Búsqueda

Jueves, Noviembre 21, 2024

Hace muchos años leí  en libros dos cuestiones interesantes: que es un niño y que es una niña. En verdad,  disfruté su lectura. Al buscar que es una madre encontré  varias respuestas, unas  están aquí, otras están en fuentes  consultadas;  otras me las dieron mis alumnos y muchas otras están ahí, en su mente, dentro de usted. Ahora que tenga tiempo, le sugiero le diga  que la quiere, aun cuando ella lo intuya, no está por demás hacérselo saber y mejor, si no es solo en el mes  de mayo y está allá, en la casa lejana o cercana y le dice esposa o mamá. A veces, cuando queremos hacerlo, nos falta tiempo y les compramos  grandes coronas  con flores cuando descansan en el cementerio.

 

Una madre es tan poderosa que cuando habla, los demás callan. Cuando la mujer defiende sus derechos incuestionables, el mundo escucha: en el hogar, en la calle, en las cámaras de representantes… Pueden parecer frágiles, no lo son.  

 

Una madre es todo lo que necesitamos para vivir en paz con nosotros y con los otros.

 

Nuestra  madre nos dio el ser y casi siempre la forma de ser. De ver el mundo con nuestros ojos y con los suyos. Sin ellos estaríamos perdidos.

Por nosotros son los desvelos cuando somos bebes; por nosotros son los desvelos cuando somos adultos y nos preguntan ya como hijos, ya como esposos. ¿Cómo te fue?

A veces nos preguntan no a dónde vas, sino de donde vienes.

Cuando estamos solos,  ellas están con nosotros, cuando no tenemos a nadie  que nos apoye, están con  nosotros; cuando sufrimos en cuerpo o en alma  están con nosotros, y créanlo cuando lo digo, no es nada fácil estar con nosotros.

Sin ellas estaríamos solos en el mundo; en ellas y con ellas contamos para afrontar un mundo que no es lo amable que debiera ser o que esperamos debiera ser. Junto a ellas podemos soñar y volar con nuestra imaginación por los confines del Universo.

La recuerdo llorando un día allá en el rancho cuando tomé‚ el arma del  abuelo cuando no estaba (veterano de la revolución mexicana) para vengar una afrenta que no recuerdo; no me pudo detener. Únicamente me dijo en voz baja y llorosa: - piénsalo dos veces antes de iniciar una tontería -, ya en la yegua, lo hice; me di cuenta de que en efecto la iba a cometer; cuando un elemento familiar mata a otro individuo  de otra familia se inicia o se continua una venganza que a nadie beneficia pero eso sí, a todos perjudica. Cuando llegué con el enemigo ‚él también traía una  38 en la cintura. Allí en el monte, nos apeamos de los caballos y enfrentamos nuestras miradas cargadas de odio; el tiempo aparentemente se detuvo; finalmente lo reté: - que te parece si dejemos las armas  y enfrentemos las cosas como los hombres, a “guantadas” -. Suspiró con alivio y dijo: - de acuerdo, dejémoslas a un lado, descarguemos  los cargadores y las balas  y las depositamos en el suelo, en diferentes lugares -. Nos quitamos las camisas para demostrar que no portábamos navaja alguna y nos enfrentamos a golpes; solo esto puedo decir al final del combate: no hubo ganadores, solo dos perdedores que sangrantes y encogidos por el dolor,  nos  presentamos  en el pueblo, como hermanos de lucha. A la fecha es el mejor amigo lejano que tengo, en las buenas y en las malas. Gracias por ese consejo materno en el ahí y en el ayer, de ese día tan lejano.

Cuando somos niños aleja los fantasmas, los dragones y los malos augurios; igual hace cuando somos adultos. Está con nosotros cuando abrazamos la felicidad. También cuando enfrentamos las peores pesadillas. Cuando estamos lejos y contamos con sus bendiciones y sus esfuerzos, no estamos solos, contamos con ese poder que destruye el mal que nos amenaza.

