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Viernes, Abril 26, 2024

Ilustración de Laura Berenice Habana Amezcua

 

Yo la encontré por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.

¨La flor del aire¨. Gabriela Mistral.

 

Esta vez Nicté despertó de muy mal humor por todo el ajetreo de la ciudad: el claxon desesperado de algún carro que lleva a alguien tarde a su trabajo; la música de los vendedores ambulantes y el ruido de las fábricas que se asoman desde lo lejos comenzaban a hacer eco en la ciudad.

Cuando volvía a conciliar el sueño, la voz de su mamá gritándole, la despertó de un solo golpe: que se levantara para no llegar tarde a la escuela.

−No tiene sentido, aprendo cosas que me son ajenas, estoy cansada de abrir y cerrar libros, de repetir y no aprender a hacer nada −pensaba ella.

Hoy en particular su sueño y su cansancio no querían despegarse de su pijama, pero aun así comenzó a ponerse el uniforme de todos los jueves: una blusa blanca, pants y una chamarra azul que le quedan grandes, pero que según su mamá es necesario pues hay que dejar espacio para cuando crezca. De repente, dentro de la casa se empiezan a escuchar unas pequeñas lamentaciones, chirridos constantes que provocan los tenis blancos de Nicté y que van arrastrándose con gran pesadez por todo el piso hasta llegar al comedor, en donde ya está preparado un delicioso sándwich y su licuado favorito de fresas. El olor del desayuno caliente le hace olvidar por un instante todo su malestar. Mientras mastica su primer bocado sintió unas delgadas manos que le cepillan su cabello con demasiado ímpetu, jalones y movimientos bruscos para terminar en un peinado impecable.

La constante presión de su mamá durante las mañanas siempre hace que Nicté casi termine gritando con todas las fuerzas que pare, porque ya no puede más. Pero sólo calla. Tomó su mochila y salió a donde mamá la esperaba.

Pero hoy algo era diferente, ella lo podía percibir. Esta vez tomaron un taxi, en vez de ir en metro. El taxista parecía ser un hombre serio que no quitaba ni un instante la mirada al intenso tráfico que se formaba frente a ellos. En el taxi y en la avenida se sentía el ambiente tenso.

El taxista prendió la radio. La voz del reportero, cálida y tranquila, comunicaba una serie de noticias malas: crisis por falta de agua, aire contaminado, alza de precios, escasos víveres, situaciones críticas en todo el mundo, pero para Nicté esto era confuso, pues afuera todo parecía normal, como si nada de eso estuviera pasando.

Seguramente cansado de la algarabía, el taxista se dispuso a escuchar música.

−“Ojalá se te acabe la mirada constante, La palabra precisa, la sonrisa perfecta, Ojalá pase algo que te borre de pronto, Una luz cegadora, un disparo de nieve…” –tarareaba en voz baja.

De repente el sueño de Nicté se apoderó de ella. La despertó un golpe brusco; era el canto de los pájaros. Pájaros de todas partes. También árboles viejos que con sus ramas estrechaban manos y le hablaban a la tierra. La tierra era tersa. El olor de frutas. La carcajada del río. A donde quiera que volteaba todo parecía un paraíso.

A lo lejos se escucha la voz de una dulce anciana que gritaba su nombre. Sin pensarlo, Nicté acudió a ella, no comprendía nada, pero de alguna manera sentía pertenecer a ese lugar.

Cuando llegó, la mujer de mirada tierna le dijo que era hora de ir a sembrar, ella sin cuestionar nada, tomó su arado y las botas que le había hecho el abuelo.

No se atrevía a decir ni una palabra, hasta que confesó que no se acordaba de nada, no sabía quién era la mujer ni que hacía en ese lugar.

La anciana la miró y esa mirada tierna se convirtió en una mirada vacía cuando le confió que estaba en el último lugar con vegetación de la tierra, pues allá afuera todo era gris; el viento que soplaba era sucio, los mares y ríos se habían contaminado por demasiados desechos, los árboles fueron cayendo uno a uno y los pocos que quedaban eran muy débiles, la tierra ya no era fértil, los animales quedaban sólo en los recuerdos, ya todo estaba despareciendo. Las ciudades se alzaban con edificios largos y gigantes, la gente ya no cabía en el planeta.

–Es muy desolador lo que ocurre allá fuera, Nicté – le dijo la anciana−, lo único que nos queda es cuidar este pequeño lugar y comenzar a arar la tierra.

Nicté observaba a su abuela, sus manos arrugadas seguían conservando un aire de frescura o jovialidad cuando tocaban la tierra. Rápido aprendió la niña a sembrar las semillas de maíz y frijol.

