Joan Didion: ¿leer ayuda a vivir?
Nunca he leído a esta escritora. Supe de ella a través de las noticias literarias y porque me llamó la atención que su única hija se llamara Quintana Roo. En alguna ocasión pedí dos libros de ella a una conocida librería internacional, pero por alguna razón no llegaron a mi domicilio.
La escritora estadounidense contó en 2005, en un relato convertido en un clásico, el año que perdió a su marido y que su hija estaba en coma.
Marie-Laure Delorme
Le Monde
Traducción Gabriel H. García Ayala
Ella lo sabe: “Puede parecer extraño encontrar consuelo en un libro sobre luto y dolor. Cuando Le Monde le preguntó a Monica Sabolo, durante la pandemia, cuál era su libro de cabecera, la autora de Summer citó El año del pensamiento mágico, de la estadounidense Joan Didion. Señaló que a veces incluso se detenía en las primeras líneas, ya que uno puede deslumbrarse con un haz de luces brillantes: “La vida cambia rápidamente. La vida cambia en el momento. Nos estamos preparando para la cena y la vida tal como la conocemos se detiene."
En El año del pensamiento mágico, "libro del año 2006" en los Estados Unidos, coronado con el Premio Nacional del Libro, Joan Didion cuenta el año en que perdió a su esposo y cuando su hija cayó en coma. La escritora trata de escapar en el "pensamiento mágico" mientras nosotros, lectores, permanecemos en el incesante análisis del duelo. Mónica Sabolo tiene razón. La historia transmite una fuerza increíble. La fuerza del don en el intercambio de una experiencia universal, en el amor indestructible de una pareja, en la escritura como salvaguarda contra la locura.
Finales de diciembre de 2003. Los escritores Joan Didion y John Gregory Dunne han estado casados durante cuarenta años. Están regresando del hospital, donde su hija está en coma después de una neumonía, y están a punto de sentarse a cenar. John Gregory Dunne está en su silla habitual junto a la chimenea. Bebe un whisky, lee las pruebas del libro de David Fromkin. Luego sufrió un ataque al corazón. El auxilio, el hospital, la muerte.
Racionalismo y pensamiento mágico
Joan Didion es una intelectual. Es racional. Sin embargo, la escritora sobrevivirá durante un año, estableciendo un pensamiento mágico. Joan Didion está esperando que regrese John Gregory Dunne. Ella se niega a regalar sus zapatos. Si volviera, necesitaría sus zapatos para viajar por el mundo. Ella se da cuenta de lo absurdo del pensamiento, pero el hecho no lo hace desaparecer. Desde afuera, se ve "normal" como una mujer que acaba de perder a su esposo. En el interior, espera el regreso de su esposo y teme que ya no encontrará su cordura. Porque es su objetivo, que su esposo regrese. Con la muerte de John Gregory Dunne, Joan Didion tiene, por primera vez en su vida, la experiencia íntima del absurdo.
Joan Didion escribe: “Me habían enseñado desde que era pequeña, que cuando los tiempos son difíciles, es preciso leer, aprender, revisar. Saber es controlar. Ella quiere entender. Lee a Freud, a Melanie Klein, a CS Lewis, a Thomas Mann, a Matthew Arnold, a Philippe Ariès. Novelistas, psiquiatras, poetas, historiadores, socio-antropólogos. “Lee, aprende, revisa, ve a los textos. Saber es controlar. Ella confiaba en su capacidad para gobernar los hechos hasta que su esposo murió. John Gregory Dunne a menudo le aconsejaba: “Por una vez en tu vida, déjalo ir. Joan Didion se ve obligada a dejarlo ir, en tanto que ya no controla nada. ¿La lectura ayuda a vivir? Joan Didion muestra cómo la lectura y la razón son inútiles en ese momento, pero ayudan a vivir después. Una vez que el shock ha terminado, tenemos que repensar el pasado. El dolor está circunscrito.
Escribe sobre la realidad. Frente la muerte, ella habla de lo ordinario y lo extraordinario. La autora de Democracia trata los recuerdos con cuidado, como pequeños fragmentos de vidrio afilado. Los recuerdos vuelven con sus alegrías y sus errores. Hay una multitud de pasajes abrumadores en El año del pensamiento mágico. Joan Didion, por ejemplo, se da cuenta de que no tiene una carta de John Gregory Dunne. Ella nunca se había percatado. No se enviaban cartas porque casi nunca estaban separados. Trabajaron juntos, en casa, todo el tiempo. Redescubrir lo cotidiano es, por lo tanto, redescubrir la escritura. John Gregory Dunne murió el 30 de diciembre de 2003, a la edad de 71 años. Joan Didion comenzó a escribir El año del pensamiento mágico en la tarde del 4 de octubre de 2004. Su hija murió el 26 de agosto de 2005, menos de dos años después que su esposo. La escritora relatará el drama en Noches azules, en 2011. Joan Didion no escribe para encontrar significado alguno en los dramas, no hay significado para encontrar, sino para hacer lo que sabe hacer desde siempre. Escribe sobre la realidad. Frente a la muerte, ella habla de lo ordinario y lo extraordinario.
El inglés Geoffrey Gorer explica, en Ni pleurs ni couronnes (1965), la tendencia moderna de no exponer el duelo en público para no estropear el placer de los demás en la sociedad. Es común mostrar la “admiración social” de uno a personas desconsoladas que no transmiten su dolor. Mostrarían pudor, coraje, continuando como si nada hubiera pasado. Joan Didion no pretende eso. No puede, por una simple razón: algo sucedió. El tejido del tiempo se ha roto. La escritora recuerda su incapacidad para superar el duelo y reanudar el curso de sus días ordinarios. Las oraciones analizan con precisión un año en el que resistió mientras esperaba el regreso de quien nunca volvería. La historia misma da testimonio de la vitalidad de la escritura. Joan Didion redescubre el camino de la razón a través de las palabras. De principio a fin, estamos en la literatura: Monica Sabolo lo lee y encuentra fuerza vital en él. Cerramos la historia y recordamos, como Joan Didion, las palabras de John Gregory Dunne cuando nadaban juntos y tuvieron que enfrentar la ola. Los cambios suceden y hay que adaptarse a ellos.
