Durante mi trayecto en instituciones académicas he experimentado algunos eventos que me han puesto en situaciones difíciles, desde materias reprobadas hasta dificultad de aprendizaje, mismas que con su tiempo y esfuerzo logré salvar o sacar adelante; sin embargo, una situación que considero como fracaso fue aquella que tardó mucho en resolverse, que hasta ahora ha sido difícil retomar o recuperar.
Los primeros semestres de la licenciatura fueron una explosión de experiencias adolescentes y rebeldes, conocí a mi primer novio y todo comenzó a girar en torno a la relación. La Areli dedicada, intelectual y ñoña se desvanecía con el tiempo. El primer reflejo de mis nuevos intereses se presentó en mis calificaciones, que en su momento eran importantes para acreditar las materias, comencé a adeudar materias y a no entrar a clases, así desde el primer semestre acreditaba la mitad y la otra la reprobaba.
Al quinto semestre no llevaba un buen promedio por mis decisiones; una vez concluida la etapa del enamoramiento, comencé a centrarme en la carrera, sin embargo, en términos numéricos ya era tarde para salir con un buen promedio. Pronto el interés por la ciencia me hizo subir de nuevo en conocimientos y en vínculos académicos que me ayudaría a desarrollarme académicamente mejor, y mi interés por mirar a los posgrados incrementó, pero mi limitante fue el promedio, no logré postularme ni con prórroga a una Maestría. Me titulé y continué buscando alternativas a posgrados, pero no lo logré, tuve que insertarme en el campo laboral en el que actualmente me encuentro y hasta apenas hace un año y medio logré ingresar a una Maestría. Pero esa sensación de no haberlo hecho hace tiempo es un fracaso acompañado de frustración por no saber guiar mis emociones y tomar mejores decisiones.