Antes del año 2011, yo era alguien que se preocupaba por el medio ambiente tanto o menos que la mayoría de las personas: sí, sabía que la situación ambiental global era grave y pensaba que con reusar hojas de papel y ahorrar agua estaba poniendo mi “granito de arena” para no aumentar esa gravedad.
Un poco antes de ese año, en una de las universidades en donde entonces impartía clases me advirtieron que, si en poco tiempo no me encontraba, por lo menos, estudiando un posgrado, no me volverían a considerar como parte de la planta docente. No me quedó otra opción que buscar una maestría. Consideré varias opciones, pero o eran maestrías muy caras o me quedaban muy lejos de mi casa (aún no se ponía “de moda” la educación vía Zoom). Así que me fui por lo más fácil: elegí la Maestría en Educación Ambiental de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 095 Azcapotzalco (MAEA). Digo lo más fácil no por el proceso mismo de estudio, sino porque en ese tiempo también impartía clases ahí y los profesores eran (y son) mis amigos.
En otras palabras, mi elección por estudiar la MAEA en la UPN no tuvo una razón de verdadera preocupación por el medio ambiente: fue una decisión individualista y cómoda. Sólo quería el papelito que se me requería para poder seguir trabajando.
Ya estando dentro de la Maestría, aunque suene a cliché, debo decir que todo cambió: lo primero que aprendí fue justo eso: que me decisión de entrar en este Programa de posgrado había estado mal, pero que, al mismo tiempo, fue la mejor decisión que pude tomar.
A lo largo de los cuatro semestres de clases y durante el proceso de elaboración de mi tesis, el impacto de la Maestría era cada vez mayor: me di cuenta que estaba en un sendero que ya no quería abandonar nunca. Pasé de creer que la crisis ambiental podría resolverse con “granos de arena” a entender las verdaderas causas y consecuencias de la misma. Mi pensamiento fue haciéndose más crítico, analítico y complejo. Muchos hábitos en mi vida cotidiana fueron cambiando por convencimiento y de manera reflexiva, no automática ni inconsciente.
Conocí nuevos autores y teorías, aprendí a trabajar mucho mejor de manera multidisciplinaria, vi la realidad de manera amplia y compleja. Y me di cuenta de que mi vida profesional había cambiado para siempre: ahora lidero un proyecto de Comunicación para la Sostenibilidad en la FES Acatlán, imparto clases de Ecología y Comunicación y estoy atento a todo lo que puedo en relación con los temas ambientales. Nada de esto hubiera sido posible sin mi estancia en la MEA.
Y por supuesto, estudiar el posgrado en un espacio de cordialidad, exigencia y amistad, siempre será la mejor experiencia. Gracias a la UPN, al Programa de Educación Ambiental, a sus (mis) excelentes maestros y amigos. Por ellos, mi vida sigue cambiando.