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Viernes, Abril 26, 2024

¿En qué momento se volvió la escuela el espacio donde se cubrieran todas las necesidades del niño? Y, más que la escuela, ¿en qué momento el docente toma el papel del cual debe surgir un sanador de la salud emocional?

 

Cada día, después de levantarme, sonreía al espejo mirando mis sueños cumplidos  en mi labor docente… tan grande había sido mi sueño que pese a diferentes dificultades, ahora podía decir “Soy maestra”; pero no maestra de un ratito, de horarios fijos, de trabajo dentro del aula; NO, una MAESTRA, así, con mayúsculas, quien desde su propia realidad piensa que puede cambiar el mundo de sus niños, de las familias de donde provienen, del entorno social descompuesto que le rodea, esperando ayudar a que tengamos todos un mejor futuro.

 

Este es el pensamiento contundente que me permite buscar las estrategias para poder mirar de frente a los pequeños que buscan mi mano para guiarlos, mi paciencia para escucharlos, para transmitir a sus corazones mis deseos de superación inagotable… para formar en ellos no simplemente los mejores estudiantes llenos de conocimientos, sino los mejores seres humanos posibles.

 

Un día recibí una noticia confusa, tenía que dejar tarea para 15 días, ya que México estaba inmerso en lo que llamaron COVID 19. Claro que mis niños ya sabían un poco de lo que se trataba, acabábamos de ver en clase los temas de endemia, epidemia y pandemia. Aunque lo percibíamos como algo lejano.

 

Así pues, me dispuse a preparar dichas tareas, despidiendo a cada uno de mis niños en la puerta del colegio y quedando de vernos después de ese tiempo.

 

De pronto todo se complicó. Noticias aquí y allá, tan desoladoras que no era posible imaginar lo que ocurría en cada hogar… ni siquiera en el propio. No había tiempo de pensar en una nueva forma de acercarles la educación. En determinado momento, de manera vertiginosa, nos dieron una rápida inducción de “la educación a distancia”.  ¿Qué estaba ocurriendo?

 

La reestructuración docente: una “nueva normalidad”

 

Mis niños, ¿qué sería de mis niños? Hoy, después de cerca de año y medio, sigo sin poder verlos.

 

Hubo maestros muy comprometidos que tomamos de manera autodidacta o con cierto acompañamiento, un esbozo del trabajo a distancia. Tan frío, que sólo teníamos un aula virtual acondicionada en un rinconcito de casa y nuestra imagen y voz para llegar a sus corazones. Las exigencias de las autoridades educativas sólo consideraron los aprendizajes esperados y que todos aprobaran el curso; las reglas no habían cambiado, seguíamos saturados de carga administrativa y, mientras intentábamos alcanzar los requerimientos solicitados, requeríamos también cuidar de nuestra familia y nuestra salud.

 

¡Qué difícil trabajar detrás de una pantalla! Hablar por medio de una máquina sabiendo que en algunos hogares había mucho más que aprendizajes pendientes, como dolor, hambre, enfermedad, incluso, pérdidas humanas. ¡Qué triste no poderlos consolar!

 

Entonces, pese a todo el compromiso que se ha puesto en la educación, escuché hace unos días la frase: “Estamos usando una pedagogía placebo”, “la mayoría de escuelas, docentes y directivos sólo dan la ilusión de que todo va avanzando”. ¡¡¡Pedagogía placebo!!! Cuánta ignorancia sobre esta noble labor.

 

Puedo asegurar que no se está usando una “pedagogía placebo”. Los conocimientos que se han llevado a los niños son reales, seguramente han hecho efecto diferente en cada alumno, pero son reales. Los que usaron el discurso de pedagogía placebo en esa ocasión, juzgaron en lo general ocho elementos.

 

  1. Los contenidos del libro de texto.
  2. El uso de la tecnología como herramienta.
  3. La siempre criticada memorización.
  4. El esfuerzo (Individual de cada alumno. Yo le llamo proceso).
  5. Los exámenes (Ahora presentados en formularios).
  6. Las explicaciones (Clases sincrónicas).
  7. La enseñanza estandarizada… (Que siempre buscamos mucho más allá), y
  8. La repetición del curso (Lo que no aplica en estos momentos).

