Si queremos abordar el nuevo curso con las máximas garantías es fundamental que extraigamos una serie de aprendizajes de lo que ha sido este último trimestre
Puede que resulte una obviedad, pero el inicio del próximo curso escolar no va a ser sencillo. Tras un confinamiento tan severo como el que hemos sufrido para controlar la pandemia de COVID-19, se nos hace difícil instalarnos en el próximo septiembre y ni siquiera visualizar todos los escenarios de los que se nos habla. Las aproximaciones al problema son variadas, cada territorio está planteando sus opciones y la incertidumbre sobre lo que nos encontraremos a la vuelta de las vacaciones no ayuda a implicarnos ni racional ni emocionalmente, y más viendo cómo está impactando la COVID-19 en otros lugares donde nuestra solidaridad es imprescindible.
Ahora bien, si queremos abordar el nuevo curso con las máximas garantías es fundamental que extraigamos una serie de aprendizajes de lo que ha sido el último trimestre de este. Un tiempo en el que, sin la preparación necesaria, enfrentamos una de las situaciones más complejas ante las que como sociedad nos hemos visto. Tenemos el deber ético de no repetir errores y abordar una serie de mejoras sobre la práctica a la que nos entregamos con el mayor de los compromisos con el derecho a la educación. Ahí, docentes, familias y en especial niños y niñas pusieron todo de su parte para minimizar daños, pero somos conscientes de que la falta de presencialidad, de una escuela protectora y compensadora de las desigualdades ha dejado a un buen número de niños fuera de su manto, privándoles de ese impulso en su desarrollo, en su bienestar, en su seguridad y en su proceso de socialización. Esto no puede repetirse, aún estamos a tiempo de remediarlo.
Y qué decir de la primera línea, de los equipos directivos y claustros, anhelando recursos y directrices sólidas que les permitan ir aterrizando cada uno de esos escenarios. Estas indicaciones deben garantizar un funcionamiento seguro del centro en lo referente a salud e higiene, una garantía de que los métodos de enseñanza no se detienen, una atención especial a los más vulnerables y una apuesta decidida a la hora de garantizar el bienestar y protección de toda la comunidad educativa.
Las familias también precisan conocer el papel que les asignará el próximo curso. Será difícil compatibilizar ese soporte educativo con la vida laboral a lo largo de todo un curso. Cuando los brotes sean locales y los confinamientos parciales pueden sentirse menos amparadas si las medidas no son de ámbito general. Tanto desde al ámbito educativo como laboral se deben articular mecanismos de apoyo.
Este documento que presentamos rescata alguno de estos aprendizajes. De no tomarlos en consideración la incertidumbre dará paso al conflicto y ahí los que menos voz tienen, niños y niñas volverán a ser perdedores, lo que no deja de ser paradójico porque, mayoritariamente, bajo esa apariencia de intereses opuestos a todos nos une un compromiso auténtico con su educación. Por lo tanto, procesos de consulta fluidos, coordinación interinstitucional y una óptima comunicación van a ser claves en las próximas semanas. Es tiempo de reimaginar la educación.
Nacho Guadix
Responsable de Educación en Derechos y Campañas en UNICEF España
@GuadixNacho
https://www.unicef.es/educa/blog/aprender-pandemia-reimaginar-educacion