La escuela prepara a los niños para un mundo que no existe
Albert Camus
Ve a hablar con niños de preescolar o de primeros años de primaria. Te encuentras una clase llena dé entusiastas de la ciencia y hacen preguntas profundas:
¿Qué es un sueño? ¿Por qué tenemos dedos en los pies? ¿Por qué la Luna es redonda? ¿Cuál es el cumpleaños del mundo? ¿Por qué el pasto es verde?
Estas son preguntas profundas e importantes, simplemente salen burbujeando de ellos.
Ahora ve a hablar con estudiantes de secundaria, y no hay ninguna de ellas. Se han convertido en desinteresados, han perdido la curiosidad. Algo terrible ha pasado entre preescolar y secundaria y no es sólo la pubertad.
Carl Sagan - Extracto de entrevista para
TV Ontario.
Mucho se han cuestionado los nuevos libros de texto en estas últimas semanas. Cuestionar siempre será bueno cuando se tienen los elementos para hacerlo. Me parece que hay dos tipos de opiniones, algunas sesgadas por la coyuntura política, y otras, por la preocupación de voces calificadas, éstas, por desgracia, son las menos.
Es importante, antes de entrar en materia, destacar que la disputa por la rectoría de la educación tiene una larga data; basta, ahora recordar el episodio vivido durante el gobierno de López Mateos, cuando el Secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, instauró los primeros libros de texto: las voces de la derecha más retrógrada encabezadas por la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), de filiación religiosa y panista, se opusieron y realizaron movilizaciones para impedir, lo que en su pensar era, la ideologización de las mentes infantiles. En su opinión, el gobierno de López Mateos intentaba formar masas alienadas de individuos al servicio del estado. Lo que en el fondo exigían era una supuesta libertad que consistía en poder adoctrinar a los estudiantes en los credos religiosos afines con grupos empresariales.
La anterior afirmación no coloca, por supuesto a López Mateos como un político de izquierda ni, mucho menos, como un socialista o comunista. Cualquier maestro que haya trabajado con los libros de texto gratuitos sabe que estos no han resuelto los graves problemas sociales, ni han proyectado al país a los cambios sustantivos de carácter pedagógico que requiere la educación; aquí cabe una primera postura personal: los libros de texto no han sido ni serán el elemento sustancial para transitar a escenarios deseables pedagógica y socialmente hablando.
Los libros de texto han sufrido cambios a lo largo de la historia que, en efecto, son parte de las políticas educativas específicas de cada gobierno. El actual no es la excepción. Si estamos o no de acuerdo con esos libros de texto, primero habría que revisar el Plan y los programas de estudio en los que se fundamentan. Es en estos en los que se pueden advertir sus deficiencias o fortalezas; es a estos a los que habría que dirigir el análisis.
Los libros de texto son meros auxiliares pedagógicos, nunca han sido el vademécum que contiene los fundamentos del conocimiento. No son la antología pedagógica ni el manual de estrategias que se requieren para que los maestros cumplan su cometido. Segunda postura personal: los libros de texto son auxiliares en la tarrea del maestro, no lo sustituyen.
La derecha más rancia y algunos bienintencionados que los siguen, tienen un temor al cambio como si los resultados obtenidos en, al menos, los últimos treinta años, mostraran que nuestra educación funciona adecuadamente. Los hechos muestran que varios de nuestros estudiantes de preparatoria e incluso de licenciatura, son incapaces de comprender un texto a cabalidad, que no pueden resolver problemas matemáticos simples, por el hecho de no tener desarrollado el pensamiento lógico. ¿Estamos bien o mal? ¿Es culpa de los maestros? ¿De los libros de texto? ¿U obedece a problemas: de fondo pedagógico, de la ausencia de una verdadera filosofía de la educación; de carácter estructural; de actualización adecuada al magisterio; de condiciones laborales y salariales; de saturación de empleos por los magros salarios de los maestros? Hay muchas causas, pero ningún crítico aduce algo al respecto o a que esos libros de texto y el plan y los programas previos fragmentan el pensamiento, fomentan la memorización, no generan vínculos comunitarios ni de pertenencia, rehúyen a otras fuentes del conocimiento, están alejados de la visión interdisciplinaria, del respeto a las diversas formas de pensar, de la falta de autonomía de la comunidad educativa para generar proyectos adecuados al contexto específico de cada una de estas, en donde el mentado trabajo colaborativo efectivamente aparezca y sea capaz de promover aprendizajes significativos de los que tanto se habla y nada más no aparecen. Tercera postura personal: urge una auténtica transformación de la cultura y las prácticas escolares, más allá de los libros de texto; estos nuevos incluidos.