Cuando el sol se ocultó y el manto oscuro de la noche cobijó el lugar, fueron a descansar a una  pequeña casa de madera. De repente, unas luces lejanas incandescentes se movían por todos lugares. Un grupo de personas, desesperadas, agitadas, hambrientas, sedientas y ansiosas, comenzaron a llevarse toda el agua del río, ultrajaron las siembras y los frutos, cortaron los árboles. Los abuelos lloraban. La esperanza desaparecía. El último soplo les fue arrebatado.

Nicté quedó pasmada de lo que ocurría. En un parpadear veía como se levantaban enormes construcciones que afectaban el bello lugar.  Y así fue hasta que todo lo verde se fue convirtiendo en gris. Nada quedó. Las aves ya no cantaban, ni el rio carcajeaba, sólo el ruido de carros, aviones, fábricas. El último grito de ella se escuchó retumbar en cada esquina polvorienta de cemento; un grito de desesperación y de rabia, sus ojos ya no querían seguir viendo la abrumadora escena.

Cuando volvió a abrir los ojos, pudo ver a su mamá que la miraba y le decía que se alistará porque se hacía tarde para llegar a la escuela.

Sintió alivio al despertar, pero una extraña sensación recorría todo su cuerpo.

Al llegar a su escuela, y ver un lugar con muros grises que se regía bajo el control de la directora; una persona de pocas palabras, ceño fruncido y mirada juiciosa, recordó lo que vio en su sueño.

Entró a su salón de clases, el maestro saludó y les dijo que hoy trabajarían sobre la crisis climática.

Sintió que un aire fresco tocó su mejilla y que los pocos árboles que le daban vida al patio comenzaban a hacer música con sus hojas, hasta parecía que reían gozosos.

Reflexión

Este cuento lo hice tomando en cuenta algunas críticas que en la obra de “La sociedad desescolarizada” de Iván Ilich se discuten.

Una de las principales críticas es la que se le hace a las instituciones educativas, y que estas mismas se rigen por direcciones e intereses políticos y económicos y que desde este punto es necesario desarrollar prácticas que transgredan este tipo de dominación. En este cuento, Nicté y casi todos los personajes están cansados de todo esto, la cotidianidad, el tráfico, noticias poco esperanzadoras, etc. Pero que casi todos actúan como si nada pasara. Sin embargo, en el sueño de Nicté, describí una vida muy diferente a la que ella llevaba. Una vida más sencilla, en donde su conexión y su relación con la naturaleza se podía disfrutar sanamente e incluso aprender a trabajarla y cuidarla y más, siendo el último lugar. Al final del sueño quise mostrar una sociedad ambiciosa que no valora nada de lo natural y si lo hace, lo hace con fines económicos, mientras que las personas que ayudan al medio ambiente van desapareciendo.

Incorporé al personaje del profesor, aunque muy brevemente y sin tantos detalles, como un personaje transgresor desde su práctica, e igual cansado como todos, que decidió que sería buen momento para que empezará a emerger una chispa de cambio con sus alumnas y alumnos.

Y bueno, con esto concluyo, para decir que, aunque no concuerde con la idea de desescolarizar a la sociedad, si concuerdo con la idea de que las instituciones deben transformarse y que en este caso, las y los directivos, las y los trabajadores, las y los maestros, las y los estudiantes, pueden ser un agente de cambio si las prácticas comienzan a tomar otro sendero más consciente para poder atender todas estas problemáticas.

 

*Egresada de la Licenciatura en Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN095 Azcapotzalco

Sacapuntas

Yoloxóchitl Bustamante

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Usos múltiples

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y María Fernanda Azuara Hernández
Laura Karina Mares Ortega & Rogelio Del Prado Flores
Rebeca Illiana Arévalo Martínez, María Dolores Lozano Gutiérrez
Angélica Beatriz de la Vega Arévalo, Isabel Lincoln Strange Reséndiz

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Deserciones

Guillermo Marín Ruiz
Stephanie Bojalil Paredes & Rogelio Del Prado Flores

Mirador del Norte

Sala de maestros

Rebeca Illiana Arévalo Martínez, Mirla Yessenia Castro Rodríguez & Rocío Alvarado Casas
Rebeca Illiana Arévalo Martínez, Lilia Isabel Vieyra & Marín María de Jesús Moo Canul
Isabel Lincoln Strange Reséndiz, Miriam Josefina Vega Astorga

Tarea

Federico Cendejas Corzo
Jorge Orendain
Diana Cabrera Anota
Melody A. Guillén
Rebeca Illiana Arévalo Martínez, Guillermo García Mayo & Karla Negrete Huelga
“pálido.deluz”, año 10, número 131, "Número 131. Escuela y pandemia: ¿Cómo regresar a clases? (Agosto 2021)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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