La formación en educación básica puede fortalecerse desde diversas metodologías. Particularmente considero que una estrategia educativa de corte sociocultural puede darnos la posibilidad de favorecer el aprendizaje si retomamos las actividades culturales que en general se encuentran inmersas en las acciones prácticas cotidianas de los educandos.
Esta estrategia pretende responder a la distancia o brecha reflejada en los grupos sociales, debido a que la escuela moderna promovió la marginación de los conocimientos y experiencias locales al enfatizar al individuo racional como la unidad básica de la sociedad, estimular el antropocentrismo, impulsar la fragmentación del conocimiento y promover estándares universalistas y el credencialismo en la creación de una escuela única.
Estos aspectos perseguían un objetivo civilizador, pero cayeron en un exceso que llevó a la pedagogía y al contenido curricular a promover una práctica educativa positivista que establece la separación física y epistemológica entre la escuela y el medio ambiente natural, al grado de ubicar a la naturaleza como una externalidad ajena a los sujetos, como un espacio que debe ser conquistado y explotado (Arenas y Cairo, 2009).
Enfoque Sociocultural
Esto nos lleva a pensar una estrategia de trabajo que atienda tal situación en el mismo nivel en el que se abrió la brecha escolar: el aula. De entre diversos enfoques se elige el sociocultural porque permite reducir esta brecha, no sólo entre la escuela y el mundo natural sino que además, entre el interior y el exterior de la escuela, es decir, se parte de las construcciones socioculturales útiles y prácticas para las familias y sus comunidades para la formación de las personas.
El supuesto con este enfoque es que si los alumnos aprenden a incorporar los conocimientos de sus prácticas cotidianas, culturales y sociales, como referentes válidos junto a los conocimientos escolares, es posible reducir su compartimentalización y lograr mayor integración.
Para lograr el éxito con este enfoque son necesarios ciertos aspectos de operación. Por ejemplo, es necesario que el responsable del proceso educativo entienda la diferencia entre la diversidad de roles que puede tener un educador. Si se asume como ser docente (teniendo en cuenta que su raíz latina docere significa enseñar) designa, en el sentido estricto de la palabra, a la “transmisión de conocimientos”.
Otra opción es asumirse como facilitador, que si bien su intención inicial fue hacia la mejora de las relaciones personales y de comunicación, ahora se ha distorsionado hacia la concepción de ser un “conductor de dinámica de grupos”. Finalmente, puede asumirse como educador, (su raíz latina educere, de educir), significa sacar a la luz, logrando con ello ceder el protagonismo en el proceso educativo al alumno para que desarrolle sus potencialidades. Esto quiere decir que el educador, para poder concretar los aprendizajes en la práctica, utilizando el enfoque sociocultural, debe tener claridad en su rol, como la primera de las funciones requeridas para operar este proceso.
Otro aspecto de operación es su dominio en cuestiones técnicas y teóricas. Para ello, autores que continúan trabajando en la línea de Vygotsky, han profundizado en técnicas y teorías mediante investigaciones que están descubriendo alternativas para acortar el camino entre los aprendizajes meramente escolares y los que se forjan entre la casa, el entono y la escuela. Regresaremos a este tema más adelante.
Un tercer aspecto, es la construcción de una relación de confianza entre el educador y sus alumnos. El trabajo del educador consiste en diseñar y ejecutar la secuencia didáctica mediante la cual sus alumnos reconocerán la importancia de aquellos aprendizajes que han adquirido fuera de la escuela, sin la guía de un maestro y de manera totalmente informal, es decir, educir aquellas experiencias prácticas manuales en las que los alumnos son expertos y que se pueden convertir en herramientas educativas, tanto para ellos como para el educador, con las que lleguen a descubrir y desarrollar nuevas potencialidades.
