Candidatos sobrevivientes del Frente Amplio vs. Corcholatas morenistas. A favor del tren Maya vs los opositores. López Obrador vs. el coro fácil de los medios anti-pejes. Seguidores de Donald Trump que lo quieren regresar a la Casa Blanca vs. los que lo quieren meter a la cárcel. Izquierdas vs. ultraderecha en América Latina. Rusia vs Ucrania y la OTAN. Equipos de futbol de Estados Unidos (reforzados con Messi y el arbitraje) vs. equipos mexicanos. Max Verstappen vs el Checo Pérez. Educación liberadora vs. educación productivista. Americanistas vs. Seguidores de Chivas. Izquierdas vs. derechas en el gobierno español. Hombres vs. Mujeres. Ricos vs. Pobres. Güeros vs. Morenos…

César Labastida Esqueda se encuentra harto de las polarizaciones: “¡Hasta la madre!”, se dice para sí mismo. Sobre todo, cuando no está de acuerdo con ninguno de los opuestos. No le divierten ni convencen los argumentos de unos y otros. Lo mismo le ocurre ahora con los libros de texto gratuitos para la educación básica.

Hace menos de un mes comenzó otra más (¿cuántas van?) de las típicas campañas orquestadas por los opositores al actual gobierno federal. Ahora la maniobra se dirigió en contra de los libros de texto gratuitos. Pero estas campañas —y lo sabe muy bien Labastida porque ya había leído la novela Redil de Ovejas de Vicente Leñero— tienen su origen en los años sesenta del siglo pasado cuando un grupo radical de derecha se lanzó contra los primeros libros de texto, bajo la consigna: ¡Socialismo no, cristianismo si!

Una década después, con la Reforma Educativa de los años setenta, fuerzas poco visibles pero bastante escandalosas volvieron contra los libros de texto. En esa ocasión con el pretexto de la educación sexual. Labastida sufrió como estudiante esa embestida, luego de que lo expulsaron de la escuela pública por su rendimiento escolar y por algún comportamiento inaceptable  y sus padres lo inscribieron en un colegio confesional de varones. Allí, el pequeño César, todavía sin mucha conciencia, fue testigo de la experiencia de mutilación de hojas y proscripción de los libros de texto gratuito por parte de la maestra Jovita y algunos padres de familia, quienes montaron una sesión extraordinaria para denostar los irreverentes libros frente a los pequeños alumnos que, vulnerables e ingenuos, podían caer en la perversidad contenida en esos “manuales del horror”. Desde entonces y en esa escuela, la educación sexual se limitó a preceptos de terror y a bocetos abstractos de aparatos reproductores masculinos y femeninos, en los que las trompas de Falopio, por ejemplo, parecían una cabeza de vaca pintada por Picasso.

Esos libros de texto duraron décadas entre los maestros, niños y salones. Luego sufrieron un largo, pero sistemático proceso de anorexia y aniquilación. Les iban quitando contenidos y actividades. Nadie se quejó de ese proceso que empezó en el sigo XXI y en el que trataron de exterminar esos libros con el muy fallido pero jugoso negocio con el uso de Tablets y a través de la renta del Programa Enciclomedia; sustitutos que nadie sabe ni de dónde vinieron , ni como desaparecieron.

El profesor César estima que en ninguno de todos esos procesos educativos, ni en el actual, se le han preguntado o considerado la opinión al millón y medio de maestros de educación básica. Sobre la vertical maquinaria burocrática en que está convertida la Secretaría de Educación Pública no cabe la voz de los docentes. Y Labastida intuye que están mitiendo quiénes aseguran que sí lo han hecho.