 

Díganme entonces, si no se toman en cuenta estos elementos, ¿Cómo sugieren los censuradores del sistema adoptado que hagamos llegar a nuestros alumnos el aprendizaje que necesitan? ¡Qué fácil se ha vuelto criticar! Y como siempre, me pregunto: ¿DÓNDE ESTÁN SUS PROPUESTAS? ¿Cómo piensan que se trabaje? Habiendo lugares sin conectividad, lo único que se pudo hacer con los niños en esos sitios fue entregarles cuadernillos de trabajo. Únicamente eso. ¿Qué hacer con pequeños que trabajan solos desde casa? Las personas que piensan que no se está enseñando… NO TIENEN LA MENOR IDEA DE LO QUE SE REALIZA.

 

Es complicado decirlo, pero hay momentos en donde cambian las prioridades. Los niños no necesitan solamente aprender contenidos, algo que se puede aprender después; lo que requieren es una base para mantener su salud mental, para que sientan sus actividades lo más normalizadas posible, y sanar, con una “pedagogía de emergencia” sus duros entornos aumentados hoy por la pandemia. Pero tengan la certeza de que muchísimos maestros estamos trabajando más del 100% para lograrlo.

Por otro lado, las autoridades, con sus exigencias que difieren muchas veces de las demandas y necesidades sociales, también están en una encrucijada. Todo es criticable, pero quienes critican NO SUGIEREN SOLUCIONES. La pedagogía placebo, dicen, son espejismos de conocimiento; total error. Quienes así lo afirman, seguramente no están dentro del aula ejerciendo, ni ponen en práctica estrategia alguna.

 

Todo depende de cada docente, de cada alumno y de los padres de familia, unos más comprometidos que otros para sacar adelante el ciclo escolar.

 

A todo esto ¿Qué es la pedagogía placebo? ¿Qué es la pedagogía de la emergencia? Y más aún ¿Qué es la pedagogía paliativa? De esta última hemos hecho uso en ciertos casos graves y, seguramente, es la que tendremos que conocer más para utilizar una vez que volvamos a la enseñanza presencial.

 

Se entiende entonces que la “pedagogía placebo”, llamada también espejismo o engaño del progreso, es aquella que pretende estar cumpliendo con nuestras actividades docentes. En pocas palabras, una simulación.

 

La “Pedagogía de la emergencia” es la que tomamos para tomar como elementos todo aquello que pueda ayudarnos a continuar con nuestras clases a distancia. Ciertamente, se le nombra de la emergencia, ya que se estructura a través de las necesidades que surgen de lo común; como, en este caso, la emergencia sanitaria y la incertidumbre por la pandemia. Poco a poco, con los recursos al alcance de la mano y que se inventan o reinventan por parte de cada persona, nos hemos ido adaptando para hacer una mejor labor y dar paso a una educación para la resiliencia. “La Pedagogía de la Emergencia” es la que debe diseñar, desarrollar e implementar diversas estrategias didácticas y pedagógicas para atender problemáticas fuera de lo cotidiano. Ésta, prioriza o reorganiza el currículo de acuerdo a las necesidades.

Por su parte, la “Pedagogía paliativa” es quizá la más compleja. Incluso, aunque tengamos ciertas referencias, no podremos usarla en gran medida, pues no somos especialistas de la salud emocional. Pero es conveniente que conozcamos de ella, porque será necesario enfrentarnos a realidades crudas y puede ayudarnos a canalizar emociones, también, a escuchar con verdadero respeto y la mayor humanidad posible lo que esté lastimando a nuestros alumnos, y así encaminarlos hacia una atención especializada específica.

 

Este tipo de pedagogía es utilizada por lo general en hospitales, en situaciones de desahucio o con familiares que han sufrido pérdidas recientes. La pedagogía paliativa, va de la mano con el duelo, estado que se da incluso en casos donde no haya muerto un ser querido. El duelo también puede ser producido por el tiempo que no han estado junto a sus amigos, su familia, sus maestros o el no poder salir libremente como antes. Todos estos casos, al final, representan pérdidas.

