El lazo de la memoria hace la historia.
Una vieja y vigente tradición es la bella manera de recibir a los novatos en cualquier universidad.
RECUERDO QUE…
Corría el inicio del mes de abril de 1971 y recuerdo que, con mas que emoción, diría que con un júbilo desbordado, asistía con ese placer sincero de ser el primer miembro de mi familia que tendría el privilegio y distinción de ser un universitario.
Ese derecho, recuerdo haberlo ganado después de un examen de selección disputado entre cientos o miles de aspirantes que nos dimos cita en el estadio universitario de CU, para determinar quiénes calificarían para merecer ese honor.
Así que esa mañana de abril y después de esperar por más de ocho meses que habían transcurrido desde mi graduación de la escuela preparatoria, ocurrida en junio de 1970 asistía a mi primer clase en la UNAM, la causa de la demora obedecía al desfase generado por el movimiento estudiantil del 68 que impidió que iniciara como solía ser antes, justo entre agosto y el mes de septiembre los cursos de un nuevo ciclo universitario.
Ahí estábamos esa mañana, los más verdes, de los verdes estudiantes, que deseábamos ser psicólogos. Arribando a las instalaciones que recuerdo se localizaban entre las facultades de Derecho y Economía, ahí se albergaba la entonces Escuela de Psicología dependiente aun en ese momento de la Facultad de Filosofía, le llevaría dos años más desprenderse para constituirse a partir de1973 en la Facultad de Psicología con sus propias instalaciones en el campus universitario donde actualmente se localizan.
Rememoro aun el momento de llegar esa fresca mañana a sus instalaciones, después de salir desde la colindancia del Estado de México y el entonces D.F. donde residía en esa época de mi vida, me veo cruzando primero por la calle bordeada de magueyeras e infestada de moscos, recuerdo tomar tres autobuses para recorrer aproximadamente 35 kilómetros de zona urbana y ver, ahora si ver, a los mosco habiendo ya aclarado la mañana y sentirlos, porque ya eran casi las 7 a.m. pero también veía los prados cuidados y algunas flores silvestres y cultivadas entre arboles llenos del roció matinal, al transitar por los senderos más que edificados, casi labrados, entre la piedra volcánica que es base y expresión de la infraestructura universitaria.
Así, aspirando el fresco aroma del amanecer límpido, que me admiraban y aun me admira tanto, ( debo comentar que hace un poco más de un mes justo en abril invite a mis 6 nietos con sus padres y mi esposa) a visitar y conocer la UNAM, ya que vivimos en Chihuahua, fue para mi significativo que mi nieto mayor que tiene 22 años de edad, me dijo que deseaba sumar a los estudios que hasta ahora ha realizado, sumando además una carrera como psicólogo, ahí en esos mismo jardines de “las Islas” como es conocida esa área, que tantos recuerdos nos traen a quienes a quienes ahí los vivimos.
Retorno a esa mañana de abril de 1970 y recurso mi llegada bisoño, como todos los que integraríamos ese grupo de primero C de tan grata memoria, llegamos sin conocernos y esperamos un rato, largo tan largo expectantes de la llegada de nuestro primer maestro, así, que para calmar el nervio u ocuparme, le pedí a una compañera de la clase su voluminoso libro de más de 500 páginas recuerdo que su título, autor y volumen, llamaron mi atención, así que se lo pedí para hojearlo en tanto iniciaba la clase, me quede absorto con el libro avanzando en la lectura para calmar la espera o por la curiosidad del tema,
De repente advertí llegar a un joven que se presentó como el maestro de la que sería nuestra primer clase, advertí que era muy joven, pero entro al salón y con gran seguridad nos pidió tomar nota y nos dio un sinfín de indicaciones que de seguirles habrían hecho esa carrera que estábamos por conocer en el estudio y práctica, más un martirio que un gozo, como esperábamos fuera.
Su exigencias en cuanto a rigor en tareas indicadas y responsabilidades a sumir como alumnos, nos parecían un tanto exageradas, pero algunas compañeras jóvenes mayormente, algunas de ellas note que provenían por su expresión y tono de escuelas religiosas o de escuelas donde asistían exclusivamente mujeres, quienes parecían alarmarse, lo cual hizo que dos o tres nos decidiéramos a preguntar e incluso a pedir fuese de entrada más considerado en las múltiples peticiones que hacía, lo solicitamos por notar su empeño en cuanto al rigor académico al que decía seriamos sometidos, ya que no cejaba y hacía que pareciera que habíamos llegado a una escuela de muchas responsabilidades que de momento ya nos parecían difíciles de cumplir, recuerdo y recuento, demandaba rigor en el cumplimiento del horario, uso de vestimenta, tenencia de libros y materiales en fin cualquier cosa que se le ocurrió, comenzaba a preocuparme, hasta que…LLEGÓ EL REAL MAESTRO DE LA CLASE Y ESE JOVEN, QUIEN NO ERA SINO UNO DE LOS FOSILES DE PSICOLOGIA, QUE AL VERLO, SALIO RIENDO DEL SALON Y HABIA RAZÓN, NOS HABIA NOVATEADO…
Del libro que me había prestado mi compañera Graciela, que después supe era su nombre, también lo tengo presente se llamaba; EL Padrino, su autor fue Mario Puzo y en 1972 cuando me case 15 meses más tarde le vi que debutaba como película también , por cierto se convirtió en su magistral trilogía de películas de Francis Ford Coppola, que este año cumple también 50 años, como los que cumpliré de casado por fortuna este junio del 2022 cosechando también en la UNAM mi propia trilogía, en los grados académicos de licenciatura, maestría y doctorado, ahí se le otorgaron por tan noble institución a aquel bisoño novato.
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Con un abrazo y saludo fraterno a dos cinéfilos de corazón, Tona y Armando (dedicatoria opcional si aplica )
Aquí las fotos; NO ES LO MISMO EL NOVATO, QUE 50 AÑOS DESPUES