Sacapuntas
El timbre de las 8
I
El profesor César Labastida ha vivido circunstancias un poco complicadas este último año. Acostumbrado a ser un profesor “taxi” en dos o tres instituciones educativas de nivel medio y superior, impartiendo algunas clases para complementar la chuleta mensual, ahora se ha quedado prácticamente en una sola universidad pública, con escasas ocho horas. Y es que en la preparatoria privada donde tenía medio tiempo le fue mal en lo que sus colegas llaman el “draft docente”; en ese proceso se quedó sin contratación. También perdió unas horas en la otra universidad privada donde había laborado cerca de un lustro.
Así que, en términos económicos, el profesor Labastida estaba sufriendo un adelgazamiento involuntario. La incertidumbre y la ansiedad comenzaban a asediarlo. Pese a esas dificultades, el maestro César estaba apreciando dos espacios de la institución que aún lo mantenían en activo como docente.
El primer oasis que confortaba la sed académica de Labastida lo encontró en el grupo de octavo semestre de la licenciatura de pedagogía, en el curso de “Temas selectos de Comunicación educativa”. La clase, conformada por siete estudiantes, se había constituido de forma casi autogestiva al responsabilizarse de los contenidos y al charlar,
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