Con ello, el educador inicialmente ayudará a sus alumnos a aceptar lo irrepetible y original de su propia existencia dentro de un contexto histórico, para finalmente extraer de ellos la riqueza personal y aprovecharla en el proceso educativo. Con este proceso no les enseñamos que son importantes, más bien aprenden a caminar en un camino, un método, para redescubrir por sí mismos que son importantes en diferentes circunstancias.
Fondos de Conocimiento
Desde esta óptica, la tarea del educador en este proceso es identificar los recursos socioculturales de los alumnos y diseñar la estrategia general de intervención pertinente para que ellos puedan convertir sus recuerdos en herramientas del propio proceso de aprendizaje. Hasta aquí dejamos, por el momento, algunas consideraciones introductorias, pero necesarias para el enfoque sociocultural, porque no me gustaría que recordarán su acercamiento a los Fondos de Conocimiento (FC) como algo meramente teórico, más bien me quiero compartir ahora con ustedes algunos recuerdos de los avances que hemos logrado en este tema en la CDMX.
Recuerdo que, por allá del año 2009, mi primer acercamiento con los FC fue vivenciando en una sesión de manera práctica en el taller de tesis dirigido por la Maestra Nancy V. Benítez[1] de la Maestría en Educación ambiental, en la Unidad 095, perteneciente a la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). En esa ocasión los integrantes del taller fuimos los invitados a conocer y trabajar nuestros propios FC.
Pero ahora que lo pienso, creo que había una doble finalidad, primero porque la intención de la Maestra Nancy era que conociéramos esta estrategia para usarla en nuestra labor docente, pero sobre todo, creo que estábamos tan estresados, desmotivados y casi vencidos antes de concluir la tesis, que ella estaba buscando una forma de levantarnos la moral, las ganas, el ímpetu y la autoestima para convencernos de que éramos capaces de titularnos.
En fin, la sesión aún no iniciaba y las dudas en mi mente no se hicieron esperar. Las primeras preguntas que cruzaron por mi cabeza eran sobre qué son los Fondos de Conocimiento, de dónde habían salido, a quien se le ocurrió, cómo se enseñan, cómo se aprenden, cómo se dirigen, cómo se usan, cómo funcionan, de dónde se sacan, cómo se convence a la persona que existen, que los tiene y que los puede utilizar para su beneficio.
Ese día asistimos alrededor de diez personas al taller, nos sentamos como siempre, en dos bloques de mesas compartidas que se encontraban en los costados de un salón rectangular, con ventanas que más parecían salida de emergencia, en un cuarto piso, para los que no habían leído el texto de tarea. Separando estos bloques de mesas, había un pasillo de por medio que, a los alumnos, nos permitía mirarnos frente a frente en los debates ambientales y, a los catedráticos, caminar lenta pero desafiantemente para acecharnos con alguna reflexión profunda. En el extremo del fondo, había un pizarrón blanco que se utilizaba también como pantalla del video proyector y en el extremo contrario, otro pizarrón blanco, utilizado para los apuntes y explicaciones de los catedráticos, que junto a la única puerta, daban la sensación de que ante un siniestro, los catedráticos debían salir primero. Bueno, al menos así lo recuerdo.
Prosigamos. También recuerdo que la Maestra Nancy inició con una lluvia de ideas sobre el texto de Luis Moll que nos había quedado de tarea acerca del tema. Después, y para no alargar la espera, comenzó a platicarnos uno de sus recuerdos de la infancia, relacionado con una actividad que su abuelita le había enseñado a hacer. En ese momento, y como suele pasar generalmente, mi memoria se dispuso a escarbar, evocando recuerdos que tenían similitud con la narración escuchada. Y creo que eso le sucedió a mis otros compañeros, porque después la Maestra Nancy nos pidió que compartiéramos alguno de nuestros recuerdos y pasó algo interesante.
