Kate tiene una librería en un sencillo pueblo norteamericano. Sam trabaja en una fábrica de chocolate aunque su verdadera vocación es el dibujo. Ellos se conocen en el establecimiento de libros. Él la invita a salir. Ella es terminante: no sale con nadie.
Ella vive cerca de su madre que se llama Tina. Él cuida de su padre, Bill. Los padres de ambos presentan algunos de los problemas de la vejez. El padre de Sam, tiene algunas enfermedades crónicas y la madre de Kate tiene rasgos de ser una acumuladora compulsiva. Los dos ancianos no tienen ya a sus parejas.
Tanto los hijos, que entran a una edad madura como sus padres, se irán involucrando en una relación afectiva, a partir de que los hombres auxilian a las mujeres, después del culto religioso, cuando se descompone el auto de ellas. Se trata de la cinta Sam & Kate (Le Gallo, D. EUA, 2022, traducida como: Todo queda en casa) que explora la edad adulta desde la vida familiar posmoderna.
No estamos ante familias numerosas, extensas y retoños que se extienden desgarbadamente por muchos cuartos o corren por los pasillos o realizan intercambio de regalos en la nochebuena. Sólo padres solos entre los setenta y ochenta años e hijos, cuarentones y solteros, sobrevivientes de empleos mal pagados o tragedias personales, que los acompañan. Familias que van a la iglesia más como forma de integración o por costumbre navideña que por una verdadera fe.
El ex “sueño americano” deja rastros en casas precarias, austeras o llenas de recuerdos y colecciones mal formadas que parecen más basureros que hogares. Autos que fueron maravillosos en décadas pasadas y ahora navegan y se descomponen. Artistas reducidos a seleccionadores de dulces en incipientes fábricas. Reuniones familiares entre los cuatro que inevitablemente terminan mal.
La película Sam & Kate, no quiere hacer concesiones como esa obras cinematogràficas en las que se juntan dos grandes actores de otros tiempos (en este caso los experimentados y siempre cumplidores: Dustin Hoffman y Sissy Spacek) para intentar sorprender con ganchos al corazón o guiños de comedia clásica de viejos simpáticos o gruñones. En el filme, los adultos mayores dan problemas, se enferman, se enamoran, se detestan y parten. No hay amores a primera vista, alguno fuma mariguana y los cuatro, aunque les cuesta trabajo la vida, luchan por subsistir tolerándose a sí mismos y a los demás. Es una película que intenta retratar las nuevas relaciones de convivencia entre hijos y padres en una Norteamérica de la segunda década del siglo XXI, en una posmodernidad agravada por la pospandemia.