Presidente de la Academia Nacional de Educación Ambiental
(ANEA)
Voltear la vista hacia atrás y darte cuenta que han pasado 30 años del inicio de los cursos de la Maestría en Educación Ambiental en la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad 095 Azcapotzalco, se torna algo fácil de señalar, pero difícil de comprender en toda su complejidad y potencialidad, ya que se configura en el programa académico en el campo de la educación ambiental que fue pionero en el proceso de formación y actualización de educaroras y educadores ambientales dentro del Sistema Educativo Nacional y fuera del él en nuestro país. Este es un hecho que no podemos dejar pasar de largo, dado el contexto en el que se encuentra la educación ambiental, de manera concreta en el ámbito gubernamental, donde su presencia dentro de la estructura organizacional federal ha quedado cuestionada y su visibilidad como una respuesta integral frente el deterioro ambiental, ha sido tenue y poco visible, por decirlo en una forma elegante.
Los programas de formación de educadores ambientales en el México, han demostrado a lo largo de su existencia, la feroz lucha que deben librar y a la que deben someterse, a fin de persistir a pesar de los simulados intereses institucionales, las no pocas ocurrencias directivas y a la escasa sensibilidad y apertura de quienes tienen en sus manos la decisión de impulsar y fortalecer sus objetivos en los diferentes espacios sociales, institucionales y comunitarios donde se desarrollan. Es por esta tenacidad de quienes los dirigen, de las y los estudiantes que participen en él y de todas las personas que se involucran en sus actividades, que celebro que en esta edición de la Revista Pálido Punto de Luz, se destine sus líneas a festejar 30 años de la educación ambiental en la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad 095, toda vez que se constituye en el primer programa de posgrado en educación ambiental que orientó sus esfuerzos hacia la formación de los docentes de educación básica en México. Así como también por ser el primer programa de posgrado que sigue con su labor inquebrantable de ofrecer nuevas perspectivas de análisis y reflexión sobre las múltiples relaciones que establecemos los sujetos con el medio ambiente, en este caso particular, las relaciones que establecen los docentes en servicio; que por cierto, ha sido un sector que a lo largo de la historia frecuentemente se le reconoce su relevancia y trascendencia en la sociedad, pero que lamentablemente en otras ocasiones, ha sido señalado –de manera injusta– por sus detractores como el responsable del nivel educativo de la población y de los bajos índices de calidad en ella.
Es en este contexto que ubico un dato personal, porque hace precisamente 22 años que inicié mi participación en la maestría en educación ambiental de la UPN, donde fui privilegiado por el hecho de participar en la formación de educadoras y educadores ambientales, experiencia que con el paso de los años y con la vinculación directa con docentes, me brindó elementos de formación académica que hoy en día valoro y que forman parte de la manera en que reflexiono y practico la educación ambiental en el ámbito académico. Asimismo, ha sido una experiencia de trabajo, de vida y de colaboración profesional y personal que me abrió nuevas perspectivas para considerar la incorporación de la dimensión ambiental en el sistema educativo nacional, como una opción viable que despliega otras oportunidades para generar en los docentes de los diferentes niveles educativos: educación básica, media superior y superior, nuevas formas de comprender las realidades ambientales y tratar de transformarlas a partir de una intervención educativa vinculada a lo ambiental.
La experiencia relatada da cuenta del enorme potencial que ofrece este programa académico en educación ambiental y de la necesidad imprescindible de que su vida se prolongue, a fin de continuar con la labor pedagógica asumida hacia los docentes y para ampliar las oportunidades de formación académica en este emergente campo de conocimientos y con ello, posibilitar nuevas formas de afrontar los retos de la problemática ambiental vigente, cuya expresión más cruda y preocupante la representa el problema del cambio climático, el cual se configura en el mayor reto en los años por venir para las sociedades y el problema que ha mostrado un umbral al que hemos arribado como humanidad.
En esta celebración, felicito a su creador y coordinador, el Dr. Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán, así como al conjunto de profesoras y profesores, estudiantes y directivos que han sido responsables de que hoy en día la Maestría en Educación Ambiental de la UPN-095, llegue a tres décadas de existencia, así como también por dar muestra palpable de que la educación ambiental está viva y hoy más que nunca necesitamos programas académicos fortalecidos, que ofrezcan nuevos trayectos de vida y esperanza para quienes participen en ellos y para edificar nuevos futuros posibles para todas y todos nosotros, donde la educación ambiental sea una respuesta que reafirme nuestra condición social y humanista, frente a los problemas del medio ambiente.
En suma, celebrar un programa académico que ha enaltecido a la educación ambiental y que le ha dado un nuevo rostro y un diferente giro a la forma en que como seres humanos nos hemos relacionado con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza, donde las educadoras y educadores ambientales, formados y egresados de un programa académico como el de la UPN-095, aún tienen mucho que hacer y mucho que decir; un programa académico que ante todo, siempre ha buscado la formación de un ser humano diferente, “nuevo”, porque mientras haya humanidad, siempre será imperativa la educación ambiental.
Miguel Ángel Arias Ortega
Presidente de la Academia Nacional de Educación Ambiental (ANEA)