Al principio mi vida transcurrió en mi pueblo en Hidalgo. Fui alumna muy destacada en la secundaria; participé y gané en concursos de ciencias sociales y también gané el segundo lugar a nivel estatal. Tuve el mejor promedio de mi generación, en mi pueblo era un logro, y para terminar con broche de oro, hice examen a la vocacional en el Distrito Federal en ese tiempo y me quedé en mi primera opción, lo cual me hizo sentir muy orgullosa, pero muchísimo más a mi familia, todos politécnicos, mi papá, mi mamá, mi hermano mayor ya estaba en el poli, así que no tuve otras opciones, quise hacer examen a la UNAM y no me dejaron hacerlo, me dijeron que era la vocacional o nada.
He de comentar que en los ochentas y noventas el nivel de exigencias de las vocacionales ( voca) era muchísimo mayor que actualmente, de mi generación en particular de mi grupo entramos 50 y terminamos 12. Al llegar a la voca me di cuenta que era otro mundo, yo era una niña de pueblo de 15 años , no sabía andar en la calle, solo sabia llegar a la escuela, mi papa me llevó sólo una vez, la cuidad me hizo sentir pequeña e insignificante, en mi pueblo yo era alguien, mi familia es fundadora del pueblo, mis logros académicos eran elogiados por todos mi profesores y familiares, digamos era una superestrella…ajá, en la voca por primera vez en la vida saque 2 en un examen de matemáticas y reprobé ciencias sociales, si, esa por la que concurse y gane segundo lugar a nivel estatal en hidalgo, y bueno química y física no fueron las excepciones, veía desfilar calificaciones que nunca en mi corta vida hubiera imaginado tener, solo me iba bien en algunas y tenía que esforzarme mucho mas que en la secundaria, me di cuenta que era invisible para mis profesores, a nadie le importaba si reprobaba, me di cuenta de todas las deficiencias que dejaron en mi mis maestros de pueblo, que inflaban mi desempeño y calificaciones, lo peor de todo no es que todos lo hayan creído, lo peor que yo lo creí y me sentía que al llegar al poli, todo iba a ser igual, que iba a brillar por todo lo alto, obviamente no fue así.
Llegué con un esfuerzo titánico hasta tercer semestre, al final debía 3 materias, quedé fuera del reglamento, mis papás antes orgullosos de mí, por primera vez me miraron como si me hubiera descompuesto, se preguntaban que pasó con nuestra inteligente hija, y me sentí terriblemente fracasada. Mi papa me dijo “si no puedes con la voca vete al bachilleres” lo cual era humillante para una familia de politécnicos, la familia y conocidos me preguntaban como me iba en el poli y eso me hacía sentir peor, había días en que no me quería levantar, llegaba a la escuela a recursar y los profesores hacían chistes crueles como que quienes eran de “rebusnamiento” ósea recursamiento, pero contario a los que piensan las nuevas generaciones de cristal, eso me fortaleció, un día me levante y me prometí que no me iba a volver a pasar, pase horas en la biblioteca estudiando para alcanzar el nivel de los demás alumnos, aprendí ingles en el CENLEX en lugar de lloriquear por los rincones como había hecho hasta ese momento, terminé la vocacional, entré a la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas en la carrera que quise desde niña, a pesar de la opinión de mis padres que ya no era tan importante como antes, me hice sorda a sus comentarios negativos, hice una maestría en Taxonomía vegetal, adquirí hábitos de estudio que hasta la fecha me han servido en la vida laboral, gestione mi autoaprendizaje y me hice de herramientas para la vida, salí del fracaso fortalecida, estoy totalmente convencida que aprendí muchísimo, no recuerdo quien dijo “No hay luz sin oscuridad”, pero es cierto, el fracaso ofrece la oportunidad de aprender algo nuevo, y esta es la mejor forma para aprender, superar un fracaso implica que te has tomado el tiempo para comprender tus errores, aprender de ellos y evitar cometerlos de nuevo.