“La muerte es el último acto de un hombre libre”.
Séneca
México es un país con una alta mortalidad, dadas las condiciones de feminicidios, narcotráfico y carteles; desapariciones forzadas, delincuencia, robos con violencia, secuestros, asesinatos de periodistas, líderes comunitarios, defensores ambientales; y por problemas de salud principalmente diabetes, cáncer e hipertensión, además de las condiciones insalubres por falta de servicios en muchas comunidades o por la destrucción de la naturaleza por explotación de las empresas mineras, petroleras y eléctricas.
La muerte en México tiene una connotación más profunda, desde nuestros antepasados, la muerte ha sido venerada y respetada, y en nuestro país celebrada, sabiendo que después de ella llegaremos a otro estado u otra forma de existencia lejos de lo terrenal.
La muerte, como el límite temporal absoluto, marca al ser humano de una forma única y definitiva, pero también persigue a la imaginación y delimita el horizonte de lo pensable.
Pero en la vida humana, la muerte es solo una realidad intrínseca a la cual todos llegaremos, sin embargo, antes de esa muerte, morimos varias veces. Morimos de amor, morimos de desilusión, de tristeza, de dolor y de fracaso, y mientras que la muerte es el miedo a ella, puede dar lugar a una especie de fracaso existencial o ético.
Para (Heidegger, 1995) el Dasein1 se presenta desde lo diario, como un algo en el mundo que siempre busca proyectarse para ser, el Dasein, no es un sujeto individual, es un ser colectivo que se pierde dentro de las relaciones que se tienen día a día con los demás. Establece un entorno y se relaciona, y dichas relaciones son capaces de generar miedo, tristeza y angustia; pero también tienen la capacidad de generarnos paz, amor y alegría.
Nosotros como seres conscientes tenemos nuestro Dasein, que se sostiene y relaciona día a día, es aquello que nos hace estar y tener una razón para vivir, es nuestra fuerza motora para andar sobre todo aquello que nos mata, lo que se subleva como lava en el cráter de un volcán con el fin de hacernos renacer. Entonces, ¿qué mata al Daisen?
Vivir esa muerte, aunque suene contradictorio, nos da razones en lo cotidiano:
“Es la expresión inmediata de un tiempo, ritmo y espacio concreto, de la compleja trama de las relaciones sociales que regulan la vida de las personas en una formación económica-social determinada, o en un contexto social dado”. (Aguilar Medina, 2006).
La “vida cotidiana”, es entendida como el conjunto de valores, orientaciones, actitudes, expectativas, normas, conductas y prácticas sociales reproducidas por la familia en el ámbito privado, por lo que ésta se constituye en la primera garantía de la reproducción social. Hablar de lo cotidiano es hablar de aquello que los individuos repiten y reproducen diariamente, sin olvidar que lleva consigo el proceso de socialización, que es lo que permite interactuar al individuo en la sociedad. (Heller, 1972).
Nuestra vida cotidiana se desarrolla en un ambiente social que involucra cuatro esferas, la familia, el trabajo, el tiempo libre y la actividad socio-política y religiosa.
La vida y la muerte se encuentran en constante contradicción, en una lucha entre lo nuevo y lo viejo, siempre creando dudas o formando caminos a seguir, siempre preguntándose si vale la pena esto o aquello.
En México, La vida cotidiana se ha construido con base en los cimientos de la derrota, con la conquista y la devastación a nuestra etnia, con el sometimiento y el recelo de vivir aplastados. Levantarse tampoco ha sido un camino fácil, nuestra historia se ha visto permeada por una ola de traiciones y determinada por el yugo de los países hegemónicos que dictan a los países pobres lo que deben hacer.
Y de ahí parte nuestra realidad, un país construido desde la miseria más cruel que pueda generar el ser humano, que repite y reproduce estereotipos asignados por países acostumbrados a imponer, así como las relaciones que se establecen dentro de todas las instituciones que el Estado usa para perpetuar su poder.
Las reproducciones laborales, escolares y familiares, aquellas que matan de desilusión, aquellas capaces de destruir voluntades, establecen criterios de dominación con un único fin, generar más capital. Sin que importe pasar encima de cualquier sueño, sin que importen nuestros sentimientos, o si somos dueños de una imaginación o una habilidad extraordinaria, no importa, en este mundo no interesa más que ganar y ganar.
En las relaciones de poder ejercidas desde la escuela se da nuestro primer contacto con la muerte, pues nuestras ideas son aplastadas por la Educación tipo Bancaria2 que recibimos por parte del Estado, quien hunde nuestra forma de aprender y nos somete a una realidad absurda.
Este tipo de educación nos limita hasta hacernos renunciar a nuestros sueños de búsqueda de la verdad. La ciencia, con su modo de medir cualquier tipo de fenómeno, nos reduce a ser parte de una estadística funcional para los dueños del Estado dotados de la maquinaria de la razón instrumentada por el dinero y el capital a un nivel global.
Una vez fuera de la esfera de la escuela, pensamos que nuestro conocimiento e ideales serán suficientes para mover en el mundo, sin embargo, el ámbito laboral desecha todo y nos limita a lo que nos mostró la Educación Bancaria, obedecer y hacer lo que dicta la institución o empresa, la cual en sus anhelos sólo busca generar más riquezas.
