El gobierno siente venir la tormenta sobre su reforma educativa. Y empezará a responder con su instrumento favorito: conferencias de prensa.
Como en la pandemia.
Ningún ciudadano informado normal puede decir en qué consiste la reforma educativa, describir sus contenidos o sus libros, mucho menos sus metas y efectos.
Porque la reforma fue hecha de espaldas a la sociedad y a la comunidad educativa.
Los contenidos fueron definidos y los libros resueltos por un grupúsculo ideologizado, ignorante de la materia que tenían en las manos, y sin la humildad ni la astucia necesarias para consultar lo que hacían con maestros, directores de escuela, editores y expertos.
Los libros no estuvieron al alcance de nadie durante su elaboración, fueron tratados con sigilo extremo, casi como materia de seguridad nacional.
Pero llegó el día en que los libros tuvieron que repartirse, los días en que estamos, y no puede haber ya secretos sobre su calidad y su contenido.
Los libros están en manos de millones de personas y, en distintas ligas de internet, al alcance de todos los expertos. Por ejemplo aquí: https://bit.ly/3Qtr37B
Vivimos una primera reacción social adversa a las deficiencias de los libros: desde sus errores conceptuales graves, como poner los “saberes” populares al nivel de los conocimientos científicos, hasta los errores de ejecución absurdos, como poner la Tierra, en una ilustración, en la misma órbita solar que Neptuno.
No hay especialista que haya revisado su campo en los libros que no encuentre en ellos deficiencias que mueven por igual a la incredulidad y a la indignación.
Los errores son legión, y el concepto rector de todo el proyecto, bautizado como Nueva Escuela Mexicana, es, en su fondo, un enorme desvarío: quiere convertir a los maestros de escuela en activistas sociales y a los niños en adultos que luchan desde pequeños por su liberación del orden que los oprime.
Una respuesta igualmente idiota a este desvarío es denunciarlo como un asalto comunista sobre México. Otra reacción idiota ha sido convocar a la quema de los libros.
Más útil sería hacer lo que las autoridades no hicieron: oír bien lo que tiene que decir la sociedad mexicana sobre la educación que le están imponiendo.
Milenio 7 de agosto 2023