La serie "Paradojas del Nihilismo: La academia" es un documental chileno, dirigido por Elisabet Genoveva (Chile, 2019) que pretende visibilizar la profunda crisis que arrastra la academia universitaria en Chile, cómo sus instituciones se han convertido en espacios cerrados poco conectados con la sociedad, la forma en que se ha elitizado el conocimiento y los tabúes y secretos que las rondan.
Capítulo 1. Desilusión
Capítulo 2. Angustia
Capítulo 3. Publica o muere
Capítulo 4. Poder
Capítulo 5. Hipocresia y cinismo
A las 11 de la mañana del 16 de septiembre una comitiva sale de Dolores, la forman, según los optimistas, 600 hombres, y la acaudillan el cura del pueblo, llamado originalmente por sus exalumnos de la universidad de Valladolid, El Zorro, y los capitanes de las tropas territoriales Ignacio Allende, que tiene la nariz rota, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Joaquín Arias, que iba en condición de chaquetero y espía de los realistas, que de todo hay en la tierra del señor. Llevan 16 prisioneros.
¿De dónde han salido 600 combatientes que van a iniciar una guerra? Para alzar ese número el cura debe haberse echado horas antes el subversivo discurso en castilla, pero para sumar a indios armados, con suerte con palos, piedras o cuchillos, debe haberles hablado en lengua. Pero esto las crónicas no lo cuentan, ni las realistas ni las insurgentes.
¿Cómo están armados los demás? El proveedor de la revolución, Epigmenio González, ha sido capturado en Querétaro y se perdieron los palos para las lanzas y la pólvora que le hicieron unos coheteros. Algunos rancheros traen escopetas y machetes.
Dos horas más tarde, al llegar a la Hacienda de la Erre, se les suman los hermanos Gutiérrez. ¿Cuántos son entonces? El rumor de que se han alzado va por delante. ¿Quiénes se hacen eco de él?
Ahí comen. ¿De dónde sale la comida? Sabemos que era carne asada. ¿De quién eran las reses? El ejército avanzará por el bajío expoliando a los ricos.
Hay registro de la frase de Hidalgo al dejar la hacienda: “Adelante, señores, Ya se ha puesto el cascabel al gato. Falta saber quiénes sobramos”. El cura tiene un lenguaje florido, la noche anterior ha dicho: “la cosa está jugada, vamos a coger gachupines”.
Al atardecer del 16 llegan a Atotonilco, marchan rápido, la mayoría a pie, unos pocos a caballo, los muy menos en burro o mula, como si de la velocidad y la sorpresa dependiera el destino. El cura entró a paso certero sabiendo lo que estaba buscando en la sacristía, como quien dice a tiro fijo. «De acuerdo a preconcebidos propósitos» tomó un óleo de «regulares dimensiones» de la virgen de Guadalupe, hizo que lo desprendieran del marco y lo pusieran en una cruceta de palo y saliendo lo ondeó ante la gente. Tumulto y júbilo. El ejército insurgente ya tenía bandera, una virgen morena, la virgen de los indios. Siendo un lienzo de madera, pesaba bastante y en la vanguardia de la insurgencia tenían que irse turnando sus cargadores.
Siguen siendo 600, pocos aún. Mientras la plebe iba entrando en San Miguel gritando mueras a los europeos, el cura Balleza que había aparecido a mitad de la calle con doscientos hombres se identificó como insurgente y sacerdote. Un oficial español lo interpeló diciéndole:
—Qué padre ni qué mierda, si usted fuera padre, no anduviera en estas picardías, vuélvase o le vuelo la tapa de los sesos.
No duró mucho la resistencia de los gachupines. Por cierto, que de cincuenta curas que había en San Miguel, cuarenta apoyaron la insurrección y varios se sumaron al nuevo ejército. ¿Quiénes son estos curas de pueblo ilustrados, independentistas, que hacen suya la causa de los pobres? También se incorpora el regimiento de dragones de la reina, que mandaba Allende. Pasarán dos días en San Miguel, y los jefes tratarán de frenar el saqueo de las propiedades de los ricos, con poco éxito.
Al amanecer del 19 de septiembre salen de San Miguel. Ya son seis mil los insurgentes, se han multiplicado por diez. La banda de los dragones de San Miguel va tocando marchas; luego en un apretado caos los soldados que habían desertado para sumarse a la insurrección en Guanajuato, Celaya y San Miguel, mezclados con grupos de rancheros a caballo y luego la plebe, indígenas con taparrabos o con tilma, con palos, piedras, hondas y muy pocas lanzas, algunos tambores que no paraban de resonar, haciendo que la marcha se oyera a decenas de kilómetros, y mujeres y niños que han abandonado las haciendas.
Van hacia Chamacuero, luego San Juan de la Vega. Hacia la noche llegan a las afueras de Celaya. Curas imperialistas habían recorrido la ciudad con sable y pistolón llamando al pueblo a armarse sin que la plebe les hiciera el menor caso. Los gachupines de la ciudad y las cercanías que se habían concentrado allí repartieron armas a los dependientes de comercio. El ejército popular los barre. Hay una escaramuza en Puerto de Calderones; los insurgentes se apoderan de una remesa de pólvora que iba hacia las minas.
El cura libera presos, reparte monedas, quema papeles que registran deudas, llama a anegar las minas, saquear las trojes, recoger las cosechas de maíz y trigo, jalarse el ganado vacuno y los caballos, pero también los cerdos y los chivos.
El cura es duro, durísimo. Señala hacia el sur, hacia la ciudad de México, que la mayoría de sus alzados no conoce, y dice cosas como: “Su justicia no es nuestra justicia.”
El 18 de septiembre avanzan hacia Querétaro, pero cambian la ruta. ¿Será un hueso más duro de roer que Guanajuato, donde puede haber aliados? Van hacia esta ciudad. Llegan a San Francisco Chamacuero donde dormirán. Una de las familias de ricos del poblado le da al ejército la enorme cantidad de 40 mil pesos como préstamos al pago de la independencia (curiosamente les retornarán su dinero 80 años después).
