Antes de esta emergencia sanitaria por COVID-19, se presentaba una desconexión afectiva con la naturaleza; después de 15 meses de clases a distancia o en modo hibrido, nos encontramos en una reconexión afectiva. El retorno a las clases presenciales sugiere un espacio para conocer y reconocer las emociones de los estudiantes de todos los niveles educativos.
La educación hibrida acercó a muchos estudiantes a las actividades de una sociedad teologizada, en donde a partir de aplicaciones, plataformas y demás artificios se dan por resueltas actividades lúdicas, de consumo y, en este caso, de aprendizaje. ¿Cómo salir de este trance?, ¿cómo desconectarnos y reencontrarnos en todos, en espacios que han quedado quietos desde hace más de un año, como son las escuelas?
Es momento oportuno para considerar que los niños, los jóvenes y en general de todas las personas, necesitamos reencontrarnos primero con la naturaleza: Las actividades que pueden llevarse a cabo en parques, bosques o reservas ecológicas, aportan una forma saludable de mejorar los niveles: emocionales, sociales, físicos, mentales, incluso espirituales del ser humano. Pensar en la reconexión con la naturaleza a través de una intervención en donde se equilibren funciones sociales como las competencias emocionales y la conservación ambiental, es pensar como educador ambiental.
Plantearse la idea de crear un proyecto de intervención educativa con acción en la educación ambiental y emocional, parecería tener muchas oportunidades, considerando que las escuelas y colegios deben enfrentar el desafío de abordar la empatía y la resiliencia una vez que se permita el regreso a las clases presenciales. Y ¿qué mejor manera de preparar el regreso con una actividad al aire libre, en donde sea posible experimentar una conexión con el entorno natural, con nosotros mismos y con la comunidad escolar. Promover actividades fuera de la escuela aportaría, además, aprendizajes desde otra dimensión de la enseñanza convencional, lo que ofrece oportunidad para la creatividad y para la reflexión.
Pensar en la naturaleza como elemento terapéutico para los estudiantes que han enfrentado a un proceso de inmersión a la tecnología de manera emergente y poco reflexiva, podría ser un acierto, al acercarse a la naturaleza para comprenderla no como un medio de consumo sino como el espacio que debe conservarse y el sitio ideal para encontrar un equilibrio emocional.
Después de hacer un paseo y entrar en contacto con la naturaleza es posible experimentar una sensación de bienestar. Este efecto de restauración o de reconexión, sería el ideal para todos los alumnos que han enfrentado conflictos familiares como la perdida de seres queridos, falta de trabajo, cambios de domicilio, aunado con la exigencia escolar que en ocasiones resultó excesiva. Abrir la escuela a la naturaleza es una posibilidad que puede realizarse en diferentes dimensiones: buscar un espacio dentro de la escuela para crear una zona verde, ubicar un parque cercano a las instalaciones escolares y organizar junto con los padres de familia la posibilidad trasladar las actividades escolares a este sitio una mañana, buscar reservas ambientales cercanas a la ciudad con actividades relacionadas con las emociones y la educación ambiental, resultan altamente positivas..
Atreverse a plantear propuestas en los consejos técnicos en las escuelas puede ser el inicio de una trasformación de los patios escolares en principio y convertirlos en entornos ambientales con posibilidad de trabajar las emociones, un espacio nuevo donde reencontrarnos con los estudiantes y hacer conexión con la educación ambiental.
La educación ambiental y las competencias emocionales pueden y deben ser herramientas que complementen los aprendizajes propuestos en el currículum escolar. El desafío de la educación y de los docentes para este nuevo ciclo escolar es captar la percepción emocional, cognitiva e intuitiva de la realidad después de esta crisis sanitaria.
*Egresada de la Licenciatura en Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional. Unidad UPN095 Azcapotzalco.