Los tremendos errores que tienen los libros de texto, como siempre ha ocurrido, deben ser subsanados. Ahí, no hay defensa alguna, pero sí solución posible. Pero vayamos más allá: revisemos el Plan y programas, y veamos si, en efecto, recuperar la memoria histórica y posicionar los diversos personajes y sucesos sociales, realmente es hablar de una educación comunista.
Pensemos, también, si hablar de diversidad sexual y preferencias es fomentar el homosexualismo o la hipersexualidad. Caray, parece que estamos en plena guerra cristera o, de plano, en el medioevo. El mundo ya cambió y la escuela debe abandonar sus viejas prácticas que, ahí están los resultados, no han servido para integrarnos como una nación fuerte capaz de interrelacionarse con el resto del mundo, no solo como suministradores de mano de obra barata o de recursos naturales.
Los cambios sustantivos que se presentan en el Plan de estudios para Educación Preescolar, Primaria y Secundaria podrían resumirse de la siguiente manera:
Se habla de la necesidad de una Integración curricular que rebase la segmentación del conocimiento; para ello, se establecen cuatro campos formativos: a) lenguajes; b) saberes y pensamiento científico; c) ética naturaleza y sociedad; d) de lo humano y lo comunitario.
Esos campos formativos, serán las posibilidades para integrar, transversal e interdisciplinariamente, los contenidos específicos de cada asignatura, de acuerdo con su naturaleza.
Se apela de manera destacada, a la necesaria interdependencia comunidad–escuela, a efecto de problematizar el hecho educativo, de lo que significa la autonomía profesional de los maestros, siempre en comunicación con los estudiantes y en función de sus intereses, el contexto y sus necesidades.
Mucho de lo que propone la Nueva Escuela Mexicana (NEM) -la denominación del proyecto educativo del presente sexenio-, en los ejes articuladores, no es tan novedoso, ya antes se ha trabajado parcialmente en ello, aunque no como se propone ahora, y que tienen que ver con la inclusión, el fomento del pensamiento crítico, la interculturalidad crítica, la igualdad de género (cabría preguntarse si sería mejor hablar de equidad de género, más bien), el fomento a la lectura (uno de los graves problemas en todos los niveles de educación en México y que nos convierten, en los hechos, en una nación semianalfabeta o en analfabetos funcionales), la educación estética (en una dimensión más amplia que simplemente aprender a tocar algunas melodías en la flauta), y la vida saludable. Lo novedoso, si queremos verlo así, es la integración o articulación que se propone.
Todo ello, en el planteamiento, suena bien. Habrá que esperar su interpretación, aplicación y resultados. Necesitamos tiempo. Los cambios no ocurren de la noche a la mañana, ni de arriba hacia abajo: los verdaderos artífices de la educación son los maestros. Aun cuando los programas sean insuficientes o no tengan la orientación ni los fundamentos pedagógicos ideales, es la comunidad educativa, encabezada por los maestros quienes, en conjunto, habrán de traducir sus significados y entender, incluso, lo que puede haber en el currículo oculto. De eso, tampoco, nadie ha hablado. Cuarta postura personal: hay que corregir lo que está mal y hay que leer el Plan y los programas de estudio para estar en condiciones de operarlos adecuadamente, de acuerdo con los nuevos tiempos.