El 20 de septiembre pasan por Apaseo, luego San Juan de la Vegas y Santa Rita, cerca de Celaya a donde llegan el 21. Las autoridades huyen. Se les suma el regimiento provincial con todo y otra banda de música. Se dan los primeros nombramientos: Hidalgo capitán general, Allende teniente general. De nuevo hay saqueos de casas comerciales que los mandos no pueden evitar. Dar de comer a un ejército que dicen que ahora cuenta con 22 mil personas no es cosa fácil. Se requisa dinero que escondieron los españoles en el convento de Santa Brígida.
El 23 de septiembre pasan por el Guaje, llegan a Salamanca ese día. Se les suman rancheros armados. Entre ellos uno llamado Albino García.
En el camino a Guanajuato, Allende trató de hacer una descubierta de caballería para prever malos encuentros, pero los indios que iban adelante con el estandarte guadalupano y su eterno tamborilero al lado, le dijeron que la bandera primero, luego los indios que la custodiaban, luego el cura y luego los caballos, que nada de andarse adelantando. Allende les explicó para qué servía hacer descubiertas, pero los portadores del estandarte que no deberían andar de buenos humores porque el lienzo pesaba mucho, le dijeron que se fuera al carajo. Allende intentando evitar confrontaciones consultó con Hidalgo, quien le sugirió que si quería hacer la descubierta diera un rodeo. Que para qué meterse en líos con el nuevo orden de las cosas.
El 27, en la hacienda de Jarapitío, se dice que ya son cerca de 50 mil. ¿Quiénes dicen? ¿Quién los cuenta? Y esa es la abigarrada suma de hombres, mujeres y niños, porque esto de la independencia y la abolición de las castas y mandar al olvido la esclavitud y la cárcel y las hambrunas y los miedos y las injusticias, es para muchos.
El 28 de septiembre llegan a Guanajuato pasan por la venta de la Purísima, el Estanco del pulque, luego a Marfil donde un cura gachupín les dispara desde la terraza de su casa y al llegar al rio de los Conejos lo encuentran seco, repleto de piedras de canto rodado, las mejores para arrojar, porque vuelan lejos y mejor con honda. Esas serán las armas fundamentales en el asalto a la Alóndiga donde se han fortalecido 600 realistas armados con fusiles. Esas piedras, según los testigos, muy pronto oscurecerán el cielo.
¿Por qué contar la historia de estos 12 días, aparentemente inocentes e irrelevantes en la historia de México, en los que no hay grandes batallas, no hay trascendentales discursos, no se registran importantes definiciones políticas? Porque explican bien porque muchos de nosotros preferimos hablar de Revolución de independencia y no de guerra de independencia cuando nos referimos a ella. Manque le pese a los timoratos.
El mundo llegó a su límite. La humanidad no resiste más. ¿Quién se atreve a defender este orden pletórico de injusticias, oprobios, catástrofes, depredaciones? ¿En nombre de quién o qué? ¿Qué ismo puede hoy reivindicar? Sólo queda hurgar la historia natural y la historia humana en busca de la esencia de la especie. Trazar los caminos de la degradación que condujeron a este presente para intentar remontarlo. Dos son los atributos que el proceso civilizatorio buscó desaparecer y que hoy son causa de la crisis terminal que se padece. La negación del espíritu y la destrucción de la naturaleza. Ambos fenómenos yacen en el fondo del malestar de la modernidad.
Todo ser humano, tarde o temprano, se enfrenta al desafío de reconocer su propio espíritu. La espiritualidad no aparece, sino como resultado de su enfrentamiento, no de su fuga, con el mundo. Es la respuesta del ser frente al abismo. Frente al no sentido o significado de la existencia, frente a la inconmensurabilidad del universo.
Este acto intuitivo, al que se llega no por la exploración o la investigación, sino por la revelación o la iluminación, surge de la idea de la existencia de conexiones misteriosas entre las partes de la naturaleza que forman una unidad dirigida por un proceso inteligente. De aquí nace el reconocimiento de una fuerza vital que todo lo mueve y al que todos los miembros de la especie humana se deben. Esta cosmovisión estuvo presente sin excepción en todas las culturas que conformaron a la humanidad durante sus casi 300 mil años de existencia, y fue la que permitió su supervivencia y la que dio continuidad al impulso ya trazado por otros grupos de organismos en la evolución: corales, medusas, sifonóforos, briozoarios, hormigas, termes, abejas, avispas, vertebrados y primates. Como especie social, el Homo sapiens eligió la cooperación (la ayuda mutua de I. Kropotkin) como el acto supremo, como el atributo superior, para impulsar su propia evolución. Y ello supuso vivir en un mundo encantado, en una envoltura viva, donde cada elemento natural encarnó en una deidad. Lo humano aceptó vivir en equilibrio permanente con ese impulso natural. Espiritualidad, humildad, hermandad, comunalidad, fueron valores en acción y conexión permanentes. Los mismos que aún perviven en los 7 mil pueblos indígenas del mundo distinguidos por la lengua y que, según se ha descubierto recientemente, poseen territorios equivalentes a 25 por ciento del total del planeta en 87 países (Garnett, S.T., Nature Sustainability, 2018).
La espiritualidad de los seres humanos y su consiguiente reconocimiento de esa fuerza natural fueron los dos elementos a destruir durante al menos los últimos 4 mil años de historia. Un proceso que hoy alcanza su máxima expresión en la civilización moderna, industrial, capitalista, tecnocrática y patriarcal, para la cual espíritu y naturaleza son un estorbo. El primer embate fue la conversión de la espiritualidad en religiosidad, en instituciones de poder que usaron al espíritu como pretexto. Las deidades de siempre se transformaron en dioses, luego se pasó del politeísmo al monoteísmo, hasta llegar a dioses masculinos, prepotentes e intolerantes. El politeísmo enamorado de la vida dio paso al monoteísmo fascinado con la muerte (Michel Onfray, Cosmos, 2016: 55). Las grandes masacres y los tremendos genocidios sufridos por la especie humana fueron convalidados o auspiciados por los mayores monoteísmos durante los colonialismos, fascismos, comunismos e imperialismos, y con las recientes guerras santas.
