Lo escuche en canciones, lo vi en las fotografías de mi padre y gracias a él, escuche las primeras historias, en las que se me presentaba como una experiencia que debía de vivir, o al menos llegar a sentir un poco de lo que él vivió durante su infancia al viajar con frecuencia a las costas de Tampico, ya que, al ser hijo de padres originarios de ahí, podían visitar otras playas, pero ese era siempre el camino a casa.
Me gustaba mucho escucharlo contarme sobre esos viajes de noche en la carretera, la vida de la abuela Úrsula, la comida en la playa y las fiestas con sus primos. No conocí a todos sus primos, menos a mi bisabuela, pero existe algo curioso cuando te cuentan la historia familiar, porque, aunque no los conociste en persona, físicamente, la esencia que dejo en la persona que te lo platica, se transmite a ti y sientes que la conociste. Eso me sucede con mi familia de allá, a la fecha mi papá, gracias a las tecnologías, mantiene el contacto con algunas de sus primas y primos, y tiene muchas ganas de también tomar un auto subirnos a todos y llevarnos semanas solo para recorrer los pasos que el dio, sus hermanos o mi abuela.
Año 2003 se estrenaba Buscando a Nemo, película de Disney, cabe señalar que a mis 4 años era mi estudio de películas favorito y con el que crecí, mi primer acercamiento directo con un paisaje acuático fue esta película, mi cabeza no podía procesar como es que había vida tan maravillosa en el agua, claro tampoco que los peces hablaran, pero fue algo muy importante para mí el descubrir los seres vivos que ahí habitaban; si las historias de mi papá causaban curiosidad en mí, con la película mi deseo por conocer el más se convirtió en una meta, un objetivo que debía cumplir, y los siguientes años de mi vida solo me la pasaba describiéndole a mis padres que haría cuando conociera el mar.
Año siguiente en el 2004, mi abuelo paterno quería llevar a todos sus nietos e hijos a las playas de Tampico, el escenario de las historias de mi papá, mi abuelo, padre de 4 hijos, tres varones y una hija, siendo un total en ese entonces de 10 nietos, mis hermanas y yo las únicas nietas yo la más pequeña y la única que no fue a ese viaje.
Hagamos una pausa para hacer mención de algo importante para narrar esta experiencia de no haber ido al viaje y es que el miedo puede hacer que actúes en consecuencia o replegarte ante un riesgo inminente; en mi caso el miedo de mi mamá fue el que me detuvo y su raíz era mi bienestar o de que me ocurriera algo, ella no iría al viaje, por lo que creyó sería peligroso que yo acudiera sola con mi padre y mis hermanas, una de ellas ya era adolescente, pero le preocupaban todo tipo de cosas, “cosas de mamás” como quien me vigilaría, que comería, el sol, donde dormiríamos, entre otras; dato importante en la historia, ella no se llevaba bien con sus concuñas o mi tía. Por lo que a mí nunca me preguntaron y mi papá no lucho por llevarme.
Primera oportunidad que tuve de cumplir uno de mis deseos y solo lo vi partir. Fui creciendo, leyendo, aprendiendo de geografía, escuchando las historias de mis compañeros de escuela al ir a la playa, visitar Acapulco, Veracruz, Los Cabos, entre otras playas, veía más fotos, investigaba más sobre él y lo único que yo sentía era que mi deseo se alejaba de mí. Hay ocasiones en las que me gusta pensar que solo lo estoy posponiendo, pero eso pasa la mayoría de las veces con ciertas personas, dejamos de lado nuestros objetivos y metas pensamos que no son lo suficientemente importantes, que es egoísta pensar en una aventura en solitario. En cierto modo lo es, pero de vez en cuando deberíamos de pensar por el bien de experimentar ciertas cosas.
Con las líneas anteriores se darán cuenta que en mi familia al menos la prioridad no fue tomarnos unas justas vacaciones, solo escuchaba las promesas de mi abuelo de algún día llevarme, de mi papá decir lo mismo y de mi mamá que algún día iría. Pero han pasado los años y solo los libros, fotos y videos me recuerdan que el deseo está ahí, algunos días tibio, otros fríos, algunos otros fuerte y centellante esperando que tome la decisión de conocer el mar, de sentirlo y describirlo con mis propias palabras, de no tener las palabras suficientes para relatar mi experiencia.
Quiero terminar diciendo que mis intentos por huir y conocerlo han existido dos veces, al menos, recuerdo perfectamente a mi amiga Jos diciéndome en medio de una fiesta en la noche, con unas cuantas cervezas encima cada una, “amiga Betty hoy te llevare al mar, vámonos a Veracruz” y yo simplemente sonreír y responderle “a donde sea Jos el chiste es conocer” y lo más lejos que llegamos es Cuernavaca, fue muy curiosa la experiencia en ambas ocasiones, porque literalmente nadie iba a saber que llegaríamos ahí, iba a ser cómico hablarle a mi mamá y decirle que me encontraba justo frente alguna costa de Veracruz o que Acapulco era muy bonito, ella no sabe que fui esas dos ocasiones a Cuernavaca, y es mejor dejarlo así, ya que ella no se preocupara.
El titulo tendrá sentido cuando sean las mil y una aventuras en el mar y no los mil y una mares que he leído.