Lo laboral nos convierte en un tipo de ser que busca la supervivencia en un mundo regido por el consumo. Hace que dejemos nuestras mejores condiciones a cambio de un salario que cada vez es menos suficiente para satisfacer las necesidades creadas e inventadas por las grandes empresas, la cadena vive para trabajar, nos deja al descubierto jefes muertos que en su afán por conquistar y generar ya se olvidaron del vivir, ya perdieron en su vida el sentido de comprender el ¿para qué vivir?
Cada muerte en cada etapa nos resta esperanza, nos lleva y nos acerca día a día a la muerte final, donde no habrá vuelta ni un suspiro más, y al llegar a la bocanada de aire final nos preguntaremos: ¿habrá valido la pena vivir así? Vivir para mandar, para generar, para ser lo que fui, ¿qué me faltó hacer? Si hubiese vivido diferente, ¿tendría una sonrisa en mis labios? O me iré sabiendo que no debí haber muerto mil veces de esta forma. No habrá un despertar más, no seremos los mismos de entonces y la muerte estará esperando con sus alas de mariposa transparente a envolvernos y darnos el último beso.
El último beso verdadero, como cuando moriste roto después de la desilusión del amor, y después de sacudir las cadenas y los grilletes por todos lados, entre bares y derivas un día se rompieron y volviste a ser libre; solo para volver a amar, y sentir entre tu cabeza y corazón otro cálido sentimiento que se quedó y te hizo navegar hasta soportar la estrujante situación laboral, para llegar a casa y reconstruirte todos los días y volver a luchar contra el mundo extraño y contradictorio lleno de vida y muerte.
Venimos a algo más a este mundo que a morir por culpa de un mundo cada vez más cruel y economizado, la decisión de porqué morir solo depende de ti o dime ¿por qué estás muriendo hoy?
Bibliografía
Aguilar Medina, I. (2006). Enseñanza religiosa y vida cotidiana en el D.F. CDMX: Dirección de Etnología y Antropología Social INAH.
Heidegger, M. (1995). Ser y tiempo. Barcelona: Trotta Editorial.
Heller, A. (1972). Historia y Vida Cotidiana. Barcelona: Grijalba.
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Las desigualdades entre instituciones son tan abismales que, al ignorarlas por completo, el sistema de educación superior que pretende crear la Ley General de Educación Superior sólo vendrá a perpetuarlas. Y seguirían generando tensiones y conflictos. Una universidad con 55 mil estudiantes, la UAM, tiene un presupuesto anual de 7 mil millones de pesos, es decir, 140 mil por estudiante. Y la Benito Juárez, de Oaxaca, con mil 100 millones de pesos y 27 mil estudiantes, 40 mil por estudiante (por debajo del promedio nacional, de 60 mil). Peor aún para las 250 normales públicas (82 mil estudiantes) que sólo en gastos de operación (becas, mantenimiento) en lugar de 461 millones (en 2020) sólo tendrían 20.6 millones (sic) en 2021. Y una decena de autónomas públicas apenas sobreviven. La desigualdad financiera implica la desigualdad en el derecho a la educación. En México, sólo una delgada capa de estudiantes puede acceder a lo que en este momento socialmente es el derecho pleno a la educación superior, es decir, el acceso y permanencia en una institución pública, con recursos, de prestigio y con una población escolar de masas mayoritariamente de origen popular. Esto último porque por muy de calidad o excelencia que un ranking internacional designe a una institución, si no da amplia y preferente cabida a las mayorías del país y, añadiríamos, no asume la perspectiva con que ven a la nación, su excelencia será como la de club de golf. Y donde incluso prosperen visiones lesivas para la mayoría.
Además del financiamiento, otra condición indispensable para la formación de los estudiantes son los derechos laborales de los trabajadores universitarios. El apoyo que puede dar un profesor-investigador con base estable y de tiempo completo es radicalmente distinto al que puede ofrecer un maestro precarizado. La educación superior mexicana tiene una enorme diversidad de condiciones y encuadres laborales (salarios, tabuladores, organización académica) y se ha acostumbrado a sostener sus reflexiones –como la vieja Atenas– en el trabajo de una enorme masa de académicos jóvenes sin plaza, pero con altos niveles de formación. Y se ha generado una también abismal distancia respecto de un delgado y casi aristocrático segmento (no hay condes ni duques, pero sí premios y distinciones) con altos ingresos (incluso más que el presidente) y algunos hasta exentos ya del severo y agobiante régimen de constante evaluación de productos académicos. Aun en este primer mundo universitario, las condiciones laborales diferenciadas se ven agravadas por un generalizado autoritarismo, producto del agotamiento de débiles estructuras de participación y de una densa reglamentación institucional que quita oxígeno a cualquier intento de democracia, de defensa de las mujeres contra el acoso (el caso emblemático de Química, en la UNAM) y de diálogo con los afectados. Así, en la UAM apenas se aplicó, sin consulta ni discusión previa una nueva evaluación a los docentes (que determina parcialmente ingresos económicos) a pesar de que quienes la diseñaron plantearon como precepto básico; fomentar el diálogo entre evaluadores y evaluados, ya que hacer públicos los criterios de evaluación de la docencia desde el inicio contribuye a la credibilidad de los resultados y su aceptación en el profesorado... ( Hacia la renovación de la evaluación de la docencia en la UAM, Parte III 19/9/20).
