Las novelas policiacas tienen un efecto balsámico, al
mismo tiempo es una reflexión que te trae del pasado al
presente y te dice que muchos de los males de los que
hoy hablamos tienen su origen en el pasado. De un
México autoritario, represivo, machista, chafa, donde la
justicia no existe.
Paco Ignacio Taibo II
Las buenas novelas policiacas, como las notables obras del cine negro, tienen en común que los delitos y los crímenes están estructurados en una urdimbre social, obscura, no fácil de desentrañar y menos de digerir. No son obras en el que al final vamos a dar con un culpable, que es encontrado, detenido, juzgado y sentenciado. En las obras del cine negro, el mal está mezclado entre los sujetos sociales, sin embargo, es elusivo, oculto, poderoso y con frecuencia inapresable.
El documental Las tres muertes de Marisela Escobedo (Pérez Osorio, C. México, 2020) estrenado en el mes de octubre en una plataforma de streaming ( la cual también es productora de este), se puede ver como una obra de literatura o cine negro, pero es tal la narración hiperrealista y dolorosa que en momentos no se cree lo que se cuenta. Es lamentable que relate una sucesión de hechos reales acontecidos en nuestro país.
La película, como instrumentos narrativos, recupera grabaciones de fiestas infantiles y bodas de la familia Escobedo en Ciudad Juárez, entrevistas a exfuncionarios, abogados, expertos en derecho y familiares de Marisela. Grabaciones de distintos lugares de la ciudad de Chihuahua y la ciudad fronteriza. El material incorpora las imágenes de las cruces de madera pintadas de rosa o las caminatas de familiares desesperados. Pero, como es esencial en este género, se va anticipando al recuperar la voz viva de la protagonista. Ella relata su historia: la llegada a Ciudad Juárez, el trabajo como enfermera y como pequeña empresaria dueña de una maderería. La creación de un hogar y la llegada de los hijos. Hasta ahí una vida normal. Pero en el Juárez de los feminicidios, desde la década de los noventa del siglo pasado, lo normal es otra cosa. Es la vulnerabilidad de las personas ante la generalización de la impunidad y el terrible daño irreparable, que como una sombra cayó sobre las jóvenes asesinadas volviéndose una epidemia. En este contexto, la vida de Marisela Escobedo Ortiz cambia con la primera muerte, la de su hija Rubí Marisela, perpetrada por su joven esposo Sergio Rafael, quién había sido empleado de la empresa familiar. Como muchas madres mexicanas, Marisela Escobedo, es una heroína contemporánea; tomará el destino en sus manos. Nada la detendrá, hasta no dar con el culpable, encontrarlo y hacerlo detener. Una mujer incontenible en el propósito que transforma su existencia.
Durante el juicio uno -como espectador- está seguro de que habrá un desenlace justo. Están los elementos indispensables para que eso suceda: una denuncia, la integración de una averiguación, el primer juicio oral en México, un asesino confeso. Pero por sorpresa el esposo y culpable es liberado, porque en esa ilógica forma que se tiene en el país de proceder en forma oscilatoria extrema, la confesión ( antes, con frecuencia, arrancada con violencia) a perdido valor para los jueces, según una modificación en la ley. Argumentan no tener evidencias ante un culpable que llevó al lugar en el que ocultó a su víctima a los peritos judiciales y luego pidió perdón a los familiares. La injusticia tiene muchos rostros en México, pero tal vez el más grave, es la forma y el fondo en que se aplica la ley. Marisela grita, se desespera, reclama y fallece en vida de impotencia por segunda vez.
La última parte del documental es narrada por su hijo. Como si esto no fuera suficiente, la valiente Marisela realiza marchas-caminatas-recorridos nacionales, persecuciones, denuncias, encara a los políticos, hace plantones en la noche de los tiempos del narcotráfico, frente al palacio de gobierno de Chihuahua. El desenlace, es predecible ante la impunidad reinante y sus nexos con la delincuencia organizada; vemos correr a la madre de Rubí y luego caer por tercera vez y para siempre ante las cámaras de seguridad siempre atentas. Los hijos entierran a su madre, mientras el crimen organizado les manda una última señal en el negocio familiar. Lo que les obliga a pedir refugio en los Estados Unidos.
La historia que se cuenta en este documental ya la habíamos leído, visto o escuchado. Fractal de una más de las muertas de Juárez; madre decidida que procede directamente en búsqueda de justicia; incorrecta aplicación de la ley; revictimización de los ofendidos. Hay que sumar ingredientes también conocidos por todos los mexicanos: corrupción, narcotráfico, gobiernos estatales coludidos mientras se enriquecen, fabricación de falsos culpables y muertes. El hallazgo del documental Las tres muertes de Marisela Escobedo, es que vemos el caso completo, junto, tejido palmo a palmo y no en piezas sueltas perdidas entre otras noticias. Es decir, al ser mínimo el periodismo de investigación en México, las noticias diarias, los acontecimientos, se presentan y consumen aislados, muchas veces por una sola vez, sin seguimiento; fragmentados, lejanos y escandalosos. El documental cubre esa ausencia al engarzar las historias sueltas, se vuelve una potente denuncia social. Tal vez, una forma dolorosa y artística de restablecer la memoria y la fallida justicia.