Educación Superior, ese final del gran embudo que es la educación en nuestro país, al que ingresa una inmensa cantidad de niños a nivel básico, pero que sólo unos cuantos adultos culminan una carrera universitaria.
Durante décadas esta ha sido la realidad mexicana, propiciado principalmente por la desigualdad económica existente, las deficiencias del propio sistema educativo, así como por la misma cultura que se ha creado en torno a los beneficios de dicha educación.
Por ello me parece importante profundizar en el papel que ha tenido el sistema educativo en estos últimos años, ya que, contrario al propósito que debería tener, al paso del tiempo sólo se ha encargado de perjudicar la formación integral de los estudiantes.
Desde hace ya varias décadas, en la Educación Básica la reprobación es prácticamente inexistente. Cuando un maestro pretende realizarla se le piden infinidad de pruebas para respaldar su decisión, pero sintiendo que no es suficiente, se agregó como condición contar con la aprobación del padre de familia, minimizando así el trabajo del profesor, y olvidando que es él quien conoce las razones por las que sugiere tal medida.
Aunque podría creerse que esto no tiene nada que ver con la formación superior, pienso que, por el contrario, es un punto medular pues debido a ella muchas veces los estudiantes son promovidos a los grados siguientes sin tener consolidados los aprendizajes básicos del curso anterior. Considerando que la educación se da de forma gradual, donde los conocimientos previos son la base para la construcción de los nuevos, resulta casi imposible que los alumnos puedan continuar aprendiendo con los mencionados vacíos.
Está situación también les genera la idea de que no es necesario esforzarse, pues su promoción está asegurada. Ello ocasiona que al ingresar a la educación superior, muchos estudiantes se frustren ante la presión normal que ejerce estudiar una carrera o que al reprobar una materia no sepan cómo afrontar tal escenario.
Otro punto importante es el impacto cultural que tiene cursar este nivel educativo, pues gran parte de la población no lo encuentra necesario, argumento difícil de contradecir cuando muchos profesionistas toman empleos informales o se desenvuelven en actividades ajenas a su carrera, ante la necesidad de sobrevivir.
A esta situación se agrega la relevancia de conseguir un título universitario en el mundo actual, donde los jóvenes están aprendiendo que su futuro no está en la escuela, ni en la formación profesional, sino en las redes sociales. Así vemos que muchos de ellos invierten su tiempo en crear cuentas en diferentes plataformas donde comparten sus vidas, intereses, problemas, consejos e incluso brindan sus opiniones acerca de diversos temas, aunque no conozcan realmente sobre ellos.
Así, el gran reto de la educación superior en nuestro país es vencer estos obstáculos. Por ello, se requiere transformarla en un espacio de crecimiento personal y profesional, que facilite a los estudiantes ampliar sus horizontes y consolidar sus herramientas para desenvolverse en este difícil mundo.
Tal desafío exige la transformación del sistema educativo, en general, para lograr así congruencia entre los diferentes niveles que lo conforman y también, que los estudiantes puedan generar un verdadero deseo de aprender. Esto facilitará que se interesen en su desarrollo como medio para continuar construyendo los aprendizajes que les posibiliten entender e interactuar con el mundo actual y no sólo vivir su formación como un trámite necesario en la búsqueda de un empleo bien remunerado o como parte del estatus social.