Ante el complejo panorama, la opción de la actual iniciativa LGES es ignorar y navegar por encima y plácidamente. Olvida que normar significa construir acuerdos también con los no tenidos en cuenta: quienes buscan ejercer el derecho pleno a la educación; trabajadores académicos y administrativos que demandan estabilidad y salarios dignos; mujeres que exigen cese al acoso; excluidos de las decisiones institucionales, y las y los siempre y una y otra vez evaluados (tres veces al año en docencia). Si no, seguirán las tensiones que generan el dispendio que significan las jerarquías aristocráticas y las instituciones y facultades inmovilizadas durante meses en las instituciones (UNAM, UAM, IPN) donde la propuesta neoliberal de universidad caló más hondo porque apostó a ganar primero aplaudiendo y generosamente apoyando a los mejores. No resultó. La apuesta comenzó a perderse desde 1996 con la evaluación Ceneval y ha generado –hasta el día de hoy con la causa de las mujeres– conflictos fruto de creciente hartazgo. Y los conflictos, uno a uno, han demostrado la incapacidad de las burocracias para salir de los conflictos que, en mucho, ellas mismas generan.
La salida está hoy en que el Senado, en lugar de reforzar los acuerdos con otros, propicie los acuerdos con todos los que, si se aprobara en sus actuales términos la LGES, quedarían fuera del acuerdo sobre educación superior. De otra manera, ni la República ni la educación superior saldrían beneficiadas.
El número actual de 11 universidades públicas estatales en crisis financiera podría duplicarse en los próximos años, ante la insuficiencia presupuestaria prevista para 2021. Incluso, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí se incorporaría a esta lista en los próximos meses.
Lo anterior se puso de manifiesto ayer en una reunión de más de dos horas entre representantes de organizaciones sindicales de personal docente y administrativo de varias de estas instituciones y el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro Bórquez, en las instalaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en la Ciudad de México, donde no hubo ningún acuerdo concreto.
Agrupados en la Confederación Nacional de Trabajadores Universitarios, encabezada por Enrique Levet Gorozpe, varios de los dirigentes, entre ellos los de las universidades de Nayarit, Morelos, Sinaloa y la Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, presentaron la situación en que varias de ellas ya no tendrán recursos para cubrir la nómina de los trabajadores de la segunda quincena de este mes.
De acuerdo con dirigentes sindicales, un análisis actuarial de la SEP indica que la crisis deficitaria llegaría a un total de 21 universidades públicas estatales para 2024.
Durante la reunión en la SEP, tanto el subsecretario Concheiro Bórquez como la directora general de Educación Superior, Carmen Rodríguez Armenta, insistieron en que corresponde a los gobiernos locales aportar los recursos faltantes a las universidades estatales, según expresaron varios de los líderes presentes en el encuentro, quienes también señalaron responsabilidad federal.
Tras la reunión, Levet Gorozpe dijo que la reunión dejó sin esperanzas e inconformes a los representantes gremiales, por lo que no se descarta tomar otro tipo de acciones, no sólo la vía del diálogo, para resolver este problema.
Los dirigentes explicaron que la falta de recursos para las universidades se convertirá en un problema de carácter laboral en el momento en que se dejen de cubrir los salarios de los trabajadores.
Luis Manuel Hernández Escobedo, secretario del personal administrativo de la Universidad Autónoma de Nayarit, precisó que desde abril pasado los trabajadores fiaron a las autoridades el pago de prestaciones para que se pudiera pagar al menos el salario íntegro, lo que tampoco podrá ser debido a que ya no hay recursos más allá de octubre.
Las 11 universidades en crisis son las de Morelos, Oaxaca, Zacatecas, Chiapas, estado de México, Tabasco, Veracruz, Michoacán, Nayarit, Guerrero y Baja California.
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de octubre de 2020, p. 10
Tomado del diario La Republica
Traducción Gabriel H. García Ayala
Introducción. Aunque ya había leído acerca de ella, descubrí completamente a Lucia Berlin a principios de este 2020, antes de que la pandemia empezara a asolar a nuestro país. Eso me permitió disfrutar cada una de las historias contenidas en el libro Manual para mujeres de la limpieza. Algunos cuentos provocan risa, otros nostalgia y unos más empatía con los personajes. Es un libro de los que uno desea que nunca acaben, a pesar de que muchas historias narran la desgracia de personas marginadas. Por esa razón vuelvo una y otra vez a leer alguna historia seleccionada al azar. Al traducir preferí dejar el encabezado del artículo con el que apareció en el diario italiano, La mujer que escribía la vida, porque Lucia Berlin es lo que hizo, describir lo cotidiano, que aunque parezca insignificante, bajo su pluma adquiere niveles de epopeya.
