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Miércoles, Diciembre 25, 2024

El presente ensayo aborda el fenómeno de la industria de las celebridades a partir de su discurso verbal, no verbal y audiovisual, como entrada al conocimiento de identidades juveniles. Se enmarca en el proceso de la cultura de masas, la amplificación y la reproducción del relato de personajes famosos con un amplio reconocimiento público a través de los medios de comunicación de masas y digitales, logrando una identificación e influencia con los jóvenes universitarios en función de lo señalado por Carles Feixa, (Feixa, 1998): lenguaje, música, estética y actividades focales de una cultura juvenil, que se convierte en un fandom.

De acuerdo con el estudio anual Global Entertainment &Media Outlook 2023-2027 (PwC, 2023), de la consultora Price Waterhouse and Coopers, proyectaba ingresos de 28, 063 millones de dólares para 2023 y para 2027 puede alcanzar los 33, 665 millones de dólares, en su capítulo México. Las celebridades con su música, actuaciones y líneas de negocio forman parte de la industria cultural global y nuestro país no es ajeno por ser un gran mercado.

Valeria Moy en conversación con Martha Deybale (Moy, 2023), habló de la derrama económica por vivir una experiencia o un concierto, por cada 100 dólares que gasta la gente en un boleto para un concierto hay una derrama de 300 dólares adicionales, en comida, la camiseta del artista, en el muñequito o en la diamantina, sin mencionar las ganancias de la economía informal. El apunte es revelador por remarcar financieramente la existencia de un público consumidor, los jóvenes.

Para el periodista J.R. Lind en su artículo “In A Golden Era (Again?): Pollstar Live! Breaks It Down” (Lind, 2024), señala que la generación Z ha demostrado ser tan apasionada por la música en vivo como cualquier generación. Lind cita un estudio de Live Nation donde se encontró que el 93% de los asistentes a conciertos de la generación Z estaban de acuerdo con la afirmación “Siempre encontraré una manera de ver actuar a mi artista favorito”. Ser fanático de un artista es, gastar.

Los miembros más antiguos de la generación Z tienen veintitantos años, ganan su propio dinero y toman decisiones financieras independientes. Los más jóvenes se acercan a la adolescencia y dan los primeros pasos de puntillas de esa independencia. Pero sus demandas y expectativas, continua Lind, son diferentes de los Boomers que hicieron del rock and roll la fuerza cultural más dinámica del siglo XX, diferentes de la generación X que impulsó la primera era dorada y los Millennials que impulsaron la segunda.

Sus expectativas están en la búsqueda de identidad. En el blog de Lexia, para Animal Político, Karen Cabrera (Cabrera, 2024), ofrece un retrato de una generación Z nacida entre 1996 y 2010, la cual representa más del 17% de la población mexicana de acuerdo con el INEGI.

Cabrera especialista en investigación cualitativa manifiesta la existencia de una exploración y resignificación del “yo” en los centennials. “Para esta generación, el concepto de identidad es versátil, percibida como una oportunidad de expresión de sí misma construida a partir de una mezcla heterogénea de elementos (perspectivas, música de distintos géneros, más de un estilo de vestir, gustos, entre otros) que manifiestan sus ideas y creencias, más allá de identificarse con una sola estética o movimiento como solía ocurrir en otras generaciones, donde los punks eran punks y los hippies eran hippies”.

El ascenso de la industria de las celebridades es una realidad económica y con un mercado cautivo y potencial. Los famosos se vuelven populares a través de los medios de comunicación de masas y digitales, componentes de la cultura de masas global.

Para la doctora María de la Concepción Barrigós Vicente (Barrigós, 2015), las industrias culturales están implicadas en la producción y distribución de productos que, más que los productos de cualquier otra industria tienen una influencia en el entendimiento y conocimiento del mundo.

“La invención y/o representación de historias, canciones, imágenes, poemas o chistes, en no importa qué soporte tecnológico, adopta un particular de creatividad: la manipulación de símbolos con propósito de entretenimiento, información e incluso explicación de la realidad”, reflexiona la doctora Barrigós, introduciendo los términos de “creatividad simbólica” y “creadores de símbolos” para cubrir la actividad de actores, escritores (periodistas, literatos, guionistas, poetas o publicistas), dramaturgos, músicos, pintores, cineastas, fotógrafos, realizadores, escultores, bailarines y un amplio rango de categorías en diferentes industrias de televisión, cine, teatro y música.

La doctora en periodismo anota una precisión importante para el inicio de la investigación, abriendo una ventana de oportunidad: los “creadores de símbolos” o artistas han sido ignorados durante muchos años o, como poco, marginados en la investigación académica de las industrias culturales. Quizá por una excesiva reacción contra la fetichización del trabajo artístico, precisa la también directora de comunicación y relaciones informativas del Teatro Real.

“El examen de los cambios en las industrias culturales permite ver cómo la creatividad simbólica ha organizado el tiempo de la gente cómo lo ha cambiado y cómo va a cambiarlo”, la doctora Barrigós sin duda se anticipó a tiempos después de la pandemia y la necesidad de la gente de buscar experiencias y de sentirse vivos.

La necesidad de sentirse vivo y tener experiencias contribuyen a la industria de la creatividad global en la construcción de discursos de celebridades como creadores simbólicos conectando con una generación en busca de identidad y sentido de pertenencia.

