I
César Labastida Esqueda recuerda su paso por la educación básica, muchas veces con nostalgia; otras ocasiones, se sume en la tristeza. Evoca la impotencia que sentía cuando, por estar platicando con su amigo Nuzo, no terminaba una plana y la maestra cruzaba con tinta roja la palabra “Cero” en toda la hoja. El pequeño alumno regresaba a su lugar, le sonreía a Nuzo y veía una vez más el sello de “No-trabajó” en la libreta de Tareas y ya nada podía hacer. Regresando a casa, recibía el regaño cotidiano de su madre, siempre sintiéndose desvalido.
II
César no tenía talento para los trabajos manuales y el dibujo por lo que durante la primaria sufrió mucho esas actividades. Alguna vez, la maestra Conchita les dejó hacer una historia, en seis cuadros, con dibujos sobre papel Cascarón. El alumno César no sabía dibujar, ni narrar, ni que era el papel cascarón. No preguntó a la profesora, por ninguna de las tres cosas, para no parecer tonto. Por supuesto, César no hizo la tarea y reprobó en la materia de Educación Artística. En otra ocasión, la maestra repartió hojas blancas, lápices y colores y dio la instrucción de realizar un dibujo con tema libre. El pequeño César siempre estaba en conflicto cuando tenían que pintar, debido a su falta de talento, pero la cosa se complicaba cuando les pedían trazar lo que quisieran. El incompetente estudiante bosquejó un garabato incomprensible que la maestra Conchita exhibió sin pudor y con vehemencia.
La “gota que derramó el vaso” fue cuando, acercándose el 12 de octubre, la profesora solicitó la clásica maqueta sobre el “descubrimiento de América”, en plastilina y con materiales de reuso. César no recibió ayuda de algún adulto y presentó una maqueta pequeña de figuras irreconocibles que fue la burla de los compañeros, y la maestra Conchita calificó de “esperpento”. Huelga decir que, desde entonces, César se sintió un fracasado y detestaba todo lo que se relacionara con las artes plásticas.
III
El profesor César Labastida tiene equívocos frecuentes con el uso de aplicaciones digitales (las famosas app’s) sobre cualquier cosa en la actualidad. Con sus regordetes dedos sobre la pantalla minúscula de un celular, le piden seguir una serie de rutinas que la insensata “aplicación inteligente” se niega a hacer: no se abre la app, sus dedos presionan un link específico y se activan otras pantallas; lo regresa al inicio; le borra todo lo que ya capturo, le dice que no es correcta la clave o la información, sin decirle cual es el error. Como esos exámenes capciosos que le hacía el profesor de Física en la Secundaría para que se equivocara. Así las app’s en la vida del profesor César. Pero eso sí, en los plazos fatales y finales que le marcan las instituciones para subir o capturar información o datos, en esos plazos y solo en esas ocasiones, las aplicaciones siempre parecen funcionar y Labastida queda siempre como un incompetente y fracasado.
IV
El profesor César Labastida ha aprendido, con muchas heridas y cicatrices, de algunos de los errores cometidos en forma individual. No ha tenido que recurrir a los innumerables libros de autoayuda o culpar a los demás, para darse cuenta de que: 1) dependía de su esfuerzo y su consistencia, no de los otros; 2) el trabajo diario era mejor que esperar el milagro de la fortuna azarosa o el llamado de un amigo desde las alturas; 3) los buenos hábitos se construyen, a veces, en contra de sí mismo; 4) la voluntad y la inteligencia no siempre son suficientes; 5) hay que caerse y volverse a levantar sin la esperanza de que ya no te vas a volver a caer; 6) aprender a sobrevivir en instituciones que no aprenden y con frecuencia son ciegas, sordas y solo le hablan para obligarlo a algo; 7) las aplicaciones digitales no tienen palabra: Son los modernos misterios dolorosos de la religión tecnológica; 8) la educación artística y el arte contemporáneo son “esperpentos”, por lo que el pequeño César fue un artista incomprendido, desde la primaria y especialmente por la inefable maestra Conchita…
En fin, el profesor Labastida aprendió que hay una Pedagogía en el Fracaso, que es para toda la vida, que no está en las escuelas y que es para un tipo de autodidactas excepcionales.