I
Era uno de esos momentos en que me puse a pensar en mi futuro; es decir: tenía hambre y había que pagar las cuentas; es cuando la profesión se vuelve un dilema, como aquella vieja frase de Shakespeare... ser o no ser. Tenía que decidir entre dos niveles educativos para continuar con mi trayectoria profesional, esa respuesta se tenía que dar en dos horas...las opciones eran nivel medio superior o preescolar. Y la decisión fue: preescolar... total están chiquillos y María Montessori ni Piaget se quejaron.
Era una mañana soleada de septiembre cuando busqué el domicilio de mi nuevo centro de trabajo...no conocía ni la colonia ni el municipio. Llegué teniendo como brújula, el Guía Roji (no había maps, ni celular), preguntando en la base del metro Toreo y después en una zona llamada Centro Urbano en Cuautitlán Izcalli. La colonia Bosques de Morelos estaba en medio del Centro Escolar del Lago y un tiradero de basura. Dirían los choferes de las combis, puro barrio pesado.
II
Mi orden de presentación era como un tesoro, algo que me daba una oportunidad para ejercer la pedagogía con sueldo seguro... imagínense.
Al tocar el zaguán me abrió una señora mal encarada. Sí ¿qué desea? Yo estaba muy nervioso y le mencioné: tengo una orden de presentación para esta escuela. Sin explicar nada levantó la mano derecha y dijo, detrás de la reja está la dirección, después se alejó corriendo.
Cuando entré había un grupo de maestras muy alegres, dije buenos días y se hizo un silencio incómodo, nadie me dijo nada y salieron corriendo. La directora se levantó de su silla me pidió la orden de presentación y suspiró... hmm pensé que era mi reemplazo. Ni modo. Maestro, póngase listo porque abrimos la reja en cinco minutos.
Yo no sabía qué decir, ni qué hacer. Pensé que antes de ingresar al aula habría un propedéutico, una ambientación, una cálida bienvenida o una presentación con los niños y los padres de familia o algo así...de eso que uno imagina idealmente.
Una maestra (que después fue mi gran amiga) llegó y me dijo secamente: sígame le voy a mostrar su aula, al rato le doy su llave y le digo dónde puede guardar sus cosas. Realmente estaba aterrado, mi experiencia con preescolar fue en educación rural, como coordinador de proyectos, apoyo en didáctica y acompañamiento a docentes. En las escuelas multigrado que visité no contaban con más de quince alumnos, tenían grandes espacios abiertos y sin un director o un supervisor...el docente y los alumnos en su estilo más puro.
III
Al llegar al salón no había material, estaba limpio, pero con las mesas y bancas en desorden. Como no sabía la cantidad de alumnos, los dispuse para trabajar en equipos de cuatro. Pensé que serían a lo mucho veinte... según yo.
Pasó un rato y no ingresaba nadie... de repente llegó la directora con la cara roja… del peinado de hace un rato no quedaba ni traza. Habló casi a gritos, maestro vaya por sus alumnos a la reja porque no quieren pasar...yo estaba en shock. Ni los conocía, ¿cómo sabría que son de mi grupo?
Cómo siempre sucede en la profesión, se deben resolver las cosas rápido y bien, aunque en este momento lo único que me quedó fue improvisar, tragué saliva y fui detrás de mi jefa, me asomé y grité en la reja...soy el maestro Nico todos los alumnos de... me quedé mudo. Tuve que voltear a ver a mi direc para preguntar cuál era mi grupo y grado...la directora abrió los ojos como platos, me quería comer vivo (pensé: ay, mamá, en qué lío estoy). Ella movió la cabeza y gritó con una fuerza que a todos hizo voltear...los niños de segundo C pasan al salón con el maestro Nico ...no se queden tanto tiempo, los sientan y se salen rápido.
Me fui corriendo al salón, abrí la puerta y dejé que pasaran los padres y madres de familia...eran treinta y ocho alumnos, acomodé sillas y mesas como pude. Eso era un caos entre gritos, llanto y mocos de angustia de los flamantes escolapios.
Poco a poquito se fueron yendo los papás y mamás... mismos que también lloraban. No podía creer esa situación tan inesperada (pero común para el nivel) y yo estaba en medio para organizar el grupo y dar clases. Mientras me trataba de centrar emocionalmente sentí un fuerte golpe en la espinilla. Un alumno había levantado su silla y me la había aventado, además me insultaba con groserías de esas que solamente se escuchan en las luchas de la Arena México y mayormente dirigidas al luchador rudo.
Mientras intentaba hablar con él chiquito violento una niña me decía que la dejara salir con su mamá...se tiró al suelo y gritaba... mamá, por qué me dejas con este p.… viejo. Yo no salía de mi asombro. Le decía de la forma más tierna...al rato viene tu mamá, tranquilízate por favor. En lo que le estaba hablando se levantó furiosa me dio una patada (en la espinilla maltratada) y me mordió mi muñeca... ahora sí, no tenía palabras para ese momento. Se me salió una lágrima que no sabía si era de dolor, angustia o miedo.
Durante ese día estuve tratando de controlar el grupo, pues buscaban salirse por las ventanas o pateaban la puerta para abrirla, esa jornada se me hizo eterna y difícil. Fue el estreno más alocado que había vivido. Una vez pasada la entrega de los alumnos fui a la cocina donde estaban reunidas todas las maestras, que no paraban de reír, al verme soltaron una carcajada ¿Cómo le fue en su primer día maestro? Jajaja, bienvenido al preescolar. Desde ese momento supe que ningún día sería aburrido en esa escuela ...y que desquitaría el salario hasta el último centavo.
Nunca dejaré de pensar que el personal de preescolar es gente de mucho coraje y profesionalismo, pienso ahora que cada nivel o modalidad tienen su chiste y gracia.