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Viernes, Abril 19, 2024

Bienvenido a este mundo, Fabio, porque mientras haya niños, tenemos esperanza.

 

El dilema de las redes ( Orlowski, 2020) es un documental que nos pone a pensar en muchas cosas que tienen que ver con nuestra identidad, privacidad, albedrío, pensamiento, preferencias, decisiones, gustos, enajenación, ensimismamiento, ingreso a una realidad virtual diseñada para manipularnos, vendernos, conducirnos, asustarnos, cautivarnos. Parece un mero juego de adjetivos, pero el fondo es que internet, en sí misma, una formidable herramienta de los tiempos modernos que revolucionó las formas de comunicación y acceso a las más diversas fuentes de información, gradualmente, ha sido explotada por plataformas o empresas que han obtenido una rentabilidad inusitada. ¿Qué hay de malo en ello? Nada, si nos atenemos al mundo mercantil en el que vivimos. El problema está en cómo se han expandido ciertas empresas como Twiter, Google, Instagram o Facebook. La gran mayoría de nosotros hemos ocupado, al menos alguna de ellas ya sea para resolver un problema concreto como puede suceder con el buscador de Google, para mandar un mensaje corto o consigna a través de Twiter; o Facebook  para interactuar, informar, obtener o proporcionar información o para enterarse tanto de vacuidades como de cuestiones de interés indiscutible.

No voy a hacer una crónica ni una crítica del documental, simplemente, lo tomaré como pretexto y oportunidad para hablar de la libertad, la ciudadanía, la enajenación y el producto en que nos hemos llegado a constituir quienes, en buena medida, utilizamos las redes.

La libertad es, desde mi punto de vista, el valor más alto al que puede aspirar la humanidad; es más, no debiera aspirarse, tendría que ser esencial a la vida. No obstante, a lo largo de la historia se nos ha regateado o enajenado, tanto por el poder político como por la voracidad de ciertos estratos o grupos que se arrogan la superioridad racial, de estirpe, militar o económica, sometiendo a los más débiles. La esclavitud tiene muchos rostros.  De ahí que numerosas luchas sociales, por no decir todas las que verdaderamente lo son, han sido por la emancipación, la independencia, la conquista de derechos fundamentales. ¿De qué libertad dispone, de entrada, un niño en situación de calle? ¿De qué hablamos cuando pensamos en la trata de mujeres? ¿Qué libertad es aquella que descansa en un modelo político y económico profundamente desigual e injusto? Hay muchos rostros de la esclavitud, hay muchas formas de estar encadenados.

En términos de lo que plantea el documental, ¿qué tan libres somos al utilizar las redes sociales? ¿Qué tanto elijo los contenidos o qué tanto las grandes empresas que están detrás de ellas me eligen como producto? Soy el producto de una inteligencia artificial que mediante algoritmos me sugiere, me invita, me orienta e induce mi orientación política. Claro, habrá quienes en este momento estén pensando que ello es imposible si el usuario tiene bien cimentada su ideología, pero el hecho es que mucho de lo que se ofrece en la red –no solo los productos comerciales-, sino incluso los perfiles políticos, la acreditación o desacreditación de éstos, influye, necesariamente en la orientación del voto, como pudo verse en la campaña de Trump contra Hilary Clinton a quien las redes se encargaron de desacreditar como corrupta, inclinando significativamente la balanza hacia Trump. No voy a entrar en (des)calificaciones hacia uno u otra, pero el hecho es que influyó. El miedo es una de las armas que se utilizan en las redes para combatir a cierto candidato. Las famosas fake news sirven mucho para tal efecto, desvirtuando a uno y ensalzando a otro. No solo en Estaos Unidos, por cierto. La influencia de las redes tiene una penetración universal y están puestas al mejor postor. Ahora los mecanismos de dominación y expansión del imperio norteamericano tienen otro tipo de armas a su servicio.

En ese espacio de socialización, información, banalización o análisis de la realidad se encuentra el ciudadano promedio, quien muchas veces es presa fácil de los mensajes lanzados para inducir sus preferencias o encaminar su indecisión política. El juego de miles de millones de dólares tiene en este mercado un lugar ideal para hacer campaña todo el tiempo. Lo importante es mantener atrapado a los usuarios, mediante mecanismos que parecen inocuos pero que penetran las fibras más sutiles del inconsciente. En el documental, por ejemplo, habla quien creó el concepto del like/me gusta y confiesa que no imaginó hasta dónde llegaría, al grado de despertar una sensación de reconocimiento en aquél que tiene más likes o de frustración y desvalorización (sobre todo en adolescentes) cuando en una foto de perfil, por ejemplo, no obtienen la respuesta que esperaban.