Lucia Berlin vivió. Fue profesora, señora de la limpieza, enfermera. Tuvo tres hijos de tres diferentes hombres. Habitó en un camper, en el Nueva York de los músicos de jazz, en una comuna hippie en Berkeley. Fue muy rica, también muy pobre, alcohólica y finalmente una sobria y seria profesora universitaria. ¿Pero no eran los escritores parásitos de la vida de otras personas, perdedores que se pasan el tiempo encerrados en una habitación imaginando el mundo, contándolo sólo por nostalgia y cobardía? La vida, o se vive o se la escribe, decía Pirandello. Por el contrario, Lucia Berlin vivió, y no obstante escribió de una manera maravillosa hasta el fin. Publicó en revistas y en pequeñas editoriales. En los últimos años enseñó en Boulder, en la Universidad de Colorado, fue amada por sus alumnos y por sus amigos poetas, pero desconocida por la mayor parte de sus lectores. Murió en 2004, a los 68 años y en 2016 se convirtió en una de las escritoras más importantes de los novecientos estadounidenses. Gracias al amor y la pasión de Stephen Emerson y Lydia Davis, que han querido y cuidado obstinadamente el libro Manual para mujeres de la limpieza. El volumen contiene cuarenta y tres cuentos, cuarenta y tres pequeñas obras maestras. El libro fue mimado por la crítica y amado por el público, entró en todas las listas de los libros más importantes de 2015. En Italia se publicó con el título La mujer que escribía cuentos (ah, los departamentos de marketing ... ciertamente la idea de que es un título mejor que el original y comercialmente más efectivo comienza desde allí).
Es un libro suntuoso, superpoblado de maravillas, vale la pena tenerlo cerca de la cabecera y leerlo lentamente, una historia cada vez. Darle pequeños sorbos, como una buena bebida. Es una colección de historias. Pero sobre todo es la novela de una existencia, las batallas ganadas y perdidas, con todas sus sombras. Casi siempre poéticamente perdidas, pero precisamente esta es la fuerza de la escritura de Lucia Berlin: la cálida corriente de compasión que une a un anciano indígena alcohólico y a una joven mujer desesperada, ambos clientes de la lavandería de Ángel, en Nueva York. Lucia Berlin fue una mujer muy bella, de quien todos recuerdan los magníficos ojos azules y su voz dulcísima. Nació en Alaska en 1936 y creció en un pequeño pueblo, cerca de una mina en donde trabajaba su padre. Durante la guerra Lucia, la hermana menor y la madre se mudaron a El Paso, Texas, donde vivía el abuelo, notable dentista y alcohólico. De este periodo, como de todos los otros, Lucia escribe. Sus cuentos no son autobiográficos en estricto sentido, no es una voz narrativa exactamente idéntica al yo del escritor. Son minúsculas aventuras que tienen como protagonistas a hombrecillos y mujeres despreciados, magníficos y perdidos, una humanidad vital e insignificante que aman demasiado y un poco por casualidad, que no tienen miedo de perderlo todo. Son los otros, claro, pero se parecen a Lucía, a su hermana, a su madre, a su marido, a sus hijos. Jeffrey Berlin, uno de los hijos de Lucía, dijo en una entrevista que leer las historias de su madre nunca lo hizo sentir incómodo, a pesar de toda esa desafortunada verdad. Era más bien como poner en orden los recuerdos, atravesar nuevamente todo aquello que vivieron juntos, en el bien y en el mal. En el cuento “Doctor H. A. Moyniahn” Lucia Berlin describe a un dentista alcohólico que un día, después de estar totalmente borracho, él mismo se extrae todos los dientes para poder usar la dentadura que había hecho. En “Estrellas y santos” la protagonista es una chiquilla obligada por la escoliosis a llevar un busto de hierro, temporalmente poseída por el catolicismo, pero dispuesta a golpear a la más cariñosa de las monjas porque está enojada con su madre. En los últimos años de su vida, Lucía Berlín tuvo que convivir con un cilindro de oxígeno, debido al colapso de un pulmón, consecuencia de la escoliosis que padecía desde pequeña. En ese momento, hacia 2002, vivía en un camper, en uno de esos estacionamientos que nacen cerca de las ciudades, porque la enfermedad la había llevado a la bancarrota. Lo cuenta Elizabeth Geoghegan, escritora, que fue a visitarla y la entrevistó para The Paris Review. Cuando llegó, Lucia le preguntó si podía hacerle la cortesía de ir a comprarle un par de cigarrillos, que se vendían sueltos en la tienda del pueblo. Compra los más fuertes, le pidió. Se fumó ambos, con deleite, empujando los tubos del cilindro lejos de su nariz. Era una excelente conversadora, hablaba muchos idiomas, amaba los chismes y a Chéjov, reír y vivir al máximo, escribe Elizabeth Geoghegan. Hablando de éxitos y reconocimientos, Berlin le dijo que le habían otorgado una beca, la NEA Grant, por mérito artístico. Con ese dinero se había ido a París, se había divertido, bebido, drogado y no había escrito una línea. Luego había enviado una carta al comité para agradecerles y darles cuenta de lo que había hecho con su dinero: todo menos escribir. La posibilidad de que le concedieran otros premios dijo entre risas, se había vuelto bastante remota. Después del tiempo que pasó en Texas cuando era niña, al regreso de su padre, Lucía Berlín se trasladó a a Santiago de Chile con toda la familia. Y se convierte en una joven heredera, se mezcla con el jet set, permite que el príncipe Ali Khan le encienda su primer cigarrillo. Pero en esa época su madre comienza a beber mucho y pasa los días en la cama. Lo cuenta más adelante en las historias sobre su hermana que tiene cáncer, quien murió en 1992 en la Ciudad de México. Lucia la ayudó durante dos años. Las historias de estas dos mujeres adultas, que llegan a un acuerdo con el pasado, no renuncian a la seducción entre una sesión de quimioterapia y la siguiente y se aman ferozmente, son magníficas. Locura de llorar, por ejemplo, donde fluye una gran cantidad de amor exagerado, estropeado y conmovedor. Lucía Berlín no descarta, no cancela los momentos en que sus hijos, agotados, le quitan el dinero, esconden las botellas, le muestran todo el desprecio que se puede sentir hacia los que no pueden evitar beber. Muchas historias hablan de desintoxicación, algunas de lujosas vacaciones, otras de la simple vida y ya. Los escritores son como mejillones, se pegan a algo sólido y se alimentan de tierra, tragan y escupen, digieren y devuelven agua limpia. Y no importa si la inmundicia permanece dentro de ellos: lo que importa es siempre y solo escribir buenos libros.
