En medio de esta discusión reciente sobre los nuevos libros de texto, parte del nuevo sistema educativo de este gobierno, acudí a Manuel Gil Antón, uno de los más inteligentes investigadores sobre los asuntos de educación en el país, hoy en el Colegio de México.
Hablamos, sí, del absurdo de guardar cinco años la información sobre cómo se hicieron los libros o la discusión y consulta sobre la llamada Nueva Escuela Mexicana o de los puntuales errores que se han exhibido. Centramos la conversación en otro asunto. Lo que ha propuesto este gobierno es una transformación profunda en el sistema pedagógico, transformación que Manuel aprueba y elogia. Pero cómo se logra tal cambio.
Me dijo Manuel: “Para decirlo en síntesis, es la propuesta de que todos los niños, niñas y adolescentes mexicanos asistan a una escuela activa en la cual no esté fragmentado el conocimiento, sino que se aprenda a partir de proyectos, problemas que ellos viven, que se viven en el mundo y que a través de ellos se incorporen los conocimientos que antes incorporaba fragmentariamente por materias. Ese asunto, ese sobre el cual descansan luego los libros de texto, los programas, etcétera. Si no entendemos que ese cambio, de esa magnitud, es el que está en juego, nos quedamos por las ramas, como se dice, y no entendemos que creo que la discusión nacional tendría que ser esa. Y, sobre todo, ¿a qué ritmo hacemos esa transformación?”.
Recuerda Manuel que hace varios años, cuando trabajaba en Chiapas promoviendo una nueva forma de educación, un día “me llamó un comisario ejidal para decirme que querían correr al profesor. Lo querían despedir porque llevaba un mes en que no oían cantar las tablas ni decir mi mamá me mima. En las comunidades se tiene una expectativa sobre la escuela y ahora la expectativa sería diferente. Ya no van a cantar las tablas, quizá van a usar regletas o ábacos. Maravilloso. Este proyecto pedagógico que puede ser tan positivo no ha tenido la pedagogía social para entenderlo y se ha centrado en calificativos de parte de unos y otros. La pregunta es: ¿se han dado los pasos suficientes para que las maestras y maestros —2 millones en todo el país— estén listos para otro modelo educativo? ¿Están en condiciones de coordinar una cosa tan compleja? ¿Están listos los padres?”
Ayer le preguntaron a la secretaría de Educación Pública. Dijo que sabían que era un reto, pero que por lo pronto habrá una semana de formación. La prisa.
Milenio, 9 de agosto 2023 p.2