El peor plan, el programa más limitado, funcionan cuando la maestra entiende qué, cómo, cuándo y para qué han de socializarse los conocimientos, con qué estrategias, dosificación, significación. Y lo mismo a la inversa: el mejor programa pasa de largo si quien lo opera no lo conoce. Nadie habla de la necesidad de actualizar constantemente con la debida remuneración a los maestros (como lo señala la ley), así como fortalecer la formación de los maestros en las Escuelas Normales y en la Universidad Pedagógica, con más recursos, mejores salarios, estabilidad laboral, creación de más plazas de tiempo completo y promociones justas y transparentes: en los maestros preparados para esta y otras reformas por venir, está un cambio sustantivo. Maestras que conozcan su profesión que no solo operen programas o, peor, libros de texto, sino que posean las habilidades y conocimientos necesarios para que sean capaces de transitar de la visión cerrada, fragmentada y memorística de la disciplina tal como se ha venido trabajando, a las posibilidades de la interdisciplina que promueve el pensamiento complejo. Esos maestros podrán entender los beneficios del trabajo por proyectos, podrán hacer su programación analítica a partir de los programas sintéticos que hasta ahora es más la confusión que se tiene que lo que pueden aprovechar, porque tampoco se habla, o muy poco, de que el error fundamental del gobierno para instaurar el nuevo Plan, programas y libros de texto, fue la prisa con la que se sacaron, la falta de actualización para los maestros (no solo al vapor, al cuarto para las ocho), y la falta de conocimiento de algunos funcionarios que, ante la ausencia de una política de comunicación social de la SEP, intentaron enmendar los problemas y errores de los libros de texto, minimizándolos, sin llevar la discusión hacia el Plan y los programas.
Confío en las maestras, pero se requiere apoyarlas y otorgarles los insumos y la actualización necesarios para su labor. En estos libros de texto participaron maestros, eso hay que celebrarlo; lo que hay que criticar es que no hubo la convocatoria necesaria para que fuera representativa la participación. ¿A quién se dirigió la convocatoria y cuál fue el mecanismo de selección para la elaboración de programas y libros de texto? Se habla de que participaron expertos de la UNAM, UPN, UAM y MEJOREDU, entre otras, bien, pero ¿a todos se les avisó? ¿Por qué no se convocó a los maestros de las Escuelas Normales del país? Si realmente el gobierno y el Plan de estudios hablan de la necesidad de una sociedad democrática, incluyente, respetuosa del género, la interculturalidad, la diversidad y de los derechos humanos, bien pudo poner el ejemplo, haciendo una convocatoria amplia: el buen juez por su casa empieza.
Conclusión: los nuevos libros de texto deben corregirse, pero lo sustantivo está en el Plan y los programas, así como en la formación, actualización y apoyos al magisterio. Los libros son un recurso o auxiliar que, de ninguna manera, deben convertirse en la luz que guíe el trabajo docente. De las comunidades educativas habrá de emanar el cambio esperado, si ha de haberlo. De un buen trabajo colegiado y entre academias, podrán derivarse buenos resultados, de lo contrario, no. Igualmente, importante será integrar de manera sensata a las comunidades en los que se encuentran las escuelas: esta, me parece, es la tarea más difícil, pues la participación comunitaria, y el conocimiento de su contexto y necesidades, no debe contaminar los procesos concretos de enseñanza – aprendizaje que, finalmente, son responsabilidad de los profesionales de la docencia. Es nuestra responsabilidad exigir mejores condiciones de trabajo, conocer a fondo el Plan y los programas, investigar e ir más allá de lo que plantee esta u otras reformas por venir, debatir con argumentos, insistir en cuanta rectificación sea necesaria, pero, eso sí, luchar contra los prejuicios y dogmas de quienes intentan lucrar con sus editoriales y se convierten en los nuevos inquisidores que queman libros y nos quieren espantar con argumentos propios del macartismo.
Sí, a los libros de texto. Sí, a su corrección. Sí, a involucrarnos en el Plan y programas y en la discusión seria que abone elementos para mejorar la educación en México. Sí, a exigirle a las autoridades las facilidades, los espacios, los tiempos y los recursos que demanda esta propuesta. No, a los prejuicios ni a la quema de libros.