El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social. Por una parte, es imperiosa una política económica activa orientada a «promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial», para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos. La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos. Por otra parte, «sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado». El fin de la historia no fue tal, y las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles. La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos».
Francisco, Carta encíclica Fratelli Tutti
En tiempos de pandemia y confinamiento, las plataformas digitales en línea han gozado de un auge que no se había imaginado. Así, la empresa de entretenimiento Netflix ha puesto a disposición una cartelera de diversos contenidos audiovisuales: series, documentales y películas, que han tenido un alto rating y una gran demanda por parte del público.
Entre las series más vistas y exitosas se encuentra Dark (Bo Odar & Friese, 2017-20), una saga distópica germana que se desarrolla en un ficticio pueblo de Alemania, Winden, y en el que la construcción de una central nuclear y la desaparición de niños se vuelven los hilos conductores de una trama que involucra a varias familias y viajes en el tiempo.
En nuestro más reciente libro, Cine, educación ambiental y sustentabilidad (Ramírez & Meixueiro, 2020) proponemos una serie de categorías para el análisis de películas que asociamos a problemáticas ambientales o que consideramos son susceptibles de incluirse en educación ambiental. Así, consideramos que Dark es un buen ejemplo de serie que se puede incluir en lo que podríamos denominar “cine distópico de crisis ambiental en una sociedad capitalista y poscapitalista”. A continuación nos explicamos.
En el análisis de cintas con contenido para educación y, particularmente para educación ambiental, hemos organizado un conjunto de categorías que nos han permitido abordar y describir reflexiones y puntos problemáticos en esos campos sociales. Desde Cine y educación. La vida es mejor que la escuela (Ramírez & Meixueiro, 1998), pasando por Cine y educación ambiental (Ramírez, Meixueiro, & Escobar, 2015) hasta el texto mencionado, podríamos sintetizar que, a través del cine, es posible analizar tres tipos de sociedades que giran alrededor del modelo capitalista de manera histórica. A saber, existen películas que abordan aspectos ambientales en un contexto de sociedades precapitalistas (desde el origen del universo hasta la Modernidad); sociedades capitalistas (desde la Modernidad hasta el momento); y como un escenario futuro, hay películas que prefiguran lo que serán las sociedades poscapitalistas.
Tomamos como eje diacrónico los tres tipos de sociedades que acabamos de mencionar, donde se encuentran, como punto central en el eje de análisis, las sociedades capitalistas y, desde esta perspectiva temporal, lo consideramos un análisis del presente: las sociedades precapitalistas como escenario del pasado; y las sociedades poscapitalistas como horizonte futuro. Este eje diacrónico se articula con dos categorías fundamentales en nuestros análisis: la relación Sociedad-naturaleza y la crisis ambiental.
La categoría Sociedad-naturaleza fue el resultado más alto de los análisis que fuimos induciendo en el programa de televisión DocumentArte, y que después de haber abordado 133 cintas, observábamos que esta categoría representaba un 40.6%, situándose en primer lugar; y la categoría de crisis ambiental, el segundo con 20.3% (Ramírez, Meixueiro, & Escobar, 2015, pp. 78 y 79). Allí explicamos que la mayoría de las películas que estábamos abordando contenían elementos de problemáticas sociales y socioambientales, provocadas fundamentalmente por el estilo de desarrollo dominante en nuestro planeta, el capitalismo, y que evidenciaba una particular relación entre la sociedad y la naturaleza.
“Por esa razón, en el libro Cine y educación ambiental (2015) describíamos la relación Sociedad-Naturaleza como un vínculo que no aborda al hombre en sentido abstracto y/o aislado, sino como un integrante de la sociedad en su conjunto. Por tanto, nos interesaba la manera en que los grupos sociales, las instituciones y sus expresiones culturales se vinculaban con el entorno y se manifestaban en el mundo natural.” (Ramírez & Meixueiro, 2020, pág. 112)
La crisis ambiental, por otro lado, es uno de los núcleos conceptuales que permite develar los problemas y contradicciones de la civilización contemporánea. “Cuando decidimos seleccionar la crisis ambiental como categoría de análisis en las obras cinematográficas, descubrimos un yacimiento inagotable de reflexión. En nuestro anterior libro, Cine y educación ambiental (2015) colocamos esta categoría como elemento central de análisis en películas donde se expone ´la particular apropiación de la naturaleza en el estilo de desarrollo dominante en la época actual” (Ramírez & Meixueiro, 2020, pág. 86)
La serie Dark, que cuenta con tres temporadas exhibidas en 2017, 2018 y la última en el 2020, tiene como escenario protagónico una Central Nuclear en el pueblo de Winden. Así que podemos ubicarla como una cinta que describe elementos de las sociedades capitalistas. En los capítulos de la primera temporada, la trama se ubica inicialmente en 2019, en Alemania. Desde la presentación de los personajes sabemos que la Central Nuclear juega y jugará un papel significativo en la ciudad y en las historias de las familias que viven allí, por lo que el análisis de la relación sociedad-naturaleza y la crisis ambiental destacan como criterios importantes.
