Corría febrero de 1959 cuando el gobierno de López Mateos creó la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), para que el Estado editara y distribuyera los libros de texto de manera gratuita, básicamente para niños y maestros de educación primaria. La respuesta de los grupos reaccionarios, del Partido Acción Nacional, la Unión Nacional Sinarquista y la Unión de padres de familia (UNPF) fue inmediata y brutal, destapándose como tapón de sidra por toda la geografía nacional, apoyada con ímpetu por la gran prensa y los medios de difusión masivos.
Cristianismo sí, comunismo no rezaba entonces la frase, coronada con un pescadito. Eran pintas, volantes y letreros que inundaban bardas y afiches no sólo en la ciudad de Monterrey, sino en todo lo largo y ancho del país. Recuerdo que con los compas de las prepas y del partido formamos brigadas improvisadas y contraatacamos rápidamente agregándole medio en broma, medio en serio, una n al sí y una aleta de tiburón al bíblico pescado. El resultado: ¡cristianismo sin comunismo no! Lo nuestro eran apenas unas briznas de rocío frente a las turbulentas y turbias aguas del oscurantismo. Entonces, como ocurre ahora, se trataba de una campaña encabezada por la Iglesia católica y la inefable Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) contra los libros de texto gratuitos, cuyo principal objetivo no eran los libros, ni mucho menos la educación en sí, sino el rechazo bastante orquestado contra un proyecto educativo que impulsaba la educación laica y la defensa del artículo tercero constitucional, al considerarlos instrumentos de adoctrinamiento comunista y de lavado de cerebro de los infantes. Sin duda, tal oposición afectaba y afecta las oportunidades para que hijos de trabajadores pudieran acceder de manera gratuita a una educación con libertad y con una mentalidad abierta, no confesional.
Pero también durante el Movimiento del 68 se dieron acusaciones similares al considerarlo una confabulación comunista, entre otras cosas, porque se izó una bandera rojinegra durante una de las marchas en el Zócalo capitalino o se invocaban las figuras del Che Guevara, de Zapata y de Ho Chi Mihn. Como escribió el clásico marxista en El dieciocho brumario: la historia se repite, unas veces como comedia, otras como tragedia.
La Jornada, 7 de agosto de 2023, p. 2.