La definición de la RAE de identidad, en su segunda acepción, establece un conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. Buscar a una persona idéntica a uno o perteneciente al mismo grupo, ser diferente. ¿Diferente a qué? ¿Distinto a quiénes? Fexia (Feixa, 1998) establece que las culturas juveniles se refieren a la manera de tener experiencias sociales distintas de “instituciones adultas”, estilos de vida distintos fundamentalmente en su tiempo libre o espacios intersticiales de la cultura homogénea como la escuela o el trabajo y la cultura parental, la familia y el vecindario.

Una identificación de privacidad, vida secreta o vida oculta, lejos de la mirada adulta, de los padres de familia, maestros, jefes o vecinos entrometidos. Las celebridades con su música, con su estilo de vida, escándalos, vestuario y artefactos, maquillaje o peinados, explotan su creatividad simbólica, se convierten en imanes culturales porque con su prestigio pueden romper las reglas impuestas o normadas de las instituciones adultas, por eso generan respeto y admiración.

 Los famosos mediáticos y digitales han logrado ocupar un espacio entre la infancia y la vida adulta, la adolescencia, una etapa etaria para el consumo masivo.

“El adolescente es una de las invenciones más inusuales del siglo XX. Los humanos han llegado a la edad de trece años durante decenas de miles de años, pero sólo recientemente se le ocurrió a alguien que esto es una cosa especial, o que el puente entre la infancia y la adultez que merecía su propio nombre. El término inglés teenager (que literalmente tiene que ver con tener una edad que se nombre con un número terminado en la partícula “teen”, esto es, del 13 al 19) data de los primeros años del siglo XX, pero no pego de inmediato. Incluso hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial encontramos pocas veces la palabra en la prensa popular” (Thompson, 2018).

“Los adolescentes son los neófilos del mercado, el grupo más dispuesto a aceptar un nuevo sonido musical, una nueva forma de vestir o nueva tendencia tecnológica. Para los adultos, especialmente los que tienen poder y dinero, las reglas son los que te mantienen seguro. Pero cuando eres joven, toda regla es ilegítima hasta que se demuestre lo contrario. Precisamente porque tienen tan poco que perder del estado actual de las cosas, los jóvenes continuarán siendo el motor inextinguible y neofílico de la cultura” (Thompson, 2018).

Las palabras de Derek Thompson complementan la existencia de un universo juvenil desde una adaptabilidad al cambio y a la incertidumbre, remarcando el carácter rebelde del adolescente hasta su llegada a la vida adulta, homogénea y parental, el ciclo de vida social. La transición generacional es una cultura participativa nombrada fandom.

De acuerdo con Henry Jenkins (Media Studies, 2022), los fans son seguidores devotos de los textos de los medios que interactúan activamente con los productos para construir sus propios significados e interpretaciones más allá del mensaje original.

La interacción con los medios y entre los fans para crear nuevos relatos, para Jenkins formaban una cultura participativa y los creadores simbólicos lo saben, participando a través de “huevos de pascua” insertados en videos musicales, videojuegos, películas, series, letras de canciones, diálogos, manejo corporal y perfomance.

Un círculo creativo o de participación colectiva para Jenkins como identidad personal construida a partir de su particular modo de recepción al buscar pistas o reelaborar las narrativas de los contenidos, son espectadores activos de una comunidad interpretativa, en palabras de Jenkins, “institución de teoría crítica”, al debatir y construir significado con otros fanáticos, produciendo cultura para tener una comunidad social alternativa, un intersticio o un lugar en el mundo.

Los anteriores argumentos establecen como profundizando en el discurso de las celebridades a través de su capacidad de ser noticia, apelar a las emociones y expresarse en los medios de comunicación y digitales, utilizando la proxémica y kinésica en sus productos artísticos y publicitarios, crean participación simbólica para una generación de consumidores transicionales con sus giros lingüísticos, diversidad musical, estética identitaria y productos culturales, ritualizados en una inteligencia colectiva y participativa, una narrativa de una cultura juvenil. El discurso como pre-texto para el conocimiento de los universos juveniles, secretos u ocultos ante la mirada adulta.

Siendo el objetivo general de la propuesta de investigación la de evaluar el discurso de las celebridades a partir del nivel de exposición de contenidos populares a través del grado de exposición a medios masivos y digitales, provocando un consumo industrial de mercancías para el entretenimiento de la generación Z, logrando una identificación con el tipo de performance y nivel de capital simbólico de los jóvenes universitarios centennials, caracterizados en su universo juvenil o fandom.

Ciudad de México a 10 de febrero de 2024.

Referencias

 

Barrigós, M. d. (2015). Industrias Culturales, periodismo y entretenimiento de masas. Estudio del caso español. . Getafe : Universidad Carlos III de Madrid .

Cabrera, K. (9 de Febrero de 2024). Animal Político . Obtenido de https://animalpolitico.com/: https://animalpolitico.com/analisis/organizaciones/el-blog-de-lexia/generacion-z-busqueda-identidad

Feixa, C. (1998). De jóvenes, bandas y tribus. Barcelona: Ariel .

Lind, J. (2 de Febrero de 2024). Obtenido de www.pollstar.com : https://news.pollstar.com/2024/02/02/in-a-golden-era-again-pollstar-live-breaks-it-down/

Media Studies. (12 de Marzo de 2022). Henry Jenkins and Fandom. Obtenido de media-studies.com : https://media-studies.com/fandom/

Moy, V. (25 de Septiembre de 2023). Las celebridades que impactan a la economía. (M. Debayle, Entrevistador)

PwC. (2023). Global Entertainment & Media Outlook 2023-2027. Ciudad de México : PwC.

Thompson, D. (2018). CREADORES DE HITS. La ciencia de la popularidad en la era de la distracción. México: Oceáno .

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