En el desarrollo de los capítulos, ocurre el suicidio del padre de Jonas, protagonista de la serie, y la desaparición de un niño, Mikkel. Estos incidentes generarán una serie de problemas y conflictos en las familias y autoridades del pueblo, y que llevarán a Jonas y otros personajes, a descubrir que en una cueva cercana a la Central Nuclear pueden viajar en el tiempo. Es curioso que en esta temporada los viajes en el tiempo sean a 1986 y 1953, en misteriosa correlación de 33 años entre las fechas. Al final de esta temporada, Jonas aparece en 2052, en un devastado y apocalíptico pueblo de Winden.
Un dato histórico que llama la atención en el desarrollo de la energía nuclear en el planeta, es que la construcción de la primera Central Nuclear se realizó en 1954 en la antigua URSS. En la serie, mientras se desarrolla la trama de los viajes en el tiempo, el espectador es testigo, en el Winden de 1953, de la promoción que se hace para construir una planta Nuclear en el poblado. Otro hecho importante es que en abril de 1986 ocurre uno de los desastres nucleares y medioambientales más terribles de la historia humana: la explosión de un reactor nuclear en Chernóbil, Ucrania. Este hecho es mencionado también en la serie, cuando están en el año correspondiente. Al finalizar la temporada, Jonas viaja al futuro, año 2052, en un Winden destruido por la evidente explosión sucedida en la Central Nuclear en 2019.
El desastre de Chernóbil representa, tal vez, la peor catástrofe medioambiental en la historia de la humanidad. Este accidente no sólo afectó ambientalmente al planeta y la región de Europa del Este; también evidenció la carrera por el control de la energía nuclear que pretendían ganar las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial, y que se polarizaron en el contexto de la guerra fría. Un síntoma inequívoco de la crisis del mundo moderno.
Así, y de acuerdo con lo que hemos analizado hasta el momento, podemos afirmar que la serie Dark contiene elementos de crisis ambiental en sociedades capitalistas, en lo que se refiere a las Centrales Nucleares en el desarrollo de la civilización contemporánea. Pero también prefigura una sociedad poscapitalista catastrófica, al presentarnos un escenario distópico en el 2052, debido a la explosión de la Planta Nuclear en Winden.
Por otro lado, la serie Dark también prefigura uno de los grandes problemas filosóficos no resueltos en la Modernidad y que aparece desarrollado en la trama principal de la historia: ¿Qué es el tiempo? ¿Cómo es posible intervenir en él y controlarlo?
Sin duda, la preocupación por el tiempo es inseparable de la condición humana, pero la obsesión por explicarlo y controlarlo es más reciente. Creemos que esa obsesión se ha ido fraguando a partir del desarrollo del pensamiento moderno, base de lo que se considera hoy conocimiento científico. Luis Villoro (1992) explica cómo el pensamiento moderno obedece a la pérdida del centro en la Edad Media Europea, tanto de la imagen de la naturaleza, como de la idea del hombre. De una cosmovisión finita, ordenada, jerarquizada y centrada en Dios y en la Tierra; se fue transformando, en el Renacimiento europeo, hacia una visión antropocéntrica que colocaba al sol como centro y al universo como un espacio indeterminado, regido por leyes universales, y al individuo burgués como un ser capaz de autodeterminarse sin el peso de las jerarquías sociales. De ese modo, la naturaleza y la razón humana individual significaban una empresa fundamental para descubrir, conocer y determinarse.
Con respecto a la ciencia moderna, Villoro indica:
“La magia natural primero, la ciencia matemática después, ponen en obra una forma de racionalidad; la que está al servicio de una voluntad de transformación y de dominio. Se trata de encontrar los medios adecuados para que nuestra acción sea eficaz y pueda así llegar a los fines que se proponga. Se trata de convertir el conocimiento de la naturaleza en instrumento para construir nuestro propio mundo.” (Villoro, 1992, pág. 204)
En la segunda y tercera temporadas de Dark seremos testigos de la obsesión de varios personajes por entender los viajes en el tiempo y poder controlarlo, a fin de evitar el desastre nuclear además de los destinos fatales de los protagonistas y de las familias involucradas del pueblo. Así, a través de una compleja trama que retoma teorías científicas de la física, algunos postulados filosóficos y mitos grecolatinos, vemos a Jonas y Martha, Adam y Eva, personajes protagónicos de la serie, entendiendo y reinterpretando los viajes en el tiempo, con las consecuencias evidentes que esto representa.