Mientras la maestra hablaba, mi memoria trataba de evocar un recuerdo de una actividad manual que hubiera aprendido fuera de la escuela, pero que al realizarla, implicara la reducción de los gastos económicos de mi familia. Y por fin, en mi turno a la palabra, compartí que mi abuelito Margarito (QEPD) me había enseñado a usar herramientas, como la tan necesaria pala en un día que teníamos que sacar el estiércol del corral de los toros. A mis 10 años de edad yo lo hacía como podía, pero él me corregía, poniendo sus manos sobre las mías para guiar el recorrido que debía seguir la pala para aventar su contenido al lugar deseado, sin que continuara haciendo el reguero de estiércol por doquier. Poco a poco y, por cierto con muchas y cansadas repeticiones, logré dominar la pala y ser en ese momento, motivo de satisfacción de mi abuelito. Que buenos recuerdos.
Y no sé si fue coincidencia o qué fue, porque los recuerdos compartidos de todos mis compañeros tenían relación, directa o indirecta, con lo que la maestra nos había compartido. Ella no dijo de qué debía ser el recuerdo, pero de alguna manera nuestra memoria buscó, de entre los montones y montones que tenemos almacenados, un recuerdo que nos hiciera empáticos al recuerdo de ella. Considero que esta interesante coincidencia o lo que haya sido, fue lo que me enganchó con el tema de FC, al grado de llegar a preguntarme cómo lo podría adaptar a mis estudiantes de secundaria, para el aprendizaje de las ciencias.
Conforme avanzó la sesión, se fueron aclarando las dudas y, en lo personal, me agradó participar en esta actividad, pero sobre todo, saber que hay personas como la Maestra Nancy y especialistas en materia educativa y sociocultural como Luis Moll[2] preocupados por estos conocimientos y saberes culturales, que corresponden a las formas en que hacemos nuestras actividades, intentando reposicionar el valor que al parecer han perdido en la sociedad y sobre todo en la educación.
Al finalizar la sesión, y gracias al ejercicio con este tema, pude concluir que había olvidado gran parte de los valiosos aprendizajes adquiridos fuera de la escuela, sin la guía de un profesor y, además pude recordar el valor que habían tenido esos conocimientos prácticos a lo largo de mi vida. En otras palabras, ya me había acostumbrado a pensar que la única manera de aprender, era en la escuela frente a los profesores, pero ese día con los FC recordé que la mayoría de mis conocimientos prácticos se concretaron al enfrentar la vida, sin un profesor formal.
La segunda vez que observé la actividad de FC, fue también con la Maestra Nancy, dentro del contexto del Foro de Pueblos Indígenas en Papantla, Veracruz, 2009. Lo trabajó en la modalidad de taller, lo que significó que sus talleristas fueron miembros de algunos de los pueblos asistentes a ese encuentro y de edades muy variadas.
De camino hacia Papantla, me preguntaba cómo sería la organización del taller de FC en un espacio abierto, cómo deben estar sentados o acomodados para que funcione, qué tipo de ropa o vestimenta debe usar el conductor del taller en un contexto de pueblos indígenas, cómo lograr generar confianza para que las personas en este contexto compartan la riqueza de y en sus saberes, cuál debe ser el propósito de esta sesión, qué puede lograr el educador con la aplicación de esta estrategia y, lo más importante, qué pueden lograr los participantes al trabajar sus FC.
Estas respuestas, nuevas interrogantes y sobre todo más recuerdos los encontrarán en la siguiente entrega de Fondos de conocimiento, que por su utilidad en el aprendizaje de la educación ambiental y las ciencias se ha convertido en una línea de trabajo, intervención e investigación de quienes inspirados por la Maestra Nancy V. Benítez Esquivel y los trabajos de Luis Moll, Arenas y otros interesados en el tema, hemos encontrado una forma más de pasión en la educación y particularmente en la educación ambiental.
[1] Profesora y educadora ambiental miembro del colegio de posgrado de la Unidad 095 de UPN.
[2] Luis C. Moll, Ph.D. Profesor, Department of Teaching, Learning & Sociocultural Studies. College of Education. University of Arizona, Tucson.