La destrucción de la naturaleza, el desencantamiento del mundo, corrió a manos de la ciencia, la nueva forma de conocer la realidad por medio de la razón, el materialismo, el análisis y la técnica. El dominio de la naturaleza fue glorificado por el científico Francis Bacon en nombre de Dios. La ciencia negó la existencia de la Madre Tierra, venerada y respetada, y en vez introdujo la idea de un sistema mecánico inanimado, la visión de una máquina (eco-sistema) a ser escudriñada, controlada, dominada y finalmente explotada. Convertida en fábrica, recurso o capital naturales, la naturaleza hoy es permanentemente violada o violentada por las acciones orientadas por la lógica del capital. Un acto patriarcal que según J. M. Naredo lo ejecuta el trabajo, la categoría masculina de la economía neoclásica.
Hoy, el panorama a la vista es la mayor desigualdad social de la historia y el mayor desequilibrio ecológico conocido de escala global (la crisis climática). Rescatar la espiritualidad y su (re)conexión de respeto hacia la naturaleza son las dos tareas centrales de todo individuo consciente. En ello están jugando un rol estratégico tres sectores: los ambientalistas, las mujeres y los pueblos indígenas. En ellos se encuentran las fuentes de inspiración y de subversión para edificar una civilización diferente.
A la memoria de Álvaro Aguilar-Ayón, su conciencia y su espíritu.
“El mundo vive el momento más peligroso de su historia”, ha dicho el principal intelectual estadunidense, Noam Chomsky, y su afirmación no puede ser más temeraria. Hoy a la crisis climática global se deben sumar el peligro de una guerra nuclear, la invalidez de los mecanismos democráticos (a Estados Unidos y a Brasil, habitados por más de 500 millones, los gobiernan dos seres dementes elegidos por sus propios ciudadanos) y el Covid-19. La pandemia no sólo ha puesto patas arriba al mundo; también ha colocado de rodillas a la humanidad por entero. La especie humana se ha arrodillado frente a un fenómeno imparable que casi alcanza un millón de víctimas y que como hemos sostenido, y ha quedado demostrado, ha sido una reacción de la naturaleza ante el conjunto de irracionalidades de los sistemas industriales de producción de alimentos, fuente última de las zoonosis. Al menos hasta que aparezca la vacuna, los seres humanos tendremos que enfrentar el temor a lo desconocido, como les sucedió a nuestros antepasados con el rayo, con las erupciones o con los terremotos. Todo el aparato hipertecnológico del mundo moderno ha quedado rebasado por los impactos de un ser invisible. Las máquinas han sido de nuevo vencidas por un organismo. ¿Hay alguna lección que aprender? Hay muchas, pero una es la central, la madre de todas las lecciones.
La civilización (industrial, tecnocrática, capitalista y patriarcal) que hoy domina buena parte del planeta se ha erigido sobre una base equivocada. Si algún atributo marca la evolución humana, ese es el de la comunalidad, la organización colectiva fincada en la ayuda mutua, en la solidaridad. Este rasgo no sólo permitió la supervivencia de la especie humana durante 296 mil años, sino que se considera una derivación lógica de la línea evolutiva trazada por las especies de animales sociales, un tema minuciosamente analizado por la sociobiología. La comunalidad, definida por P. Kropotkin (1907) como instituciones de ayuda mutua, estuvo presente a lo largo de la organización tribal, la comuna aldeana, los gremios, la ciudad de la Edad Media y hoy se mantiene como un foco de resistencia en las comunidades de las culturas indígenas y en las cooperativas (rurales, urbanas e industriales). La civilización moderna opera, en cambio, bajo una racionalidad que es el extremo opuesto. Se considera a la competencia entre individuos como el dogma mayor, una falacia construida a partir de una interpretación equívoca de la teoría de la evolución de Darwin que permitió justificar el despliegue de la propiedad privada, la concentración de la riqueza y el capitalismo.
Esta dicotomía sobre el significado de la organización social está a su vez íntimamente relacionada con dos concepciones radicalmente opuestas sobre la naturaleza. La comunalidad se finca en una idea sagrada de la naturaleza como entidad viva, como fuente de vida y receptora de los muertos, como la Madre Tierra. El mundo moderno derribó esa imagen y mediante la ciencia construyó una idea de naturaleza como sistema mecánico inanimado; una máquina a ser escudriñada, controlada, dominada y finalmente explotada. “Tanto el pensamiento animista como el mecanicista son metafóricos, afirma R. Sheldrake en su famoso libro El renacimiento de la naturaleza… pero mientras que el pensamiento mítico y animista se basa en metáforas orgánicas tomadas de los procesos de la vida, el pensamiento mecanicista apela a metáforas extraídas de maquinarias fabricadas por el hombre.” La idea de la conquista de la naturaleza es inseparable de la imaginería sexual, como han mostrado los estudios feministas, pero también de dos comportamientos totalmente opuestos.
Mientras los seres humanos aceptaron con humildad la existencia de un ente superior, producto de una intuición colectiva y fruto de una conexión directa con la vida misma, facilitaron el diálogo, la reciprocidad, la compasión y en consecuencia la hermandad que permite lo común. Es decir, espiritualidad (que no religiosidad) y comunalidad son inseparables. Bajo la pretensión de la conquista de la naturaleza en cambio el ser se tornó soberbio, y en su versión actual ( El lobo de Wall Street) individualista, prepotente, materialista y hedonista. En seres hechos para competir y vencer a toda costa, más allá de leyes, reglas, principios y escrúpulos. En maestros en el arte de la simulación y la mentira. Si el mundo está de cabeza y al borde del caos, ello se debe al dominio que estos seres sin espíritu ejercen día con día en todos los campos. Los de la economía, la política, la diplomacia, el ejército, la ciencia, la religión y la creación intelectual. Sólo los seres con conciencia salvarán a la especie. Ya lo están haciendo.
La educación superior en México enfrenta grandes desafíos por el impacto de la pandemia del covid-19, toda vez que las medidas sanitarias como el confinamiento y la sana distancia, entre otras, han alterado radicalmente el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Muchos de estos cambios llegaron para quedarse y debemos perfeccionarlos para adaptarnos a la nueva normalidad toda vez que, aun en los escenarios más optimistas, será necesario continuar con las restricciones sanitarias lo que resta de este año 2020 y principios del 2021.