 

Aún sin ser conocedores expertos, podemos considerar ciertas actividades que ayudan a los niños en este proceso de duelo, realizando actividades como:

  • Cuentos;
  • Dibujos;
  • Pintura;
  • Ejercicio físico, para sacar un poco la tensión, el dolor y la incertidumbre;
  • Construcción de objetos, como una forma de terapia ocupacional. Todo ello ligado a los aprendizajes esperados, para que se “separen” en lo posible de su pérdida.

 

En el camino del docente, es preciso destacar estas últimas dos alternativas desde un horizonte de múltiples problemáticas reales de nuestro alumnado. No podemos negarnos al uso de la primera alternativa (pedagogía placebo) puesto que aún en estos difíciles momentos seguimos siendo maestros, y una figura que marca en muchos aspectos la vida de nuestros pequeños, para seguir acompañándolos en su proceso formativo.

 

Debemos atender la problemática del aprendizaje a distancia y el pretendido regreso bajo el modelo híbrido. Todo un desafío para los docentes. Todo un enigma para los padres de familia y alumnos. Todo un reto para los centros escolares.

 

Quiero contestar mi pregunta planteada al inicio… ¿En qué momento el docente toma el papel del cual debe surgir un sanador de la salud emocional? Para mí es claro: en el momento mismo en que elegí ser maestra, en el momento mismo en que tomé la responsabilidad por propia decisión de laborar con calidad humana en un entorno social, en mi propio testimonio de vida. En fin, al momento en que decidí mirar en los ojitos de mis niños la profundidad del sufrimiento y el miedo, desde que aprendí a abrazar desde el corazón… YO.

 

“Todavía creo que nuestro mejor diálogo ha sido el de las miradas”

(Mario Benedetti)

 

¿Cómo nos sentimos de volver a la escuela? Es una de las primeras preguntas de la próxima jornada intensiva de CTE para el nuevo ciclo escolar. No lo sé, sólo siento que es necesario prepararnos para trabajar con las emociones propias y las de los niños. Estamos cerca de volverlos a ver, pero estaremos tan lejos como marca la “sana distancia”, en esta “nueva normalidad” de protocolos, de lineamientos técnicos que procuran un regreso seguro… pero frío, lejano, diferente a lo que llevo dentro de mi corazón docente.

 

Los veremos a los ojos y sólo eso, ya que estará de por medio un cubrebocas y/o careta… así que tendremos que hablar con los ojos y con la calidez de nuestra voz para abrazarles el alma.

 

 

*Maestra de primaria. Lic. En Pedagogía Facultad de Estudios Superiores Acatlán (UNAM)

 

Sacapuntas

Yoloxóchitl Bustamante

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Usos múltiples

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y María Fernanda Azuara Hernández
Laura Karina Mares Ortega & Rogelio Del Prado Flores
Rebeca Illiana Arévalo Martínez, María Dolores Lozano Gutiérrez
Angélica Beatriz de la Vega Arévalo, Isabel Lincoln Strange Reséndiz

Mentes Peligrosas

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Deserciones

Guillermo Marín Ruiz
Stephanie Bojalil Paredes & Rogelio Del Prado Flores

Mirador del Norte

Sala de maestros

Rebeca Illiana Arévalo Martínez, Mirla Yessenia Castro Rodríguez & Rocío Alvarado Casas
Rebeca Illiana Arévalo Martínez, Lilia Isabel Vieyra & Marín María de Jesús Moo Canul
Isabel Lincoln Strange Reséndiz, Miriam Josefina Vega Astorga

Tarea

Federico Cendejas Corzo
Jorge Orendain
Diana Cabrera Anota
Melody A. Guillén
Rebeca Illiana Arévalo Martínez, Guillermo García Mayo & Karla Negrete Huelga
“pálido.deluz”, año 10, número 131, "Número 131. Escuela y pandemia: ¿Cómo regresar a clases? (Agosto 2021)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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