En las últimas dos temporadas finales destaca un par de personajes secundarios: Claudia Tiedemann, que en 1986 es nombrada jefa de la planta nuclear en Winden y quien va descubriendo el secreto detrás de la Central nuclear. Así, se transforma en una de las viajeras en el tiempo a través de la “partícula madre” o “partícula oscura” que se genera con desechos radioactivos, o por medio de la máquina del tiempo que le encarga en 1954, a Heinrich G. Tannhaus, un relojero dedicado a investigar las leyes del espacio-tiempo y que, a la postre, publicará un libro sobre viajes en el tiempo.
En nuestra cultura universal existe una amplia y variada producción narrativa y cinematográfica sobre los viajes en el tiempo que corresponden al siglo XIX, XX y XXI, en el contexto de sociedades capitalistas. Ello confirma nuestras conjeturas acerca del desarrollo del pensamiento moderno y sus preocupaciones y obsesiones de autodeterminación y control de la naturaleza; no obstante, creemos que ninguna de ellas tiene la complejidad de la serie Dark que comentamos en este espacio.
Algunas obras literarias que consideramos significativas acerca de viajes en el tiempo son: La máquina del tiempo (1885) de H. G. Wells, y su secuela Los argonautas del aire (1888); Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889) de Mark Twain y El fin de la eternidad (1955) de Isaac Asimov. En televisión, la serie El túnel del tiempo (1966-67) de Irwin Allen, marcó el imaginario de muchos adolescentes de finales de los sesenta y la década de los setenta.
En cuanto a Obras cinematográficas que abordan viajes en el tiempo podemos mencionar la popular Regreso al futuro (EEUU, 1985) de Robert Zemeckis; Terminator (EEUU, 1984) de James Cameron; las dos versiones fílmicas de H. G. Wells: primero La máquina del tiempo (EEUU) de 1960 del director George Pal y la más reciente de Simon Wells (EEUU, 2002). Otras más recientes son Medianoche en Paris (EEUU/Francia, 2011) de Woody Allen y Al filo del mañana (2014) de Doug Liman.
La idea de que es posible viajar en el tiempo por medio del control (o descontrol) de la energía nuclear, supone una especulación científica que manifiesta uno de los propósitos del pensamiento moderno y que, desde la alquimia y las nacientes disciplinas empíricas del siglo XVII, fueron forjando al nuevo hombre moderno, que se pensó con la capacidad de determinar su destino y de poseer el dominio total de la naturaleza. Sin embargo, el desarrollo de la historia en la serie Dark nos plantea los límites del conocimiento científico, el fracaso de la autodeterminación del individuo y la imposibilidad de dominar la naturaleza. No es gratuito que en varios de los capítulos, aparezca una frase de Newton: “Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos es un océano.” Así, Dark nos invita a reflexionar en la profunda crisis civilizatoria en la que estamos confinados.
Bo Odar, B., & Friese, J. (Dirección). (2017-20). Dark [Película]. Alemania/EEUU.
Ramírez, R. T., & Meixueiro, A. (1998). Cine y educación. La vida es mejor que la escuela. México D.F., México: Ediciones Taller Abierto.
Ramírez, R. T., & Meixueiro, A. (2020). Cine, educación ambiental y sustentabilidad: articulaciones y comunicaciones posibles. Guadalajara, Jalisco, México: SEMARNAT/La Zonámbula/Pálido punto de luz.
Ramírez, R. T., Meixueiro, A., & Escobar, O. (2015). Cine y educación ambiental. Guadalajara, Jalisco, México: La Zonámbula/Pálido punto de luz.
Villoro, L. (1992). El pensamiento moderno (1a edición electrónica, 2013 ed.). México D.F., México: F.C.E.
Las primeras imágenes del anciano Lucky muestran su cuerpo deteriorado por el paso del tiempo. Es el protagonista de la película que lleva su nombre. El actor es Harry Dean Stanton, en su última aparición en la pantalla. Como contrapunto de las primeras escenas vemos a una tortuga y a un saguaro, especies que viven más de 100 años en las condiciones climáticas más adversas. El escenario, un paisaje yermo, solitario, como Lucky. La película presenta imágenes que son metáforas de la fragilidad, la corta vida del ser humano y la soledad de la vejez, en la que solamente se espera el fin. En el filme vemos a un Harry Dean Stanton con la mirada triste y el rostro inexpresivo, con un personaje parecido al que interpretó en Paris, Texas, dirigido por Wim Wenders, basado en un texto de Sam Shepard. Lucky es un anciano solitario, quien realiza las mismas rutinas de manera cotidiana: preparar café, hacer un poco de ejercicio, fumar, ver programas de concurso y resolver crucigramas. Por la mañana se despierta escuchando música mexicana. En las noches se reúne en el único bar del pueblo con sus amigos, uno de ellos interpretado por David Lynch, quien lo dirigió en Salvaje de Corazón, en 1990. Como colofón de la película, y de su propia existencia, Harry Dean Stanton o Lucky, nos mira directamente, de frente, enfatiza que hay que saber irse con una sonrisa, dejando atrás los dramas y las lamentaciones, irse con dignidad y sin pena. Que es preciso transitar por el camino de la iluminación.
La película es de 2017, dirigida por el también actor John Carroll Linch. Completan el reparto, además de David Lynch, actores veteranos como Tom Skerrit, James Darren y Beth Grant, entre otros.
