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Martes, Abril 16, 2024

Actualmente cualquier artefacto tecnológico o red social intenta sustituir a la memoria, pues tiene la facilidad de almacenar una gran cantidad de datos e imágenes. Pero ¿realmente puede sustituir a nuestra memoria? La respuesta es NO, pues en estos artefactos almacenamos sólo los acontecimientos que queremos mostrar a los demás, y en la nuestra almacenamos y olvidamos los recuerdos que conforman nuestra historia. Es decir, la memoria humana tiene la “flexibilidad para modificar constantemente e inconscientemente los recuerdos almacenados, así como la capacidad de olvidar” (Alonso J.; 2013)

Para la Neurociencia, la memoria es una función neurocognitiva que permite codificar, registrar y almacenar el conocimiento. Al olvido, por el contrario, lo considera como un mecanismo fallido para recuperar los recuerdos, el cual puede ser provocado por la superposición de otros recuerdos.

Retomando los términos de memoria y olvido, en el ámbito de la Animación Sociocultural de la Lengua (ASCL), se considera a ambos indispensables para la lectura del tiempo pasado. Lectura que nos ubica en un tiempo y un espacio social, los cuales influyeron en nuestro comportamiento actual y nuestra contribución a la sociedad.

“La historia no es ancla: es hélice” ha escrito Agustín Basave. Nos permite movernos hacia la dirección que elegimos al tomar el timón. Animamos a las personas a guiar su vida y ser el capitán de su embarcación.  Nuestra memoria y vida personal es astrolabio, brújula y mapa. Aun cuando nuestros recuerdos se hayan convertido en ancla, siempre podemos levar anclas y mirar el mapa: reconocer dónde estamos, cuánto hemos recorrido, a dónde nos queremos mover, cuál es la distancia que nos separa de nuestro destino, cuál ruta deseamos seguir. No temamos a llenar de polvo nuestros zapatos, no debemos ignorar la vereda por venir, nadie puede tener más decisión sobre nuestro andar que nosotros mismos.

Si consideramos que la fuente de nuestra propia vida es la memoria, podemos explicar nuestro presente y proyectar nuestro futuro. Por ello consideramos que es indispensable que todo individuo tenga la posibilidad de escribir su autobiografía.

Al construir la autobiografía y remover nuestra memoria buscando recuerdos de infancia, corremos el riesgo de que el recuerdo recuperado no sea el momento realmente vivido por el niño o niña, sino la evocación de un adulto que ha filtrado el acontecimiento por el tiempo y el espacio. Dada esta situación nos exponemos a alterar nuestras emociones.

Escribir nuestra autobiografía más que narrar una verdad absoluta[i], es ejercitar nuestra memoria para entender nuestro presente. En otros, el recuerdo es terremoto, fuego, látigo y relámpago; en mí es soporte, calidez, abrazo, luz de suave vela. Tal vez alguien lo rememora como muchedumbre; yo como amorosa compañía, En otros fue sequía, en mí solamente larga espera. Alguien recuerda el momento como abandono, yo como el encuentro conmigo.

La memoria nos permite autoexplorarnos y retroceder en nuestros recuerdos a nuestro antojo. Cuando el olvido se presenta, se evidencia en situaciones que aparentemente no tienen una explicación lógica. Probablemente te haya ocurrido como le ocurrió a una mujer en un taller de autobiografía, cuando analizando una foto para despertar sus recuerdos, evocó que, durante su infancia, cada año iba de vacaciones a la playa, a Acapulco, con sus hermanos y primos. Gratos y felices recuerdos acudieron a su mente, pues los niños de la foto jugueteaban en el mar. Curiosamente ella relató que ni a ella ni a ninguno de sus hermanos, en la actualidad, les gustaba meterse al mar. El olvido, seguramente sepultó un recuerdo que explica el por qué ya no es placentero realizar esta actividad. Un olvido que probablemente no es intencional, sino uno que les proporcionó seguridad en ese momento y con el tiempo quedó guardado permanentemente. Así ocurre con el olvido.

Generalmente cuando realizamos nuestra autobiografía narramos los hechos más sobresalientes alegres o tristes, pero esos son solo fragmentos “más allá de aquello, no sabemos cuánto podamos conocer y cuánto permanecerá oculto y misterioso ante nuestros ojos adultos” (Fuentes; 2016; pág. 9).