Por eso es que, en medio de la disputa por los libros de Texto Gratuito, Labastida no se atreve a defender ni a "tirios ni a troyanos". En los últimos Consejos Técnicos Escolares de las escuelas de educación básica, los maestros han recibido videos y documentos PDF para entender e incorporar los programas de la Nueva Escuela Mexicana. En estas sesiones de los llamados CTE, imperan las interpretaciones e instrucciones ambiguas de supervisores y directores, por lo que los maestros acaban explicando y discutiendo los nuevos programas entre ellos, y sólo los aspectos técnicos y prácticos, debido a la premura con que se ordenó implementarlos en el ciclo escolar 2023-2024. Así, las ideas que prevalecen de cómo poner en marcha los nuevos programas corresppnden a las autoridades educativas; mientras que los maestros acaban cediendo a esas instrucciones (contradictorias y confusas) que supervisores y directores determinan, cansados aún más de lo que estaban por la experiencia del largo proceso escolar pospandemia.

El profesor César, un poco por interés, curiosidad y morbo se propuso ver en youtube algunos videos institucionales sobre los libros de texto, pero más que aclararle las dudas, lo desconcertaron y confundieron. Máxime cuando las frases que sobresalían volvían a responsabilizar a los profesores de un cambio de plan de estudios y de un conocimiento de programas sintéticos y analíticos, en los que ellos no tuvieron ninguna participación. Nadie les ha explicado, por ejemplo, de qué murieron los aprendizajes esperados, las secuencias didácticas, las rúbricas y las competencias que les obligaron a practicar en el inicio de la década pasada.

Después de leer y escuchar el torbellino de alegatos a favor y en contra de los libros de texto gratuitos, el profesor César Labastida Esqueda ha quedado un tanto decepcionado e inmovilizado. Sin embargo, la actitud analítica que se ha forjado gracias a su experiencia docente, le lleva a observar y distinguir distintos puntos en los que considera que hace falta un replanteamiento y reinterpretación de los problemas educativos que gravitan alrededor de los ensalzados y desdeñados libros.

Así, el maestro Labastida recuerda haber leído algo sobre la importancia de los libros de texto científicos en el célebre ensayo La estructura de las revoluciones científicas (1962) de Thomas S. Kuhn. Luego de releer aquellos capítulos (particularmente el XI, XII y XIII) en donde el filósofo de la ciencia discurre sobre el tema, César confirma que a partir de los conceptos de “paradigma” y de “ciencia normal” es que se recurre pedagógicamente a los libros de texto como la manera en la que una comunidad científica divulga o enseña (¿adoctrina, ideologiza?) los nuevos conocimientos del paradigma; y los novatos o estudiantes se van alfabetizando en la nueva ciencia normal, que se concentra en resolver problemas que el viejo paradigma no estaba solucionando. De este modo, Labastida razona y se pregunta: “Todo hecho educativo y particularmente escolar ¿no es en sí mismo un acto de enseñanza, divulgación, adoctrinamiento, ideologización? ¿Existen procesos educativos objetivos, neutrales o que no contengan una carga filosófica, ideológica o política?”

“Sin lugar a dudas —cavila César— los libros de texto gratuitos son el catalizador de un conjunto de paradigmas educativos que socio-históricamente se han gestado y desarrollado conviviendo en las diferentes culturas, y que en momentos convergen, se nutren, se fortalecen; pero que en otras coyunturas, disienten, contrastan, se confrontan…”

“Los discursos que se debaten hoy en la palestra pública sobre los libros de texto gratuito —deduce el profesor Labastida— no son más que misiles que intentan ganar espacios de poder entre los diversos paradigmas históricos y educativos que han conformado nuestra cultura”. Y concluye el maestro César con unas preguntas que le oprimen el alma: “¿La educación como elemento sustancial del desarrollo de una civilización, no debería promover el diálogo, el encuentro, la emancipación de la humanidad, los acuerdos, la paz y el crecimiento? ¿Dónde está la pedagogía de Paulo Freire en todo esto? ¿Dónde está la reflexión profunda y latinoamericana sobre nuestros problemas educativos? ¿Dónde está la visión humanista tanto de opresores como de oprimidos?”