Ante ello, las Instituciones de Educación Superior (IES), debemos seguir cumpliendo nuestra misión educativa, científica y cultural, ofreciendo una educación integral de calidad, incluyente y equitativa.
En este contexto, un efecto positivo de la pandemia es el de haber impulsado la transformación digital, que ya venía desarrollándose en el mundo a raíz de la cuarta revolución industrial, acelerando el uso de recursos y herramientas digitales en la educación y la investigación, entre muchas áreas más.
De esta manera, ante el surgimiento de la pandemia, el primer desafío que las IES enfrentamos fue el de cambiar rápida y efectivamente a la modalidad en línea durante el segundo trimestre del año, provocando un cambio disruptivo en el proceso de enseñanza – aprendizaje que permitió que las y los estudiantes pudieran concluir satisfactoriamente el semestre académico y continuar con su proyecto educativo o de vida.
El cambio disruptivo de la educación presencial a la educación en línea, implicó un esfuerzo extraordinario para la capacitación, equipamiento y conectividad de estudiantes y profesores, la implementación de aulas virtuales y la adecuación de los programas educativos,con el uso intensivo de las Tecnologías de la Información, Comunicación, Conocimiento y Aprendizaje Digitales (Ticcad), apoyados en diversas plataformas tecnológicas educativas y recursos didácticos como Microsoft Teams, Nexus, Territorium y Zoom.
En términos generales, este cambio ha sido eficaz y oportuno en la mayoría de las Universidades públicas y privadas. Sin embargo, no todas cuentan con la experiencia y los medios, para migrar a la educación digital. Además, aún en los casos más exitosos, no toda la población estudiantil se ha integrado a esta modalidad por lo que es prioritario garantizar la educación superior a quienes no cuentan con los recursos digitales necesarios para que sea incluyente y equitativa.
Por consiguiente, el segundo desafío se relaciona con las acciones que deben realizarse en los próximos meses para que, ante las medidas sanitarias derivadas de la pandemia y la ampliación de la oferta educativa digital, estemos en posibilidades de ofrecer opciones educativas a los estudiantes que no cuentan con el equipo necesario o no tienen acceso a internet.
Una opción es la modalidad mixta, presencial y a distancia, que puede impartirse a través de una plataforma tecnológica educativa, medios electrónicos u otros recursos didácticos.
Lo anterior conlleva la necesidad de realizar las adecuaciones necesarias en infraestructura educativa y en logística para cumplir con los protocolos de salud y medidas sanitarias como: uso de cubrebocas; aulas y laboratorios sanitizados en las que se respete la sana distancia; instalaciones en buen estado con ventilación y servicio de agua, así como el uso obligatorio de limpiadores y jabón para manos, entre otros.
Por supuesto, que el reinicio de las actividades presenciales en cualquier modalidad, está sujeta a la autorización de las autoridades de salud y educación federales y estatales a efecto de garantizar la integridad física de la comunidad universitaria.
En este contexto, el tercer desafío se relaciona con fortalecer la cultura digital y cerrar la brecha digital, que se manifiesta entre los estudiantes, entre las instituciones educativas y entre las entidades federativas.
Tendrá como resultado ampliar la cobertura y avanzar así en el cumplimiento de la responsabilidad social de hacer realidad el derecho de todas y todos los jóvenes a una educación superior de calidad, incluyente y equitativa.
Para lograrlo, y consolidar la política de inclusión digital universal, se requiere trabajar coordinadamente con el gobierno federal para el cumplimiento del artículo sexto Constitucional que establece: “el Estado garantizará el derecho de acceso a las tecnologías de la información y comunicación, así como a los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, incluido el de banda ancha e internet”.
Un avance normativo importante lo encontramos en la Ley General de Educación, que hace referencia en su artículo 85, a la Agenda Digital Educativa, establecida por la Secretaría de Educación.
En este sentido la Agenda define las estrategias y directrices a implementar de acuerdo con sus ejes rectores, en los que las IES tenemos la oportunidad de colaborar, que se relacionan con: formación docente; construcción de una cultura digital; producción, difusión y acceso de recursos educativos digitales; conectividad e infraestructura de las TICCAD; e investigación, desarrollo, innovación y creatividad digital educativa.
Por otra parte, las Universidades, debemos comprometernos a ampliar la cobertura, mantener la calidad, innovar la oferta educativa, impulsar la investigación de alto impacto e implementar una estrategia digital incluyente y equitativa.
El tema de la educación merece tratarse con la misma determinación que los relacionados con la salud y la economía, porque la educación superior es la columna sobre la que se construye la verdadera transformación de una nación y es el mecanismo de excelencia para lograr la inclusión, la movilidad social y el desarrollo sostenible.
Sin duda, el cambio disruptivo hacia la educación digital apunta hacia un nuevo paradigma en la educación superior en el que habremos de reimaginar, repensar y replantear, qué debemos enseñar y cómo debemos enseñar a los futuros profesionistas de México.
Este cambio es irreversible y a medida que avancemos en su consolidación como una modalidad del proceso enseñanza-aprendizaje y una opción educativa, iremos también consolidando la equidad, inclusión y pluralidad de una educación superior innovadora que eduque para transformar y transforme para mejorar.
Oaxaca ocupa el primer lugar con mayor rezago; Tamaulipas y Guerrero con crecimiento nulo.
Si bien en años recientes ha aumentado de manera constante la tasa de cobertura de educación superior en México, hoy es de 38.4 por ciento –lo que significa que el sistema educativo público y privado puede atender sólo a 38 de cada 100 jóvenes en edad de ir a la universidad–, también ha crecido la desigualdad del acceso a la educación universitaria entre las regiones y estados del país.
En el XIII Congreso Internacional Anáhuac de Responsabilidad Social, Jesús López Macedo, director académico de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies), explicó que hay severas disparidades y que mientras en la Ciudad de México la tasa es de 97.5 por ciento, en Guerrero, Chiapas y Oaxaca es menor a 22 puntos.
