Cuando pienso en Acapulco pienso en mi infancia y en mi familia principalmente, el océano Pacífico fue el primero que conocí, yo no lo recuerdo, pero según una fuente confiable que es mi mamá, la costa acapulqueña fue mi primer contacto con el mar.
Desde que tengo memoria, las escapadas de fin de semana fueron a este precioso destino turístico. Crecí en Acapulco, aprendí a conocer otros mundos, y ver desde diferentes perspectivas, presencié los atardeceres más maravillosos junto con la compañía más bonita que es mi familia, me recuerda a mi abuela mojando sus pies en la costa Miguel Alemán o en Playa Princess; a mis primos menores jugando en las olas del mar, a mi mamá riendo junto con mi tía Dalia, a mi hermana durmiendo bajo alguna sombra, a mi papá disfrutando de esos tiempos en familia, a ir en una camioneta en la carretera con boings y sándwiches para que aguantáramos el hambre, a la tranquilidad de respirar un ambiente limpio, a el sonido del mar, al cielo estrellado, a mi jugo favorito de 100% natural. Acapulco tiene un lugar muy especial en mi corazón.
En los últimos años recordar Acapulco me hace sentir triste, después del paso de los huracanes y la destrucción que dejaron solo puedo pensar en la pobreza tanto económica como psicológica que se quedaron y las pésimas condiciones higiénicas en las que vive la gente, además del impacto turístico que éstos generaron, ojalá fuera un impacto positivo, lamentablemente no, el turismo se ha reducido y eso no es bueno para la gente que vive del mismo.
Deseo con todo mi corazón que la costa acapulqueña se recupere pronto, que las personas puedan tener condiciones salubres dignas para vivir, que la economía mejore, y el turismo se recupere.
Gracias Acapulco por regalarme esos recuerdos que atesoro con toda el alma, volverás a florecer.