Esta semana la prensa mexicana publicó un reporte en el que se informaba que, tras dos años de la peste china, había un rezago escolar de tres años. O sea que las clases a distancia y lo que pudo hacerse en cada hogar, con esos millones de abnegados padres clausurando los televisores para en cambio leerles a sus hijos la Ilíada y el Quijote y el México a través de los siglos no fomentaron siquiera un avance lento, sino un retroceso. El bien conocido fenómeno de la desneuronización. El niño que ya había aprendido a leer, lo olvidó, y tendrá que comenzar de nuevo desde el ABC. A los que tocaba pasar al sexto grado, habrá que inscribirlos en el tercero. Y si la adultez se alcanza con la mente y no con las hormonas, se deberá aplazar la mayoría de edad hasta los veintiuno.
Se acostumbra utilizar los años como medida de educación porque en las escuelas se trata a los alumnos como una borregada a la que hay que cebar con el mismo forraje mental, de acuerdo con lo que marquen los doctorados en embrutecimiento.
Allá cuando la letra entraba con sangre, existía siempre el riesgo de reprobar. A quienes no aprovechaban lo suficiente, se les decía “tendrás que repetir el año”. Era una maldición para el alumno. ¡Repetir el año! Ahora pienso que me agradaría un dios que me amenazara con tal castigo. “¿Te parece que repita 1980?”, le preguntaría, pensando en Bob Seger. I was eighteen / Didn't have a care / Working for peanuts / Not a dime to spare / But I was lean and / Solid everywhere / Like a rock.
Imaginemos a un tal Juan y a un tal Fenócrito, dos jóvenes de quince años. Juan no ha asimilado más que lo que le pide la escuela. Fenócrito ha pasado leyendo clásicos, filosofía, historia y ciencias. El sistema escolar los considera igual de adelantados, aunque Juan sea un protoimbécil y Fenócrito un muchacho brillante. Nadie podría decir que Fenócrito le lleva diez años de ventaja a Juan porque no es el tiempo lo que los separa. A Juan le espera un brillante futuro en la política, pues como dice el protagonista del Hipólito de Eurípides: “Y los que son incapaces delante de los sabios son los más aptos para hablar ante el vulgo”.
Así las cosas, no hay un rezago de años sino de ilustración. Mas nada hay que temer. A los alumnos que ahora cursan la primaria y las secundarias no les harán perder ni uno ni dos ni tres años para des rezagarlos; simplemente serán más rústicos, lo cual no es problema sino oportunidad, ya que no está en el alma de la escuela generar filósofos, eruditos y hombres de ciencia, sino adiestrar a la futura generación de líderes y funcionarios y electores.
Periódico Milenio Ciudad de México / 07.05.2022 01:45:03