A pesar de que la tasa bruta de cobertura creció 18 puntos porcentuales en los pasados 17 años, se ampliaron las brechas entre las regiones y las entidades federativas, de acuerdo con cifras de la Anuies, que agrupa a las 197 universidades públicas y particulares del país.
López Macedo explicó que en esos años la brecha entre la entidad federativa con menor cobertura universitaria y la media nacional pasó de 11 a 18 puntos porcentuales.
Oaxaca, dijo, es el caso más emblemático. De ser la octava entidad con mayor rezago en la materia en el año 2000, pasó a ser el número uno a partir de 2011.
Tamaulipas y Guerrero, cuyos sistemas universitarios pueden atender respectivamente a 38 y 21 jóvenes de cada 100 en edad de estudiar, es decir, de entre 18 y 22 años, tuvieron un crecimiento nulo en el periodo referido.
En tanto, Aguascalientes, Querétaro, Hidalgo, Puebla y Sinaloa tuvieron un crecimiento superior a 20 por ciento.
Cifras de la Anuies indican que las disparidades también se dan entre regiones. La que presenta mayor rezago es la sur-sureste, donde se ubican Yucatán, Tabasco, Campeche, Veracruz, Quintana Roo, Chiapas y Oaxaca. Aquí la tasa media de cobertura universitaria es de 28.5 por ciento y el estado con mejores cifras es Yucatán, que con 38 puntos se encuentra debajo de la media nacional. Oaxaca es el de mayor rezago, con 20 puntos.
Si se deja de lado a la Ciudad de México y a la zona metropolitana, en donde la tasa es de 97.5 por ciento, la región del país con la mayor tasa media de cobertura es la noroeste, que tiene 42.3 puntos porcentuales, y que incluye a Sinaloa, Sonora, Chihuahua Baja California y Baja California Sur. Todas estas entidades, excepto la última, tienen tasas que están por encima de la media nacional.
La atención de estas disparidades será uno de los grandes retos de la educación universitaria en los próximos años, consideró López Macedo.
Periódico La Jornada
Viernes 4 de septiembre de 2020, p. 11
El secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, señaló que, pasado el tiempo, la decisión de continuar la enseñanza a través de la televisión y a distancia, aun en medio de la pandemia del Covid-19, se verá como un éxito que unió el país en torno a la educación.
En la última conferencia previa al inicio del ciclo escolar 2020-2021, a iniciarse este lunes, destacó que mientras otros países decidieron regresar a clases presenciales y después tuvieron que cerrar nuevamente (a causa del rebrote de la epidemia), u otras naciones que anunciaron la cancelación del ciclo escolar. En México, en tanto, decidió tomar “medidas extraordinarias”, para que un total de 30.5 millones de estudiantes de nivel de educación inicial, preescolar, básica y media superior, continuaran sus estudios y su formación.
“En las condiciones actuales, en México todos estamos haciendo nuestro mayor y mejor esfuerzo; siento que esto sin duda se va a reconocer, en el futuro, como una etapa que lejos de hacerle daño a la educación, nos unió alrededor de ella y pudimos salir adelante”, dijo.
Además, en torno a algunas críticas de grupos de padres de familia y organizaciones ligadas al Partido Acción Nacional, y otras de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en torno al regreso a clases a través de la televisión, Moctezuma Barragán citó el apoyo recibido por amplios sectores de la sociedad, incluidos partidos políticos que cedieron sus espacios de difusión, gobiernos estatales en su conjunto y cadenas televisivas, entre otros grupos.
“Siempre hay voces en los extremos que piensan distinto, eso es parte de vivir en un país democrático, libre, y nosotros respetamos, y lo más importante, es que contamos con un magisterio con maestras y maestros comprometidos con la educación de sus niñas y niños, y que sabemos que van a ayudarnos a sacar adelante el ciclo escolar 2021; seguro será un año exitoso”, declaró.
Durante la última conferencia donde se dieron a conocer diariamente detalles del regreso a clases, la intervención del titular de la SEP estuvo centrada en formular una serie de recomendaciones para madres y padres de familia en este inicio del ciclo escolar, que será a través de la televisión.
Hizo cuatro recomendaciones: establecer rutinas con horarios para los alumnos, como si estuvieran en clases presenciales, y tratarlos se seguir con seriedad y de manera responsable; acondicionar un espacio físico para estudiar; que los padres de familia o tutores hagan un esfuerzo por acompañar a los menores el mayor tiempo posible, y buscar mantener comunicación con los docentes.
En su intervención, también hizo un recuento breve de la programación, canales y características que tendrán las clases en televisión. Además, reiteró que hay 160 línea disponibles del Centro de Apoyo Pedagógico a Distancia para los niveles de preescolar, primaria y secundaria, a los que podrán recurrir los padres de familia o tutores.
El segundo de los estudios preparado por la OCDE (presentado a la SEP en enero del 2019) aborda aspectos del mundo laboral del país conectados con la educación superior. Un resumen apretado del texto, intentando captar su esencia, sería el siguiente:
Uno de los problemas más agudos de México es la brecha de productividad y PIB per cápita respecto a otras economías en el mundo
Para superar esa situación, se requiere de mayores avances en materia de productividad, pero también de competitividad, mismas que dependen de mejoras en la calidad de la educación en todos los niveles, ya que las competencias de que disponga la fuerza de trabajo son fundamentales para cualquier economía moderna.
En la educación superior se tienen retos muy específicos en materia de calidad en general, pero también en lo específico: garantizar “que los estudiantes desarrollen competencias relevantes para el mercado laboral”.
De acuerdo con lo anterior, una buena parte de las políticas educativas y laborales deberían dirigirse, precisamente, a lograr dicho incremento en la productividad y competitividad del país. En el contexto de ambas están presentes varios determinantes o condicionantes, entre ellos: a) la enorme desigualdad en el ingreso económico de la población; b) el gran peso de la informalidad; c) el predominio de microempresas e industrias tradicionales; d) la escasa inversión en investigación y desarrollo, así como en la infraestructura nacional en estas materias.