Olvidar no es nocivo, de hecho, es necesario, Ricoeau lo describe como “el abismo donde la memoria extrae el recuerdo” (Barroeta E; 2012)

La autobiografía podría considerarse como un rescate de aquello que está quedando en el olvido, para traerlo al presente. Al narrar nuestra vida nos estamos rescatando del olvido. El pasado no es algo inamovible y que solo permite una lectura única y excluyente. Al revisar con la mirada del día de hoy, resignificamos esa historia personal, Al madurar como personas, nos enriquecemos simbólicamente y eso nos autoriza a reevaluar nuestra vida y los sucesos que la han conformado. Es posible, incluso, alcanzar una catarsis al verla con nuevos ojos. Nuestros sentimientos no están obligados a permanecer inmóviles. Nosotros no quedamos inmóviles como personas, el fuego interior nos alimenta y fragua, moldea nuestra personalidad.

Reconstruir nuestra infancia es tarea ardua, pues en ella el olvido ha echado raíces y algunas veces los acontecimientos no recordados, son sustituidos por la imaginación. Más no significa que todo sea un invento, sino que nuestra historia ha sido modificada por el olvido y porque la miramos en retrospectiva con ojos de adulto. Creamos nuestros propios mitos fundacionales, elaboramos nuestros ritos al invertir en ellos contenidos simbólicos valiosos, cultivamos nuestra herencia social: no solo somos producto de la cultura, somos productores socioculturales y cobramos protagonismo en la historia de vida que nos corresponde.

Fuentes cita a San Agustín sobre sus pecados de infancia: “¿Quién me lo recordará? ¿Acaso cualquier chiquito o párvulo de hoy, en quien veo lo que no recuerdo de mí?” (2016; pág. 36). La memoria y el olvido son selectivos. Convertiremos en sagradas nuestras rememoraciones más valiosas. Volveremos tabú aquello que despreciamos simbólicamente. Resolveremos qué rechazamos y ante qué nos hincamos con fe.

No temas mirar atrás, no te convertirás en estatua de sal, como la bíblica mujer de Lot. La reflexión de lo que has vivido, te permitirá encontrar muchas respuestas, pero, quizás, lo mejor sea que te permitirá encontrar muchas peguntas. Abraza esas preguntas, ellas te acompañarán para que tú le des nuevos sentidos a tu vida. Nadie más puede ser dueño de la forma en que interpretas tu propia existencia.

La animación sociocultural de la lengua es instrumento y resultado de negociaciones simbólicas y significantes que se dan entre las personas, entre enfoques culturales dentro de ciertos contextos sociales e históricos referidos a una época, a una situación temporal específica. Así es como construimos la realidad en que habitamos socioculturalmente. Nosotros elegimos la lectura del tiempo presente, con la memoria y el olvido como sustancia que la recrea.

 

Referencias

Alonso, J. (4 de enero de 2013). Alonso.Es. Obtenido de https://jralonso.es/2013/01/04/la-memoria-y-el-olvido/

Barroeta, E. (JUNIO de 2012). El pensamiento de Ricoeau. Athenea digital. Revista de pensamiento e investigación. Universidad de Barcelona.

Fuentes, A. (2016). Autobiografía: infancia, memoria y olvido desde una perspectiva filosófica. Santiago de Chile: Universidad de Chile.

 

[i] Cuando compartimos nuestro recuerdo con otros actores que participaron en él, generalmente las versiones no coinciden, por eso la llamaremos una verdad “relativa”, que para nosotros es la nuestra, pues somos los protagonistas de nuestra propia historia.

 

José de Jesús González Almaguer   

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Docente de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán y del Colegio de Imagen Pública. Ha realizado intervenciones como consultor y brindado capacitación tanto en el sector privado como público y el tercer sector. Su trabajo profesional le ha llevado a recibir distinciones internacionales. Ha participado en once libros especializados en español y uno en inglés. Lic. En Periodismo y Comunicación Colectiva, Maestría en Educación, estudios de Maestría en Comunicación Institucional, Especialista en Valores, estudios doctorales en Humanidades y estudios doctorales en Innovación y Responsabilidad Social.

 

Norma Olivia Matus Hernández     

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Docente de primaria por veintiún años, Mediadora voluntaria del programa "Salas de lectura" de la Secretaría de Cultura por seis años. Maestra en Educación Básica (UPN). Diplomada en Mediación lectora (UAM). Ha cursado varios talleres de Narración oral. Lic. en Administración (UAM). Profesora de Educación Primaria (ENM). Actualmente participa en diversos eventos de narradores orales.

 

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