta, diferente. Así pues, de entrada, quiero agradecer a Rafael Tonatiuh Ramírez y a Armando Meixueiro por darme la plataforma para compartir mi pensamiento con total libertad.
Contamos la historia de cinco en cinco, de diez en diez, de cien en cien o de mil en mil. Diez años trascendentes en el devenir mundial y nacional. En esos diez años han ocurrido eventos afortunados y hechos ominosos. Han aparecido figuras nefastas como Donald Trump o Bolsonaro. Movimientos ciudadanos nacionales por la defensa del voto en 2012 y 2018. El movimiento juvenil Yo soy 132 contra Enrique Peña Nieto quien no era sino el rechazo de la juventud a un sistema arcaico y decadente que se pudría desde el interior y cuyas pústulas empezaban a apestar.
En 2014 se dio una insurgencia civil muy importante que encabezó el normalismo, contra el régimen de Peña Nieto, ante los terribles hechos de la noche de Iguala en la que la fuerza pública desapareció a 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa. Dicha insurgencia fue apoyada por decenas de escuelas y universidades del país, públicas y privadas.
Dentro de la rabia y el justo reclamo de miles de jóvenes, maestros y ciudadanos de toda índole que asaltaron y recuperaron el espacio público, las calles y las plazas de diferentes lugares del país y, muy destacadamente de la capital de la república -las marchas que se dieron posteriormente al delito de desaparición forzada por elementos del estado-, había una especie de esperanza fundada, igual que con las marchas de Yo Soy 132 y por la defensa del voto, por cambiar el rumbo del país. Parecía que estábamos en el umbral de una nueva época que sepultaría, para siempre, los excesos, la violencia y la impunidad de los últimos regímenes que se llenaron las bolsas, pisotearon la conciencia del pueblo y se enriquecieron a costa del trabajo y la miseria de muchos mexicanos.
Llegó 2018 y más de treinta millones de ciudadanos nos volcamos en las urnas para cristalizar, en los hechos, lo que se había impedido en 2006 y 2012. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador era el triunfo de la terquedad y el proyecto de un político y de una ciudadanía que quería respirar otros aires. Lo que ha ocurrido después, de 2018 hasta estas fechas, es algo que a muchos de esos votantes no ha dejado satisfechos, porque algunos de los personajes y posiciones que se intentaba sacar definitivamente, permanecen con su cuota de poder, sus particulares intereses y su sucia historia. No obstante, se avanzó, por el simple hecho de remover las inercias, porque se detuvo el ataque sistemático y vulgar contra los maestros y los normalistas, porque, aun con deficiencias, es mejor que la porquería de gobiernos antecedentes. Ahora es tiempo de exigirle al nuevo régimen que actúe y corresponda con la voluntad de los treinta millones de votantes que lo llevaron a la presidencia. No será fácil, hay muchos intereses e inercias aún. No hemos sacado toda la mugre que estaba antes de barrer la casa, pero lo seguiremos intentando, con el proyecto que seamos capaces de articular, con la misma vocación democrática que nos trajo a esta instancia, con la misma esperanza de cambio, hasta que lo encontremos, con más terquedad incluso que antes. Lo que venga en estos próximos años será decisivo para determinar el rumbo de la nación. Estaremos atentos y dispuestos a consolidar o a reclamar y detener, si es necesario, las iniciativas que se emprendan.
Aunque para muchos, son una cortina de humo, el juicio que están llevando algunos políticos de renombre del régimen anterior, son una muestra de cambio. Eso es una ganancia. Solo esperamos que caigan los que deban caer, hasta los expresidentes, si es posible. Es un reclamo de miles de mexicanos.
No soy profeta, ni aguafiestas. No creo más que en la gente, los ciudadanos, los maestros, los miles de hombres y mujeres mexicanos que anhelamos otra forma de vivir en paz, con apego a derecho y a las garantías individuales y los derechos sociales.
Con el régimen anterior, los maestros y los normalistas sufrimos afrentas terribles que muchos combatimos por distintos medios. A Pálido Punto de Luz, a sus directores, debo agradecerles que siempre me dieran el espacio para defender los derechos laborales de los maestros, ante la imposición de la vergonzosa reforma educativa de 2012, surgida de un pacto entre el PRI el PAN y el PRD, que vulneraba la estabilidad en el trabajo de los profesores, y cuya génesis pedagógica estaba supeditada a la matriz laboral que veía, que ve, en la escuela un espacio para reproducir y fortalecer un sistema y unos dividendos que no quieren perder, si no, por el contrario, incrementar. Los maestros resistimos, ganamos las calles y exhibimos la miseria intelectual y moral del gobierno en turno.
El mundo siguió girando, diez años de vaivenes, sacudidas políticas y telúricas algunas muy lamentables como las ocurridas en México; años de influenza con pérdidas humanas.
Nada, no obstante, como lo que estamos viviendo en este 2020 con el Covid 19. El mundo cambió radicalmente ante la pandemia. El número de infectados y muertos es algo que ni en el peor de los escenarios hubiéramos imaginado. Nadie estaba preparado, nos tomó por sorpresa. Parece que, en términos generales, empieza a ceder, pero ya nada será igual, al menos por ahora y en el mediano plazo; habrá que empezar a pensar en un mundo diferente, con otro tipo de relaciones. No es fácil, pero lo que está en juego es la vida misma. Lo que es un hecho, es que una calamidad de esta naturaleza nos obliga a replantear, seriamente, nuestro papel en la tierra. ¿Qué tanto abonamos a esta realidad u otras con nuestros actos? ¿Qué tanto debemos exigirles a los gobiernos para que se invierta más en ciencia, en salud y en educación, y menos en armamento? ¿Qué vamos a hacer en las escuelas? ¿Cuál será el papel de las maestras y maestros en los tiempos que están por venir, aun cuando el semáforo indique verde? Seguramente, todo será distinto, y desde hoy debemos pensar y prepararnos para actuar en consonancia con aprendizajes que, tal vez hasta ahora, habíamos dejado de lado o no les dimos el valor que les correspondía, como el aprecio, cuidado y respeto por todas las formas de vida, empezando por el cuidado responsable de cada uno.
Gracias, Pálido Punto de Luz por esta hermosa ventana que se nos abre a los maestros y otro tipo de profesionales que coincidimos en la búsqueda de un mundo mejor, desde diferentes perspectivas. Enhorabuena por el trabajo realizado en estos primeros diez años. Larga vida a la revista y a la difusión de las ideas, ésas que de pronto hacen tanta falta en el horizonte político y económico mundial. Salud y vida para todos.