En segundo término, por lo que corresponde estrictamente a las IES, la matrícula actual de licenciatura, casi en un 50 por ciento, se sitúa en programas que no han sido evaluados o acreditados por un organismo externo. Además, “no existe una cultura sólida de aseguramiento interno de la calidad en todo el sistema de educación superior”. La educación a distancia y en línea sólo participa con el 15 por ciento de la matrícula de licenciatura, teniendo la educación privada una cuarta parte del total; una limitación enorme de esta modalidad consiste en que “la calidad de estos programas genera preocupación y no existen criterios establecidos para su evaluación y acreditación”. El servicio social, que formalmente debe dotar de capacitación como uno de sus objetivos, está operando con deficiencias toda vez que tiene una legislación confusa.
Tercero, en la interrelación de IES y aspectos laborales: Los egresados de educación superior, aparte del problema que representa ubicarse en el mercado informal, suelen estar sobre-calificados para los empleos que terminan ocupando; pero también, existe un desfase entre los egresados de educación superior, las capacidades y habilidades, frente a las necesidades del mercado laboral.
Cuarto, por lo que toca a ciencia y tecnología, la capacidad de innovación, tanto en el sistema de educación superior como en el científico y tecnológico, es muy limitada. En cualquier comparación internacional, el país va a la zaga. Así, en el indicador de investigadores dedicados a I+D, México tiene 0.7 por cada mil trabajadores, frente al promedio de la OCDE de 7.7. A todo esto, habría que sumarle el hecho relativo a que en las empresas mexicanas no existe una cultura de capacitación: según la OCDE, esto se debe en buena medida al alto porcentaje de empresas que operan en la economía informal, así como la idea de los empleadores relativa a que cualquier programa de capacitación incrementaría las posibilidades de abandono laboral en búsqueda de nuevos horizontes.
Conclusión: lo presentado por la OCDE significa una situación difícil en una materia muy sensible para el desarrollo del país a partir de una educación de calidad en todos los niveles y en la disponibilidad de una población con una fuerza de trabajo calificada. A semejanza del diagnóstico sobre educación superior, éste (relativo a su interrelación con el mercado laboral), no aporta situaciones novedosas; su mérito es la integración de elementos diversos y, en todo caso, algunas recomendaciones pertinentes para el momento actual del país. A esto se dedicará el espacio la próxima semana.
El estudio presentado por la OCDE a la SEP, en enero pasado, ilustra una situación muy sensible para el desarrollo del país: la necesidad de contar con una educación de calidad en todos los niveles del Sistema Educativo Nacional (SEN), así como la urgencia para disponer de una fuerza de trabajo mejor preparada. Tal fue la conclusión que se desprende de la primera parte de este texto (Campus 790), dedicado a exponer los problemas observados por aquella organización en las relaciones que se dan entre educación superior y mercado laboral. La entrega de hoy se propone resumir algunas de las soluciones que en el mismo documento se ofrecen, así como analizarlas, aunque sea brevemente.
El segundo campo se refiere a “ayudar a los estudiantes a tener éxito en la educación superior y en el mercado laboral”. Una recomendación sobresaliente es la relativa a fomentar la contratación de profesores que ejerzan también como profesionales y expertos en la industria. Aunque en el documento no se dan detalles, tal tipo de incorporaciones, que deberían fundamentarse en capacidades y experiencias profesionales plenamente demostradas, exigiría un estatuto especial de adscripción, distinto al del personal ordinario de cada una de las IES. Posiblemente un programa nacional en la materia sería el marco adecuado para ello, pero también, dichos profesionales deberían provenir no solo de la industria, también de los sectores primario y secundario de la economía.
El campo tres se refiere a “coordinar el Sistema de Educación Superior para mejorar los resultados y la relevancia para el mercado laboral”. Una de sus recomendaciones es destacable: “instaurar un organismo nacional que coordine las iniciativas de educación superior entre el gobierno federal y los gobiernos estatales”. La propuesta se remite expresamente a las Coordinaciones Estatales de Planeación de la Educación Superior (COEPES ), figura creada por la Anuies en 1989 y adoptada de tan buen grado por el gobierno federal que le otorgó recursos para su operación durante 15 años. El entusiasmo y acciones realizadas durante los primeros seis años fue enorme, pero después languidecieron. Actualmente todavía existen estas comisiones en varias entidades federativas (de manera notable en Guanajuato). Su defecto principal es que nunca se formalizaron debidamente. Ahora, con lo ya mencionado por la OCDE y enfatizado por el secretario Moctezuma, podría aprovecharse el proyecto de ley que ya tiene la Anuies y avanzar más eficazmente en ese terreno.
Conclusión: como se ha constatado desde la primera vez que la prueba PISA ofreció resultados para México, la baja calidad de la educación básica nacional es su talón de Aquiles. El problema se extiende a los niveles más avanzados del SEN. Para el superior, en su relación con el mercado de trabajo, la frase coloquial es muy elocuente: ‘faltan profesionales para muchos puestos de trabajo, pero también sobran muchos’. Las consecuencias sociales y personales del caso se manifiestan en el subempleo o la franca desocupación. No se pretende que haya una total sincronía entre ambos sistemas, pero también no tanta disparidad que se traduzca en dispendio de recursos públicos (o, para decirlo suavemente, en una inversión social menos productiva) o en frustraciones personales y familiares. El dato de la OCDE, y de agencias mexicanas (como Man-Power) es aún más expresivo: “cuatro de cada cinco empleadores mexicanos declaran tener dificultades para cubrir vacantes…”. Si lo propuesto por la OCDE tiene visos de realidad, habría que hacer una distinción que esa organización elude: las IES no son todas de la misma naturaleza, hay mucha diferencia respecto a las autónomas y aún entre éstas últimas.
Ante la propuesta de reducir en 95.3 por ciento el presupuesto para los planteles dedicados a la formación de maestros en 2021, académicos, investigadores y profesores normalistas, así como el pleno del Consejo Nacional de Autoridades de Educación Normal (Conaen) de todo el país, pidieron se reconsidere la iniciativa contenida en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) enviada a la Cámara de Diputados.
En ese documento se plantea una asignación de 20.6 millones de pesos para el rubro de educación normal, cuando en el presente ejercicio los recursos ascendieron a 461.4 millones.
