No son libros sino una nueva oportunidad para mentarse la madre. El pleito es patético, por ambas partes. De un lado porque hicieron todo lo posible para provocar. Como suele ocurrir desde el poder, asumieron que su verdad no merecía ningún esfuerzo por convencer o consensar entre las y los maestros, las familias, entre las personas expertas en pedagogía, tampoco con el resto de la sociedad.
No es nuevo el estilo de Max Arriaga, responsable principal de la arrogancia gubernamental. Enamorado de sí mismo y de su obra mediocre, como siempre, impuso su talante sobre la hechura de los nuevos libros de texto.
Del otro lado, los detractores eufóricos aprovecharon la ocasión para exigir las cosas más disparatadas. Algunos propusieron quemar ese material y otros sepultarlo dentro de las bodegas. Ninguno de los extremos se sentó realmente a revisar el contenido en disputa. Tampoco se han escuchado los razonamientos de la docencia, la dirección de los colegios o la supervisión de las zonas escolares.
Cuando Marko Cortés, líder del PAN —con su engolada oratoria—, y Maru Campos, gobernadora corrupta de Chihuahua, son los principales detractores de estos libros, hay que preguntarse si no será que tienen algo de bueno.
Pero detrás de tan gruesa cortina de fatuidad hay otra dimensión que sí importa. Independientemente de lo que digan Max o de Marko, Maru o la invisible secretaria de Educación (Leticia Ramírez), será decisión exclusiva de las y los docentes utilizar o desechar el nuevo material.
Estamos lejos de 1940 cuando el profesorado no contaba con otro apoyo didáctico para enseñar matemáticas, escritura o historia. La realidad de 2023 es radicalmente distinta porque el libro de texto compite con una infinidad de recursos impresos y digitales, los cuales pueden colocarlo en el centro o bien en la periferia del aula.
En esta guerra cultural, la principal víctima es el concepto mismo de libro de texto, entendido como herramienta para el conocimiento, pero sobre todo como vía para implementar un plan de estudios diseñado desde el gobierno.
Zoom: si el libro de texto produce desconfianza, el magisterio preferirá utilizar otros materiales disponibles a la hora de enseñar (y quizá tal cosa no sea tan mala idea).
Milenio 7 de agosto 2023