A veces por la prisa en nuestro vivir la olvidamos por momentos, ellas en cambio no nos  olvidan.

Cuando tenemos  varios hermanos  no dividen su cariño lo multiplican y lo suman. Siempre tenemos más del cien por ciento del cariño materno. ¿Cómo lo hacen? no lo sé pero si sé que para ellas es intuitivo lo que para las  leyes físicas y matemáticas son un misterio.

Cuando somos pequeños nos acompañan por el hogar  y  por  la escuela; cuando somos adultos nos acompañan por la vida

En cada uno de nosotros alienta y nos conforta la  mujer que da todo por nosotros. Portamos su genética y sus enseñanzas a lo largo y ancho de toda la vida. Ayer  me contó un médico acerca de un hombre moribundo no creyente en religión alguna que ostentó un gran poder pero le tenía un terror inmenso a la muerte.  Él lo ayudó pidiendo al  orgulloso hombre  que aceptara a su madre, quien previamente había partido, lo acompañara por ese viaje. Fue ayudado por una grabación encontrada. Cuando su madre estaba agonizando, le grabaron las palpitaciones de su corazón para un estudio. Al colocar los sonidos en su almohada, menciona el doctor, el hombre se despidió y se fue como lo hizo su madre, silenciosamente y musitando un agradecimiento y un  adiós a la vida. No la vieron pero si la escucharon.

Una madre es lo que necesitamos para vivir y convivir. Ayer estaba muy orgulloso con mi persona, me dijeron que mi gusto por relatar cuentos lo obtuve de ella al igual que su carácter afable. Muchas cosas que son tan mías no lo son tanto; a veces me dicen los que la conocen y me conocen, que nos parecemos tanto que es imposible separar lo inseparable. Me pregunto que habría pasado de esta vida si al salir o regresar a casa no se hubiera encontrado en ella. Fui afortunado tuve una madre de tiempo completo y he buscado por todos los medios que mi esposa también lo sea para mis hijos, créanlo cuando lo menciono, en aquellos y estos tiempos,  no ha sido fácil vivir con menos recursos; no obstante, he sido ayudado por ella en ocasiones;  espero no equivocarme y formar hijos que avancen por el camino del bien.

Sin ellas, nosotros no estaríamos aquí. Como madres y esposas son de lo bueno lo mejor. En un mundo agresivo en donde muchas veces el hombre es el lobo del hombre, ellas se encuentran allá y acá  y no cejan en luchar cuando su hijo no aparece o desaparece.

Una madre puede estar en el hogar esperando a sus hijos; estudiando con ahínco para demostrar su valía; trabajando de igual a igual con los hombres para apoyar con el sustento a  su familia; en las oficinas, en el campo, en las fábricas se les encuentra. También aquí en las escuelas aparecen y se llaman maestras. ¿Qué haríamos los maestros y  alumnos de la vida? Una escuela no estaría completa sin ellas. Hacen falta, mucha falta.

En el aquí y en el ahora, en la escuela secundaria en la que laboro, una maestra poderosa quien como ustedes es madre y quisiera estar en el festival de mayo con sus hijos, me dijo: - aquí maestro, en este momento está mi responsabilidad, apoyar a  los hijos de  otras madres, porque yo sé que en este momento, otras mamás-maestras  estarán con mis hijos, y por supuesto los cuidarán -.