Las decisiones que se tomen en las próximas semanas afectarán a 264 planteles públicos de formación docente en el país, que en conjunto tienen una matrícula de alrededor de 96 mil alumnos, 16 mil de los cuales pertenecen a escuelas rurales.
Hace unos días, después de la presentación del proyecto de presupuesto, se publicó en el Diario Oficial de la Federación un nuevo reglamento interior de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en el que difunde la desaparición de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación y se crea la de Educación Superior para el Magisterio, entre cuyas atribuciones está la de proponer políticas para el desarrollo de las instituciones y programas dirigidos a la formación de profesionales docentes.
La Conaen, en un documento, solicitó la creación de un programa y presupuesto específico para las escuelas formadoras de maestros que den respuesta a las demandas del normalismo presentadas en el congreso nacional que se realizó el año pasado, cuyos resolutivos hizo propios el gobierno federal y que incluyen el tema de suficiencia presupuestaria.
Ángel Díaz Barriga, académico emérito del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (Iisue) de la UNAM, y José Manuel Rendón, maestro e investigador de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros (BENM), coincidieron en que esta reducción es sumamente contradictoria con el discurso gubernamental de reivindicar la imagen profesional de los profesores.
Díaz Barriga dijo entender la difícil situación económica que atraviesa el país al grado de poder aceptar una disminución de 15 o 20 por ciento, pero conducirlo hasta 95 por ciento nos parece de poca sensibilidad y poco conocimiento de lo que este país quiere de la educación normal.
En entrevista, el experto e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel III comentó que si bien reconoce que en medio de la actual emergencia sanitaria por el Covid-19 es urgente la necesidad de invertir en salud, debido a que durante los últimos 30 años de liberalismo se dejó empobrecido a este sector sin crecimiento y sin desarrollo, en esas mismas condiciones se encuentra el sistema educativo, también con enormes y brutales rezagos.
Por su parte, Rendón –ex director de la BENM– criticó que con estas decisiones pareciera que este gobierno quiere concluir una tarea iniciada por administraciones anteriores de desaparecer las escuelas normales, pues pensar que con 20 millones de pesos se puede atender un programa de la importancia de esta tarea tiene serias repercusiones en varios sentidos.
Recordó que en los dos anteriores sexenios estas instituciones han sido blanco de un ataque sistemático por parte del gobierno, consistente en una asfixia presupuestal, en el mantenimiento de estructuras orgánicas inoperantes y mecanismos de empobrecimiento académico que incluso generaron un elevado nivel de corrupción.
El académico agregó que las escuelas normales son un terreno devastado y muy deteriorado en todos los niveles, lo cual reclamaría una política verdaderamente para su atención; parte de ello sería su fortalecimiento, desde lo económico y presupuestal, no el que impera en las actuales condiciones.
Periódico La Jornada
Lunes 21 de septiembre de 2020, p. 7
Educación Superior, ese final del gran embudo que es la educación en nuestro país, al que ingresa una inmensa cantidad de niños a nivel básico, pero que sólo unos cuantos adultos culminan una carrera universitaria.
Durante décadas esta ha sido la realidad mexicana, propiciado principalmente por la desigualdad económica existente, las deficiencias del propio sistema educativo, así como por la misma cultura que se ha creado en torno a los beneficios de dicha educación.
Por ello me parece importante profundizar en el papel que ha tenido el sistema educativo en estos últimos años, ya que, contrario al propósito que debería tener, al paso del tiempo sólo se ha encargado de perjudicar la formación integral de los estudiantes.
Desde hace ya varias décadas, en la Educación Básica la reprobación es prácticamente inexistente. Cuando un maestro pretende realizarla se le piden infinidad de pruebas para respaldar su decisión, pero sintiendo que no es suficiente, se agregó como condición contar con la aprobación del padre de familia, minimizando así el trabajo del profesor, y olvidando que es él quien conoce las razones por las que sugiere tal medida.
Aunque podría creerse que esto no tiene nada que ver con la formación superior, pienso que, por el contrario, es un punto medular pues debido a ella muchas veces los estudiantes son promovidos a los grados siguientes sin tener consolidados los aprendizajes básicos del curso anterior. Considerando que la educación se da de forma gradual, donde los conocimientos previos son la base para la construcción de los nuevos, resulta casi imposible que los alumnos puedan continuar aprendiendo con los mencionados vacíos.
Está situación también les genera la idea de que no es necesario esforzarse, pues su promoción está asegurada. Ello ocasiona que al ingresar a la educación superior, muchos estudiantes se frustren ante la presión normal que ejerce estudiar una carrera o que al reprobar una materia no sepan cómo afrontar tal escenario.
Otro punto importante es el impacto cultural que tiene cursar este nivel educativo, pues gran parte de la población no lo encuentra necesario, argumento difícil de contradecir cuando muchos profesionistas toman empleos informales o se desenvuelven en actividades ajenas a su carrera, ante la necesidad de sobrevivir.
A esta situación se agrega la relevancia de conseguir un título universitario en el mundo actual, donde los jóvenes están aprendiendo que su futuro no está en la escuela, ni en la formación profesional, sino en las redes sociales. Así vemos que muchos de ellos invierten su tiempo en crear cuentas en diferentes plataformas donde comparten sus vidas, intereses, problemas, consejos e incluso brindan sus opiniones acerca de diversos temas, aunque no conozcan realmente sobre ellos.
Así, el gran reto de la educación superior en nuestro país es vencer estos obstáculos. Por ello, se requiere transformarla en un espacio de crecimiento personal y profesional, que facilite a los estudiantes ampliar sus horizontes y consolidar sus herramientas para desenvolverse en este difícil mundo.
Tal desafío exige la transformación del sistema educativo, en general, para lograr así congruencia entre los diferentes niveles que lo conforman y también, que los estudiantes puedan generar un verdadero deseo de aprender. Esto facilitará que se interesen en su desarrollo como medio para continuar construyendo los aprendizajes que les posibiliten entender e interactuar con el mundo actual y no sólo vivir su formación como un trámite necesario en la búsqueda de un empleo bien remunerado o como parte del estatus social.