Durante mi infancia y mi adolescencia Acapulco era el lugar del que todos hablaban cuando hablaban del paraíso. Los hijos de la clase media mexicana nacidos en los años setenta escuchamos de nuestros padres y parientes los relatos más diversos sobre el delirio hollywoodense por el puerto, sobre vacaciones de ensueño o sobre su luna de miel, invariablemente trágica y atesorada como una valiosa pieza arqueología conyugal. Todo había empezado allí. Las mujeres llegaban vírgenes al matrimonio -o eso decían- y por tanto Acapulco era la ilusión del amor, la pérdida de la inocencia y el drama de la primera noche de bodas. Flores y desfloración en un intríngulis indisoluble. Pasión entonada por cantos de aves canoras y música de tríos. Promesas y pavor, todo junto.
Beltrán, R. (2021). Acuérdate de Acapulco. Fondo de Cultura Económica.