Está demostrado que las campañas de divulgación, concienciación y sensibilización dirigidas a la población tienden a cumplir un papel importante en la formación de una conciencia general en valores y compromisos.
Significa que cuando su diseño, duración y oportunidad son las correctas, se espera que los resultados obtenidos sean satisfactorios.
En el terreno ambiental hemos visto una gran diversidad de campañas, tanto en enfoques como en los temas elegidos, y a juzgar los comportamientos generales de las personas, hay muchísimo por hacer.
El primer gran desafío que se nos presenta se asienta en la base misma del problema. Nos cuesta enormemente darnos cuenta de que cada uno de nosotros somos parte inseparable -y consecuencia evolutiva- de la biosfera (sector del planeta donde existe vida). En otras palabras, nuestra existencia deviene de la de nuestro pequeño planeta. Y aunque nuestra especie ha demostrado un extraordinario éxito en materia de adaptación ambiental a la diversidad de ecosistemas y biomas, de ninguna manera nos aleja de nuestra dependencia absoluta a su homeostasis.
Es como si nuestro cerebro quisiera tomar distancia, descuidar o prescindir del resto de los órganos y aparatos que conforman nuestro cuerpo. El resultado sería muy negativo.
Dicho esto, creemos importante subrayar que aunque debemos sentirnos muy satisfechos por los extraordinarios avances científico y tecnológicos que hemos logrado (gran desarrollo de la noósfera -nuestro medio intelectual-) al mismo tiempo es muy inteligente no perder de vista nuestra pertenencia a eso que llamamos popularmente “naturaleza”; una realidad muy dinámica, compleja, regida por fuerzas incontrolables y responsables de la existencia de todas las formas de vida que habitan la Tierra.
“Cuidemos nuestro planeta”, y tantos otros slogans similares, sintetizan ese promocionado mensaje, aunque al acostumbrarnos a escucharlo una y otra vez, parece estar vaciado de contenido.
Como en todo trabajo de sensibilización y concienciación a largo plazo, resulta esencial mantener la actualización y variación de los mensajes.
En ese sentido creemos que se nos presenta una buena oportunidad con la creación del Ministerio de Ambiente.
Además de la diversidad de responsabilidades técnicas que le competen, debería impulsar un trabajo sostenido, eficaz, actualizado y entretenido de difusión y divulgación ambiental.
Aunque a simple vista esta tarea parece sencilla, no lo es. Debemos aprender de los errores cometidos.
¿A qué nos referimos? Veamos a un ejemplo. Sabemos que el agua dulce es el elemento esencial para nuestra existencia y del resto de la vida. También sabemos que es un recurso finito y muy fácil de alterar y dañar. A pesar de ello todos los días y en casi todas las circunstancias lo administramos con notorio descuido, desperdiciándolo o contaminándolo.
Cuesta explicar nuestro comportamiento en este tema y tantos otros. Lo cual nos induce a pensar que estamos fallando en lo que hacemos en el terreno educativo y comunicacional; y no por falta de acciones.
Es por tanto un desafío que exige mayor esfuerzo y lucidez. Hay que determinar dónde estamos fallando para corregirlo y promover compromisos individuales y grupales que nos posicionen como mejores custodios de la biosfera.
Columna publicada en el diario El País de Montevideo el 26/8/2020