En el México de los años setenta y ochenta del siglo XX —todavía lejos del fenómeno conocido como globalización (del capitalismo bárbaro)—, los países del mundo eran lejanos y extraños. Pero había formas de aproximarse a ellos por algunas vías, de aquellos tiempos: la sección de los periódicos llamada “el Mundo” o “Internacional”; en la radio había programas que se llamaban la música o los sonidos del mundo y, por supuesto, a través del cine.
 

De este último arte, como lo ha descrito el cineasta Alfonso Cuarón, era cotidiano ver en las inmensas salas cinematográficas películas norteamericanas, pero también, aunque en menos salas y horarios, cine francés, italiano, inglés, español, mexicano y algunos ejemplos latinoamericanos, asiáticos y africanos. Federico Fellini, Akira Kurosawa, Ingmar Bergman, Francis Ford Coppola, compartían cartelera con Cantinflas, Capulina, El Santo, las ficheras y la obra de Felipe Cazals, Jorge Fons, Arturo Ripstein o Jaime Humberto Hermosillo.

Lo anterior cambió en la última década del siglo pasado y las primeras del siglo XXI: las cadenas de cine apostaron cínicamente a sólo proyectar películas norteamericanas, excluyendo incluso el cine mexicano y obligándolo a competir con las grandes productoras de los Estados Unidos con el número de público que introducen a las salas cinematográficas en la primera semana de exhibición.

Una competencia absolutamente ridícula e inequitativa. Lo único que importa es vender entradas y palomitas; y si eso lo hacen los Avengers, entonces sólo proyectan ese tipo de películas.

Tendríamos que reconocer que siguen llegando películas (mal llamadas de arte) de distintas partes del mundo, sobre todo ahora por plataformas en internet, pero históricamente se accedía a esos filmes por medio de Festivales, Muestras y Foros de cine. Sin embargo, estos estrenos llegan y llegaban por corridas en salas de arte, Cinetecas, Cine clubs, etc., con públicos muy restringidos.

Otra vuelta de tuerca con respecto a películas de diversas culturas, aparecen habitualmente cuando son cintas consagradas, con palmares o premios de los grandes Festivales como Cannes, Berlín, etc., o cuando se trata de la última película de un reconocido cineasta al estilo de Woody Allen o Win Wenders.

La otra posibilidad para ver cine contemporáneo de otras latitudes del planeta es recurrir a canales por cable como Film and Art o Europa/ Europa. A través de este canal es que se exhibió la cinta Fuera de Tono (Aspöck,F. Dinamarca, 2019).

En el filme danés (adaptación de una obra de teatro) observamos la llegada a la prisión preventiva de un prestigiado financiero llamado Markus Føn, perteneciente a la clase social alta, exitoso en la vida y los negocios, con libros que se venden por millares. Se le acusa de fraude, pero él esta seguro de que sólo pasará unas cuantas semanas en la cárcel y saldrá. Sin embargo, las cosas se van a ir complicando.

Lo primero que llama la atención en la prisión danesa es el buen estado en que la mantienen. No es un hotel de lujo, como asegura un celador, pero tiene dignidad y es habitable. Markus es informado que hay presos comunes y que en otra parte están los presos por delitos sexuales. Como entre los presos comunes hay familiares de gente que se sintió defraudada por Markus y/o perdió dinero, es golpeado y amenazado. Lo que lo obliga a solicitar voluntariamente el acceso a la otra parte de la cárcel.

En esa sección, la de delitos sexuales, hay un coro que dirige Niels, agrupación al que Markus solicitará ingresar. Es sólo un coro de voces, no hay instrumentos. El director es muy estricto en sus reglas: solo se canta en danés, canciones que están en una antología impresa y el que participa no canta en su tono, sino en el que necesita el coro. Así es que si se necesita un barítono y se es tenor tiene que cantar en lo que se le pida.  El coro funciona, pero el trasfondo es que Niels ha encontrado en el coro la posibilidad de tener poder dentro de la prisión. El empoderamiento lo hace participar de decisiones importantes.  Niels y Markus no tardarán en confrontarse. Pero el motivo del conflicto no será la música o el poder, sino la conducta que los llevó a estar en prisión.

¿Qué es peor para las sociedades actuales: ser un estafador financiero o un pederasta que no se curará? Las circunstancias de estos delincuentes en el encierro ponen en juego la discusión y la reflexión sobre el cuestionamiento y sobre muchos otros factores y principios que pueden llevar a situaciones límite.

El cine danés cuenta entre sus realizadores con algunos de los mejores del mundo: Lars von Trier, Thomas Vinterberg y, por supuesto, Susanne Bier. Tenemos el derecho de ver, apreciar y aprender de su obra y la de otros cineastas de éste y otros países. El cine, como arte no puede ser restringido o limitado por criterios sólo mercadológicos, o ahora por algoritmos también tramposos, que ahogan a los espectadores a una raquítica oferta cinematográfica y asfixian la producción de cine nacional.