Una madre es algo grande en un cuerpo pequeño. Las hay  de diferentes colores, tamaños  y caracteres, pero todas ellas tienen algo en común: quieren lo mejor para sus hijos. Cuenta la anécdota de  mi agnóstico abuelo (excelente contador de cuentos), que leyó en un buen libro,  allá, en las tierras desoladas del norte: - como Dios estaba tan ocupado conformando el  Universo, se vio en la imperiosa necesidad de crear a un ser que cuidara con ese esmero lo que creó en la tierra; para ello formó varias  criaturas poderosas que defendieran  su creación, pero era imposible  cuidaran a una criatura tan débil como es un recién nacido y tan imperioso como suele serlo. Ese poder y fuerza tan grandes eran un obstáculo difícil de dosificar. Experimentó mucho con esa sabiduría todopoderosa pero no encontró las  respuestas y siguió buscando. Por ello nos lo dijo hace más de dos mil años con  una madre con su recién nacido para atender. Por endeble y frágil que parezca  con su pequeño hijo nunca lo  abandonará y si lo cuidará en los mejores y peores momentos; aun cuando sea adulto lo acompañará.

Una compañera secretaria, Laurita, que trabajó  aquí  en la Unidad 095 de la Universidad Pedagógica Nacional de aquellos años, se fue con el retiro voluntario; quería disfrutar de  su  vida, la de su hija, la de su esposa y la de su bebé que pronto nacería. Se fue alegre y feliz, el futuro era suyo y su familia también. Los planes existían, el espacio de vida  también. Un día en un hospital  enfrentó al destino; donde saldrían dos vidas con futuro solo una de ellas lo logró. Ella  ofreció lo más preciado que una madre puede darle a su hijo. Su vida.  Puede descansar en paz,  se lo  ganó en vida,  pero yo se que en el cielo en donde se encuentre, estará cuidando que su hija y su familia sigan adelante. Yo lo sé porque cuando fui a la iglesia a despedirla, vi una luz en la cabecita del infante que era  llevado por su padre.

MI ABUELA MATERNA

Mi madre con sus 85 años bien llevados, estaba en su hogar, en la que llamábamos casa grande, observando un extraño marco con una extraña fotografía sostenida por el marco de caoba; estaba atenta a esa vieja representación de la autora de sus días; estaba platicando con ella en voz baja. Las vi  como nunca las había visto: una imagen dentro de otra imagen, las dos caras serenas, mirándose mutuamente. Entre ellas, iluminadas por ese atardecer que emite  tonos y fulgores color naranja, estaban, como decía mi “amá”, en otras ocasiones: en plena soledad con su cuerpo y alma, con esa relación tan estrecha que pienso, llevaron en vida. La recuerdo ahora como la vi en ese momento, faltaban tres meses para que falleciera por complicaciones cardiacas. Ahora comprendo: se encontraba en el umbral de su muerte y lo presentía;  posiblemente intentaba comunicarse con ella, adelantándose a  ese misterioso trance en donde  terminamos, tarde o temprano. Esa foto enmarcada  la vi, una sola vez cuando era niño, allá por mi tierra natal; la guardaba con mucho cariño en su viejo baúl de metal, envuelta en un paño de seda para  no  estropear  su contenido que incluía dos vidrios esmerilados. La conoció poco tiempo en vida; según la historia que la autora de mis día me contaba en esas atardeceres mágicos de nuestra provincia mexicana: estaba la abuela sirviendo de comer y al colocar los cubiertos de plata (excelentes conductores de electricidad)  en la mesa, se escuchó, en la tenaz lluvia que golpeaba la región, un fuerte estampido y una gran luz que iluminó de manera enceguecedora la sala y el comedor; mi abuela cayó fulminada por el rayo que en forma extraña, como recordaba mi madre, no destruyó parte alguna de la casa; la centella, como la llamaban los lugareños, entró por la chimenea y  la alcanzó parada junto a sus seres queridos; estaban sentados: a mi abuelo, quien se encontraba cerca de ella, lo lanzó con furia hacia la pared cercana; al levantarse de inmediato y cojeando, intentó revivirla, fueron inútiles los esfuerzo por reanimarla; murió de inmediato.( mas adelante cuando llovía, mi madre precavida, suspendía nuestros alimentos).  A partir de ahí observé varias fotos añejas, deslavadas por el uso y el tiempo,  en donde ahora, la señora Julia, con sus hermanos, están solos y la tristeza acompaña sus caras, antes sonrientes.  Una mamá hace falta, mucha falta, ayer y hoy;  mi madre la vio cuando estaba viva y en el instante, cuando murió; de manera afortunada, nunca tuvo pesadillas o malos sueños por este hecho relevante; por ser la mayor, la acompañaba en los quehaceres domésticos, cuando murió y cuando fue sepultada. En un tiempo en donde las rutinas familiares estaban establecidas:- los hombres trabajaban fuera y las mujeres dentro de casa -;  la autora de mis días, siempre disfrutaba esos momentos de convivencia familiar; en esos tiempos y lugares, en donde una mala cosecha o una desafortunada  epizootia, podría traer hambre literal a los habitantes de la región. Por eso educó y mandó a sus hijos, ya en la capital de mi país, para que estudiaran y obtuvieran una profesión; todos lo hicimos. Soportó todo con la entereza que siempre le acompañó ahora con su labor de madre honorifica. Sus hermanos, ahora de grandes, comentaban:- la señora Julia fue una buena hermana- madre para nosotros -.