Las novelas policiacas tienen un efecto balsámico, al
mismo tiempo es una reflexión que te trae del pasado al
presente y te dice que muchos de los males de los que
hoy hablamos tienen su origen en el pasado. De un
México autoritario, represivo, machista, chafa, donde la
justicia no existe.
Paco Ignacio Taibo II
Las buenas novelas policiacas, como las notables obras del cine negro, tienen en común que los delitos y los crímenes están estructurados en una urdimbre social, obscura, no fácil de desentrañar y menos de digerir. No son obras en el que al final vamos a dar con un culpable, que es encontrado, detenido, juzgado y sentenciado. En las obras del cine negro, el mal está mezclado entre los sujetos sociales, sin embargo, es elusivo, oculto, poderoso y con frecuencia inapresable.
El documental Las tres muertes de Marisela Escobedo (Pérez Osorio, C. México, 2020) estrenado en el mes de octubre en una plataforma de streaming ( la cual también es productora de este), se puede ver como una obra de literatura o cine negro, pero es tal la narración hiperrealista y dolorosa que en momentos no se cree lo que se cuenta. Es lamentable que relate una sucesión de hechos reales acontecidos en nuestro país.
La película, como instrumentos narrativos, recupera grabaciones de fiestas infantiles y bodas de la familia Escobedo en Ciudad Juárez, entrevistas a exfuncionarios, abogados, expertos en derecho y familiares de Marisela. Grabaciones de distintos lugares de la ciudad de Chihuahua y la ciudad fronteriza. El material incorpora las imágenes de las cruces de madera pintadas de rosa o las caminatas de familiares desesperados. Pero, como es esencial en este género, se va anticipando al recuperar la voz viva de la protagonista. Ella relata su historia: la llegada a Ciudad Juárez, el trabajo como enfermera y como pequeña empresaria dueña de una maderería. La creación de un hogar y la llegada de los hijos. Hasta ahí una vida normal. Pero en el Juárez de los feminicidios, desde la década de los noventa del siglo pasado, lo normal es otra cosa. Es la vulnerabilidad de las personas ante la generalización de la impunidad y el terrible daño irreparable, que como una sombra cayó sobre las jóvenes asesinadas volviéndose una epidemia. En este contexto, la vida de Marisela Escobedo Ortiz cambia con la primera muerte, la de su hija Rubí Marisela, perpetrada por su joven esposo Sergio Rafael, quién había sido empleado de la empresa familiar. Como muchas madres mexicanas, Marisela Escobedo, es una heroína contemporánea; tomará el destino en sus manos. Nada la detendrá, hasta no dar con el culpable, encontrarlo y hacerlo detener. Una mujer incontenible en el propósito que transforma su existencia.
Durante el juicio uno -como espectador- está seguro de que habrá un desenlace justo. Están los elementos indispensables para que eso suceda: una denuncia, la integración de una averiguación, el primer juicio oral en México, un asesino confeso. Pero por sorpresa el esposo y culpable es liberado, porque en esa ilógica forma que se tiene en el país de proceder en forma oscilatoria extrema, la confesión ( antes, con frecuencia, arrancada con violencia) a perdido valor para los jueces, según una modificación en la ley. Argumentan no tener evidencias ante un culpable que llevó al lugar en el que ocultó a su víctima a los peritos judiciales y luego pidió perdón a los familiares. La injusticia tiene muchos rostros en México, pero tal vez el más grave, es la forma y el fondo en que se aplica la ley. Marisela grita, se desespera, reclama y fallece en vida de impotencia por segunda vez.
La última parte del documental es narrada por su hijo. Como si esto no fuera suficiente, la valiente Marisela realiza marchas-caminatas-recorridos nacionales, persecuciones, denuncias, encara a los políticos, hace plantones en la noche de los tiempos del narcotráfico, frente al palacio de gobierno de Chihuahua. El desenlace, es predecible ante la impunidad reinante y sus nexos con la delincuencia organizada; vemos correr a la madre de Rubí y luego caer por tercera vez y para siempre ante las cámaras de seguridad siempre atentas. Los hijos entierran a su madre, mientras el crimen organizado les manda una última señal en el negocio familiar. Lo que les obliga a pedir refugio en los Estados Unidos.
La historia que se cuenta en este documental ya la habíamos leído, visto o escuchado. Fractal de una más de las muertas de Juárez; madre decidida que procede directamente en búsqueda de justicia; incorrecta aplicación de la ley; revictimización de los ofendidos. Hay que sumar ingredientes también conocidos por todos los mexicanos: corrupción, narcotráfico, gobiernos estatales coludidos mientras se enriquecen, fabricación de falsos culpables y muertes. El hallazgo del documental Las tres muertes de Marisela Escobedo, es que vemos el caso completo, junto, tejido palmo a palmo y no en piezas sueltas perdidas entre otras noticias. Es decir, al ser mínimo el periodismo de investigación en México, las noticias diarias, los acontecimientos, se presentan y consumen aislados, muchas veces por una sola vez, sin seguimiento; fragmentados, lejanos y escandalosos. El documental cubre esa ausencia al engarzar las historias sueltas, se vuelve una potente denuncia social. Tal vez, una forma dolorosa y artística de restablecer la memoria y la fallida justicia.