La importancia de la familia en el cine tiende a crecer o decrecer por temporadas, según cinematografías nacionales, épocas o tendencias sin que jamás desaparezca del todo. Es como un mar que acarrea el tema, choca con las audiencias, la fuerza se lo lleva y regresa con más poder creando un gran impacto que marcan la arena y memoria de los espectadores cinematográficos.
Por supuesto que los contenidos, tramas y narraciones subordinadas, así como las historias de los protagonistas representados son el interés de estas historias. Los vemos y nos vemos ampliados, empequeñecidos o deformados. Sin embargo, a lo que dedicaremos las siguientes líneas, no es a documentar estás obras pletóricas de personajes tan cercanos como: esposos, papás, mamás, hijos, tíos, abuelos, sino a pensar en los lazos invisibles y ocultos que se generan entre los miembros de la familia y sus repercusiones; y que de algún modo el cine está documentando.
Veamos algunos ejemplos.
En la película Matrimonio (Jaureguialzo, C, Argentina, 2013) observamos la narración de un día en la vida de Molly (Cecilia Roth) y Esteban (Darío Grandineti), una pareja, con más de veinte años de casados, contada desde la perspectiva de cada uno. Están en una crisis en la que ella se encuentra deprimida y él no puede concluir una campaña publicitaria y ve rasgos de una posible infidelidad de su esposa. Tienen una hija –ligada a la música como la madre- que se encuentra en Europa. En esta crisis encuentran a un joven músico en el metro que se vuelve su confesor, por azares del destino. Molly, al no atreverse a concretar su engaño, le dice al violinista, que entre ella y Esteban hay alguien más, pero no es su probable amante, sino la larga relación con el esposo, que juega como otro personaje, y que a veces imposibilita o se interpone ante el caos o el alejamiento.
El vínculo emocional también puede estar constituido por el arte, particularmente el teatro, como lo presenta en forma espléndida la cinta Drive my car (Hamaguchi, R, Japón, 2021). La relación entre el dramaturgo Kafuku y su esposa, también escritora, Oto. Con las narraciones que inventa Oto por la noche o al amanecer y que van solidificando y salvando el amor de la pareja frente a todas las adversidades. Es un lazo de comprensión que los acompaña permanentemente: en los casetes que graba Oto sobre las obras de teatro que monta Kafuku; en los guiones televisivos que escribe y produce ella; en las historias que surgen libremente al hacer el amor y que continúan en el comedor y en la vida cotidiana. También en las escenas y el diálogo de la obra El tío Vania de Chejov, que va del proscenio al auto compacto rojo, que atraviesa el Japón y, también, en la memoria que reconstruye el pasado.
Las ligas invisibles familiares que forman a los sujetos, incluso en medio de una guerra religiosa, se manifiestan en Belfast (Branagh, K, Reino Unido, 2021), historia que narra la vida del pequeño Buddy, en la ciudad de Irlanda del Norte, a finales de la década de los sesenta del siglo XX, en los enfrentamientos entre católicos y protestantes y la irrupción de grupos que dominan zonas enteras de Belfast. Buddy tiene el cuidado permanente de su madre y el amor de un padre que debe trabajar en Inglaterra por largas temporadas. Buddy establece importantes vínculos con compañeros y compañeras de la escuela y de la calle, pero sobre todo construye un vínculo con sus dos abuelos que lo educan, lo comprenden, están con él en muchas formas y son sus cómplices de otras.
En Coda (Heder, S, Estados Unidos, 2021) los lazos familiares se evidencian a través de dos lenguajes: en la comunicación por señas de la familia de sordomudos que se relaciona entre sí y con una adolescente, Rudy, que si puede hablar; y en el lazo musical, que establece Rudy con el joven que le gusta y con el profesor del coro escolar. Entre estos dos universos existenciales, aparecen muchas minucias ocultas que atan a la familia: las groserías que se dice con su hermano, el amor y resistencia a su madre, la traducción e interlocución de su padre en el trabajo y en la vida. Con su maestro esta sobre todo la revelación y la disciplina para alcanzar metas cuando se tiene talento.
Los fuertes vínculos familiares que conforman a los sujetos desde procesos educativos no formales también se manifiestan en la cinta de animación La familia Mitchell vs. Las máquinas (Rianda, Mike y Jeff Rowe, Estados Unidos, 2021) en donde Katie Mitchell, una joven aspirante a realizadora de cine, vive una experiencia sorprendente al convivir con los integrantes de su familia, mientras se desarrolla una rebelión de máquinas y robots, orquestada por un celular inteligente.
Rick, el padre de Katie, un individuo obsesionado por la naturaleza y al que le repugnan las nuevas tecnologías cibernéticas, no logra establecer una buena comunicación con su hija. Así, impondrá un viaje en automóvil con toda la familia hacia la universidad en la que ha sido aceptada Katie. Los Mitchells descubrirán, más allá de la misión involuntaria por salvar a la especie humana, que a pesar de las dificultades familiares existen vínculos afectivos y existenciales que los unen en forma inconmensurable y sólida.