Comúnmente asociamos la palabra Acapulco con ese destino turístico a donde podemos acudir para escapar de la rutina junto al mar. Ubicado a unas horas de la capital del país, muchas personas lo han visitado al menos una vez, desde los viajes meticulosamente planeados hasta las escapadas improvisadas que surgen de la euforia del momento.
Aún recuerdo la primera vez que visité este icónico lugar, tenía 9 años y, aunque no era la primera vez que iba a la playa, fue toda una aventura, ya que nunca había viajado en autobús. El viaje duró varias horas, pero pasaron muy rápido entre la película que proyectaron y los momentos en que dormité. Recuerdo la sorpresa que me llevé al descubrir que esta playa tenía la arena más rocosa, diferente a la de Tecolutla, Veracruz, que era mi playa favorita.
Al pensar en este sitio imagino un atardecer con el sonido de las olas rompiendo en la orilla de la playa mientras estamos sentados contemplando el paisaje. Nunca imaginé que pasarían más de veinte años para que regresara, pero ahora con una nueva perspectiva, conociendo más allá de la zona turística, caminando entre las calles de una de sus colonias populares, observando a la gente desenvolviéndose en el día a día, como en cualquier otra parte de nuestro país.
Observé también los vestigios que quedaron del paso de Otis, un huracán que sorprendió a todos porque, aunque los acapulqueños están acostumbrados a este tipo de fenómenos meteorológicos, se fortaleció en tan poco tiempo que no dio oportunidad de prepararse adecuadamente. La zona turística parecía estar recuperada, dispuesta a continuar albergando a los cientos de personas que llegan a visitarlos durante el año, pero en la ciudad todavía se podían observar montones de basura que esperaban ser recogidos, construcciones dañadas y sitios que no volverían a ser como antes.
Para muchas personas Acapulco representa una playa cercana a la Ciudad de México, donde no sólo pueden broncearse, sino que también les permite amanecer en sus discotecas al ritmo de diversas melodías, porque si hay algo que lo caracteriza es su espíritu de fiesta.
A esta playa se puede acudir en familia, con amigos e incluso como parte de algún evento académico, deportivo o laboral, ya que su aspecto multifacético le permite albergar a todo tipo de personas con propósitos diversos.
Mientras que para los turistas representa esa bocanada de aire fresco, para sus habitantes tiene otro significado, algunos lo asocian con las montañas que lo rodean, con los recorridos en bicicleta, las visitas a la laguna para pescar, a las reuniones en familia o a las tardes sentados a la sombra mientras charlaban y soportaban el intenso calor.
Sin importar la razón que nos lleve hacia él, Acapulco siempre será un sitio importante en nuestro país, lleno de recuerdos especiales para cada uno de sus visitantes, quienes sin importar dónde vivan estarán pendientes de cómo se encuentra y de la forma de ayudar a su población cuando se requiera.