Seguro estoy que no soy el único; iluso sería pensar que las cosas extraordinarias de mi vida son exclusivas de mi experiencia, o de la suerte que he tenido de vivir todo lo que he vivido. Sobre todo, desde que tengo uso de razón; y vaya que hay oportunidades a diario, para percatarme que la razón es una de las herramientas que más se nos desarrolló en nuestra infancia durante el corto tiempo que muchos se nos capacitó en los diez años que transcurrió nuestra educación primaria y secundaria, en la Escuela Fundación Mier y Pesado de Coyoacán.
En nuestro caso, la generación que egresó de tercero de secundaria en el verano de 1981, sin que fuéramos del todo conscientes de ello, tuvimos una oportunidad de "garbanzo de a libra", que al correr de los años, ha materializado, para la inmensa mayoría de nosotros, una base de desempeño y aspiraciones que nos permiten, incluso, resaltar entre nuestros colegas de trabajo, en el vecindario donde habitamos, entre los grupos sociales que frecuentamos, y, en general, en el estilo de vida que hayamos decidido a lo largo de nuestras vidas.
No son pocos los excompañeros de esos años de escuela, que nos enteramos que ocupan puestos de dirección en empresas de todos los giros y tamaños, o que son emprendedores y se han convertido en fuentes de empleo para otras personas que requieren un sustento para sus familias. O de los que se han dedicado a la formación de nuevas generaciones de gente que estudia bajo las enseñanzas que, aunque quisieran, no pueden desprenderse, y replican los métodos de clases que tienen como objetivo primordial, la formación de personas de bien, de estudiantes y profesionales que contribuyan positivamente con esta sociedad que siempre, y mucho más ahora, necesitan de ciudadanos cabales.
En fin, mi reflexión de hoy, solo por el gusto de haber echado un vistazo a la memoria (mi memoria formativa), se encuentra con un halo de esperanza, ante la certeza de que este país, aún con todos los retos y desafíos que enfrenta, está destinado a salir más consciente de sus capacidades y fortalecido ante la adversidad.
Porque fuimos educados, mediante ejercicios diarios de alcance de metas y retos, que exigían de nosotros un compromiso con nosotros mismos. Que gracias a la visión de la familia Mier y Pesado, por un México mejor y más justo, creó una institución que ha brindado una mano de apoyo (que ha apalancado a miles de personas en sus años de apoyo, entre otras labores altruistas), para que hombres y mujeres de distintos entornos sociales, coincidamos en extender esa labor de cada día de nuestras vidas, replicando y multiplicando el efecto de fortaleza de nuestros propios hijos, y de la sociedad, por muchos años por venir.
Que Dios bendiga a la familia Mier y Pesado, a todos quienes hemos recibido su apoyo formativo y a nuestro país, que sea un campo fértil, para que esa labor de amor que trasciende generaciones, fructifique en una nación más justa, próspera y rica en amor fraterno y solidario.