Siempre la conocí como una madre amorosa que daba la vida, literal,  por sus hijos ya que  en esos tiempos, era frecuente ver, como ahora también, como desafortunadamente sucede, personas sin vida en las calles, en los sembradíos.. .Es extraño, nunca  vi una mujer asesinada, allá por las regiones agrestes de los poblados norteños;  solo fueron hombres; existían códigos estrictos entre los homicidas de aquellos tiempos:- no matar mujeres -. Ahora todo ha cambiado.

Es curiosa la vida con sus grandes coincidencias, mi abuela materna murió cuando mi madre era pequeña; mi abuela paterna murió cuando mi padre era pequeño, los dos huérfanos de madre se encontraron y juntos formaron una buena  familia. 

Estoy en el Jardines, la estamos velando los familiares cercanos y varios lejanos; está con su cara sonriente, con ese rostro apacible de buena progenitora que siempre  mostró. Decía Susana, mi hermana menor, - tenía genes de madre,  nació  para ser mamá-. Amanda comentaba: no hay otra igual; una amiga, invitada por mi hermana, venida de lejos le dijo: fue mi segunda madre. Esa fue su gran ocupación de vida y más cuando dejó de ser la gran esposa, cuando mi padre murió. Como madre, también enterró a sus hijas: la menor y a la mayor. No lo soportó. Durante tres semanas luchó por respirar en su lecho de muerte; por levantarse, por continuar;  al final el infarto al miocardio no le permitió despertar y despedirse de sus seres queridos. Se fue y nos dejó huérfanos, ahora de madre. Estamos mis hermanas y yo, inundados de tristeza, la mujer eterna que no se permitía estar enferma; siempre disfrutó de la vida con alegría y lo demostraba con  sonoras carcajadas que mis hermanas le pedían, las mostrara con prudencia ante los extraños. La familia  me acompañaba cuando la  festejábamos en restaurantes y a pasear por cualquier motivo para que no cocinara y disfrutara el momento;  Al llevarla al hospital nos anticipó, - es mi despedida, no creo salir con vida de ese lugar, acompañaré mis hijas, a mi esposo y a mis padres -, no le creímos y bromeamos de buena manera de sus augurios;  mi hijo y yo  la llevamos a su cita final al hospital con buenos doctores. Nunca estuvo sola en su cita con la muerte. Siempre la familia grande y la mía, estuvieron con ella de manera alterna; de día y de noche. También estuvimos de madrugada, cuando salió para la funeraria, después que mi hermana Susana la acompañó en sus últimos momentos, a las tres  de la mañana. Mi hija apoyó a su abuela en el hospital y le dijo al oído y en vos alta: siempre fuiste una abuelita maravillosa; en su agonía, solo sonreía agradecida.  Mi hijo fue el chofer en esos momentos difíciles. Un gran gesto que a la fecha agradezco; nos llevó y nos trajo de aquí para allá con su acostumbrada eficiencia, pese a las desveladas constantes.  

