Contamos otro síntoma de una misma condición. Habitamos un país al margen de sí mismo, acostumbrados al juego con el rompimiento de los acuerdos mínimos para hacerlo. La apariencia de funcionalidad nacional no merece mayor escándalo, a pesar de estar colgada de hilos. Al final, la mera impresión resulta suficiente. Hay una palabra para ello.
La falta de consenso sobre el deterioro impide identificarlo. No hemos conseguido el nivel de decencia republicana bajo el cual lo nocivo es evidente, cuando genera un daño sólo justificable con filias y pertenencias.
En nuestra disociación republicana, la ley se articula al margen de ella, como la verdad, la justicia, las estructuras del Estado o su entendimiento.
Los libros de texto son el último síntoma de esa disociación. Aberrante por encima de otras gracias a su efecto en la formación de una sociedad y a las exhibiciones que contiene. Un proyecto ajeno a la templanza con la realidad, el enaltecimiento de la comunidad como unidad inmutable, la búsqueda por erradicar nociones del individuo —receta para anular derechos—, la legitimación de la mentira y resistencia a comprender la gravedad de ello: la palabra impresa tiene la función de convertir en real lo efímero de la retórica.
Los márgenes no tienen normas o reglas claras, a diferencia del sujeto que envuelven. Son territorio de humores donde las mímicas se aceptan hechos. Un espacio de holgura en el que la imposición marca los límites, si hay.
La ilegalidad del proceso alrededor de los libros de texto no es tan distinta a otras instrumentaciones de Palacio. La Guardia Nacional, la deforestación causada por un tren, el rechazo a resoluciones de autoridades.
El margen se extiende en México a conveniencia. Es la relativización vuelta política pública. Al margen de la verdad y de la ley, una ministra de la Suprema Corte sigue portando toga. El Presidente se dice víctima de violencia de género y es válido para su gobierno hablar de transparencia, mientras reserva la información que presume abierta.
El conjunto de síntomas refleja la ceguera y el cinismo de un gobierno sin la ética para distinguir sus transgresiones. Entonces, fomenta el margen como su lugar de operación política.
Milenio, 10 de agosto 2023