El ciclón “Bridget” llegó al puerto de Acapulco el 16 de junio de 1971 a las 17:00 h, yo hacía mi tarea, cuando de pronto las hojas de papel de china empezaron a volar al igual que las láminas de asbesto, parecía que el viento arrastraba todo lo que estaba mal puesto, pero no era así, era la fuerza con que entró a tierra, en seguida todos salimos de la casa hacía unos búngalos que se encontraban sobre la misma calle. A la abuelita Isa y a mi nos encerraron en una bodega, para no escuchar la furia del huracán, pero, era inevitable percibir el estruendo del mar, el sonido del desprendimiento de los postes y el cableado. En esos momentos, llore, quería a mi mamá, moría de miedo.
Recuerdo, que cuando se percibían los vientos fuertes mis tías y sus amigas contaban chistes, reían, no sé si de nervios o porque ellas estaban acostumbradas a vivir cada año las tormentas y sus efectos. De vez en cuando se acercaban a mí a tranquilizarme con un abrazo cariñoso, la tía grande y la abuelita rezaban discretamente.
Después de la tormenta vino la calma, todos salimos a la calle, los vecinos se abrazaban dando gracias al universo de estar vivos, hubo solidaridad tanto de los acapulqueños como del país y del mundo para sacar adelante al puerto de Acapulco, continuar con la actividad turística y su vida diaria.
La Costa Chica igual sufrió los impactos del ciclón, hubo deslaves, caída de árboles, ríos y arroyos desbordados, lugares incomunicados por varias semanas por los vientos y las fuertes lluvias. Después de un período de tiempo, mi papá logró cruzar los caminos para verme, yo los visité hasta las vacaciones de diciembre para pasar la navidad en familia, por cierto, las más felices de mi vida. A partir de ahí, cuando empezaba a llover, yo a temblar de miedo, no deseaba la temporada de lluvias, actualmente prefiero no estar en la costa en esa temporada del año.
El ciclón “Bridget” duró media hora para mí fue una eternidad. Todo el puerto se quedó sin luz, incomunicados, despues del evento parecía una zona de guerra, las calles llenas de escombros como ocurre cada vez que azota un huracán en Acapulco.
Y pensar que unos días antes habíamos ido a capturar “Chiquiliques” a la playa de Hornos mis tíos y yo, lo hacíamos tanto en la primavera como en el verano, cada quien tomaba una cubetita para ir atrás de los crustáceos antes de que se enterraran en la arena, era muy divertido, porque corríamos tras ellos entre carcajadas por la rapidez en que se desplazan y dificil de atrapar, cuando terminábamos la colecta, le aplaudíamos al ganador y bailábamos una chilena.
Al día siguiente saboreábamos los platillos que preparaba la tía María con esos diminutos cangrejos ya sea en caldo, al mojo de ajo y empanizados dependiendo de la cantidad de la captura.
Pero igual disfrutaba las caminatas con mi amiga Irma por la Costera Miguel Alemán después de salir de la secundaria Dr. Jaime Torres Bodet hasta el Parque Papagayo y de ahí a la colonia Progreso, en el camino nos comprábamos una nieve de limón con el dinero ahorrado del pasaje para saciar la sed.
Así como yo y mis recuerdos, los acapulqueños hacen remembranza de varios acontecimientos como la fundación del puerto en 1531, que se le denominó Ciudad de los Reyes, en donde recibían tributos de cacao, algodón y maíz. La visita de Alejandro Von Humboldt que hizo el recorrido de la Ciudad de México al puerto, ubicó la geografía del lugar y trazó el camino en 1803.
Los acapulqueños se sienten orgullosos del monumento histórico el “Fuerte de San Diego” que tiene forma de estrella de cinco picos (pentágono) única en el país, actualmente es un museo, antiguamente su función fue proteger los galeones que arribaban al puerto de Acapulco, al final de su viaje de tornavuelta desde Manila con mercancía de gran valor como la seda, porcelana, entre otros, un comercio que duró 250 años.
Otro referente del puerto de Acapulco es “La Quebrada”, un acantilado que se formó cuando dinamitaron el cerro en 1799, para permitir la circulación del viento, se puede decir que, por prescripción médica, porque la gente enfermaba y moría por el calor, aunque la obra quedó inconclusa. Aquí los pescadores de la zona iniciaron con los clavados entre amigos y hasta 1934 se fundó la Asociación de clavadistas profesionales de La Quebrada. Los clavadistas se lanzan al mar a una altura de 40 m, en un canal de 7 m de ancho y 4 m de profundidad, a una velocidad de 90 km/h en una caída libre que dura 3 segundos en dónde deben tomar en cuenta la marea y el viento, en el momento exacto.
Así como ser los anfitriones de la “Reseña mundial de Cinematografía” por más de 10 años de 1959 a 1968, en sustitución a la Reseña Anual de Festivales Cinematográficos de Acapulco, con sedes en el Centro de convenciones y el zócalo para disfrute de la población.
Acapulco de Juárez su nombre oficial sigue siendo un lugar turístico, de talla internacional, muy visitado por sus hermosas playas, por la calidez de su población, con un paisaje único, pero asechado por temblores y huracanes tan devastadores como Otis y John.
Acapulco es para disfrutar, vivir el momento, el encanto del lugar, pero con sentimientos encontrados, porque puede haber situaciones de cambio, de alegría y tristeza, estar con los sentidos atentos, pero más alertas deben estar los tres niveles de gobierno por las zonas de riesgo que deben atender, para prevenir, evitar la inseguridad a la ciudad, a la población fluctuante y al turismo ante los fenómenos hidrometeorológicos y temblores.