Una sociedad fuerte requiere de una ciudadanía madura, libre, informada y crítica que sea capaz de descifrar la realidad, de cuestionar las acciones de gobierno o de apoyar aquellas que signifiquen estabilidad, crecimiento y justicia; de proponer alternativas,  de emprender iniciativas sociales que, eventualmente, la hagan transitar hacia mejores estatus. Mucho me temo que parte de esa nueva ciudadanía se está gestando en las redes sociales, y no, no es pretender escapar a una realidad diferente, propia de los tiempos actuales. De hecho, yo soy un usuario constante de ellas. El hecho es que no siempre, ni la mayoría de las veces, la gente contrasta la información, lee los textos que se ofrecen ni busca en otras fuentes. Se recibe, se asume, se cree y, en ocasiones, produce seres enajenados, fanatizados que reproducen esa seudo información que introducen a un mundo polarizado, nunca crítico, incapaz de encontrar los grises que hay en una u otra postura política y que, incluso, pueden llegar a inhibir la construcción de alternativas, de otras vías de emancipación.  Un mundo de adhesiones virtuales que, eventualmente, se traducen en votos desinformados o inducidos desde la vacuidad más perversa.  

Un punto muy interesante es cómo los datos de los usuarios, que tendrían que ser confidenciales, llegan a todo tipo de organización política o comercial, con las consecuencias terribles que implica para la salud, la intimidad y la libertad de los individuos y la repercusión en la composición de las tendencias y orientaciones políticas de la sociedad.  ¿Somos libres a la hora de elegir? Tal vez, luego entonces, las preguntas debieran ser: ¿Qué tan libres somos, ¿qué tanto mi voto está inducido por un mecanismo complejo, que no siempre comprendo? ¿Qué tanto de mi ciudadanía se ha enajenado como usuario de las redes sociales?

Deberíamos pensar un poco en la responsabilidad que tenemos como padres, como maestros o, simplemente, como adultos y ciudadanos para encauzar el uso de las redes sociales. Enseñar que no hay absolutos, que no hay verdad sino verdades, posibilidades; hechos, diferencias,  no prejuicios que quisieran linchar al disidente o al diferente. Las redes son una gran posibilidad para crecer, sí y solo sí, estamos del lado del juicio y la tolerancia, si vemos en ellas el espacio para debatir respetuosamente y crecer a partir de la diferencia de opiniones.  De pronto, parece lo contrario: un ring en el que se lanzan descalificaciones sin sustento (hacia uno y otro lado; para todos los lados), en donde no hay análisis: simplemente una realidad maniquea, que ve al diferente como enemigo al que hay que aniquilar, más con rabia y frustración que con argumentos sólidos y bien fundamentados, para el lado que sea.   

Ya cuando la televisión fue cuestionada, hubo inteligencias como la de Giovanni Sartori (1997) ”Homo Videns: la sociedad teledirigida”, que nos habló de procesos parecidos a los que ahora vivimos con las redes, pero nos sugirió y ofreció alternativas para rescatar las posibilidades que siempre pueden derivarse del uso de las tecnologías.  Aprendamos a pensar, reeduquémonos. Las redes no van a desaparecer y en tanto no haya legislación que las regule, debemos equilibrar sus potenciales efectos perniciosos, con un atributo que nos distingue de las otras especies vivas y que a veces dejamos de lado: el pensamiento libre y sin prejuicios. Reeduquémonos,  Enseñemos a pensar.  Es la mejor alternativa que siempre tendremos para salir de cualquier crisis.

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Sacapuntas

José Ramón Saborido Loidi

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Usos múltiples

Lilia Mónica López Benítez
José de Jesús González Almaguer y Norma Olivia Matus Hernández

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Sentido Común

Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Deserciones

Mirador del Norte

Sala de maestros

Fernando Escalante Gonzalbo
Karla Daniela Domínguez Gudiño, Daniel Flores Salgado, Elia Karina Girón Ramírez y Maythé Tello Corona

Maestros en la Historia

Ignacio Manuel Altamirano

Tarea

Emilio Gómez Ozuna
Anónimo
José Emilio Pacheco
José Luis Mejía
Roberto de Jesús González Ugalde
José de Jesús González Almaguer
Melody A. Guillén

Cuadro de Honor

“pálido.deluz”, año 10, número 121, "Educación Superior en México: Entre brechas y desafíos", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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