La foto de mi abuela con su marco antiguo, la conservo en mi librero, junto a la foto a caballo de mi abuelo y de mi madre en sus buenos tiempos, en esa provincia maravillosa. A veces le pregunto a la cara de esa nostálgica imagen, de la conversación que tuvo con mi madre. Por supuesto las fotos no hablan. Pero me gusta imaginar en mi ateísmo religioso (todo un contrasentido): cuando mi madre murió con la sonrisa en la boca, su mamá estuvo esperándola con cariño. Espero que ambas, cuando me corresponda marcharme (Pese a lo que digan mentes brillantes como Carl Sagan, su esposa Ann Druyan, Stephen  Hawking, Bertrand Russell…)  me estén esperando con sus caras de mamás sabias, sus brazos abiertos y llenas de alegría.

Así lo espero.

EL PACIENTE

Llegó  muy enfermo, un hombre de la tercera edad, más de 70 años. Se comporta como un bebé malcriado. Su esposa lo consuela y lo apoya de manera constante; el doliente se queja en voz alta de su sufrimiento; le cuesta mucho trabajo respirar, le conectan varios aparatos pero no lo entuban, él y ella no quieren.  Lo sigue apoyando y no lo deja quejarse en voz alta. Renueva sus lamentos de manera constante; no deja dormir a los otros pacientes y a  acompañantes que cuidan a sus enfermos en la noche y madrugada en ese cuarto de hospital. Cuando ella no puede hablar con palabras simples, le empieza a cantar canciones extrañas en voz baja;  lo arrulla y poco a poco empiezan a descansar, a dormir. De pronto despierta angustiado, empieza a llorar, tiene mucho miedo a morir; dice en voz muy alta: - si me queda dormido, no despertaré-. Su esposa-mamá,  lo toma del brazo, le toca la frente con mucho cariño, lo consuela y lo vuelve a arrullar, con delicadeza unas veces, y con más energía en otras.

Murió a los tres días de ser ingresado; no se quejó el último día, y le agradeció a su mujer la compañía que siempre le dio en el pasado y en el presente. Al recobrar compostura,  le dijo con ternura: - allá te espero, te guardaré un lugar junto a mí como siempre lo hice; cuídate mucho -.  Murió como dijo, cuando estaba durmiendo. Quería despertar de su letargo pero no pudo. Su esposa, llorando, se negaba a dejarlo solo, le explicaba a la nueva enfermera: – mi  esposo le tenía mucho miedo a la muerte-.

 

Los demás, testigos involuntarios, guardamos compostura y salimos en silencio, una mujer de provincia, con la vestimenta  y los rituales adecuados a sus costumbres,  tiene derecho a cantarle canciones en náhuatl a su esposo. Solos los dos, como cuando empezaron esa jornada llamada matrimonio. Antes de irse a preparar el funeral,  los testigos: el doctor, la enfermeras y los que aguardábamos afuera del cuarto con el respeto debido,  le expresamos nuestras condolencias a la mujer solitaria que luchó contra la muerte durante tres días al igual que su pareja;  la abrazamos: al final le dijimos: - estamos con usted -.

Al despedirse, nos dijo con afecto y con su gran sabiduría ancestral: - no se van, siguen con nosotros -.

Sacapuntas

Scarlet Monroy Mañon
Gustavo Martín Garzo
Rosana Margarita Silva Córdova

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

La Clase

Joaquín Bustamante

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández
Claudia Madrid Serrano Oswaldo Escobar Uribe

Mirador del Norte

Tarea

“pálido.deluz”, año 11, número 164, "Número 164. Lectura y teoría: elementos educativos para comprender la realidad. (Mayo, 2024)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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