Me gustaría, dice el profesor cuando se quita la mascarilla y se lleva la cerveza a los labios, hacer eso que tú dices, Reverte: vivir en España como si fueras un inglés en Marruecos. Te juro que lo intento cada día, añade, pero no lo consigo. Me duele demasiado, como a ti, y el dolor se filtra por los resquicios de la coraza. Sufro por mis chicos, compréndelo. Sé que no es su culpa, aunque pronto también ellos serán culpables de sus vidas chatas y miserables. Al final, como tú mismo dices, casi cada cual termina mereciendo lo que es, aunque sean otros quienes lo hayan convertido en eso. Incluso acaba teniendo la cara y el aspecto que le corresponde.
Estoy cansado de luchar, ¿comprendes? La nueva reforma educativa de este Gobierno es la puntilla final, el descabello. Es ya el colmo del cinismo pseudopegagógico y de la palabrería vana del mismo equipo ideológico que vomitó la ley educativa LOGSE y empezó así el desguace de la educación en España. Transversales, dicen estos hijos de puta. Los conocimientos han de ser transversales. Por supuesto, la cultura clásica sí aparece, o aparenta hacerlo; pero diluida en una larguísima lista de optativas nacidas en la entrepierna de las consejerías correspondientes. Que mira tú quién las maneja.
Escucha lo que te digo. En mi centro de 1.200 alumnos, ni uno sólo estudia griego. Son analfabetos sensu stricto. En cuanto al latín, apenas hay 25 en bachillerato y 40 en la ESO. En mi ciudad, capital autonómica, llevamos doce años sin oposiciones para profesores de latín o griego, y los que seguimos en la brecha pasamos de los 50. A medida que nos jubilamos, las plazas no se cubren. La nación que dio tres emperadores a Roma, que alumbró a Séneca, Lucano, Marcial, Quintiliano e Isidoro de Sevilla desdeña el latín hasta amenazar su continuidad. En la patria que alumbró la Escuela de Traductores de Toledo y ayudó a difundir por la Europa culta los textos llegados de Alejandría, el griego deja de existir. Muy pronto, en esta España embrutecida nadie sabrá ver las reminiscencias virgilianas en Cervantes, la huella de Horacio en Manrique o Neruda, ni los referentes clásicos que, por instinto y formación, unos pocos escritores aún utilizáis de modo suicida en vuestras obras. Como tú mismo has recordado y escrito, nox atra cava circunvolat umbra. Arde Troya a nuestra espalda y ni siquiera sabemos ya qué significa eso.
Pídeme otra cerveza, por favor, que tengo la boca y el alma secas. Llevo treinta años en la enseñanza y con amargura compruebo que me equivoqué de ilusiones y oficio. A mis alumnos les importa un carajo quiénes fueron Ovidio, Homero y Sófocles. Y no los culpo. Mientras les llega el momento de convertirse también en verdugos, sólo son víctimas. Les hemos robado la educación. Y lo que es peor, les hemos robado incluso la necesidad de tenerla. El sentimiento de echarla de menos.
Escucha: en mi centro escolar, un alumno de 2º de bachillerato –el antiguo Preu o Cou– dijo que el Quijote lo había parido don Juan Manuel, y otro sostuvo en un examen que Jorge Manrique era autor del Cervantes. El curso pasado, por imperativo legal de estos mierdagogos que nos gobiernan, tuvimos que titular a un crío que en la primera evaluación tenía ¡sesenta y siete! faltas de ortografía en un solo examen. Hace una semana, el profesor de arte dijo que antes de empezar con el gótico iban a ver imágenes de la abadía de Cluny, y un alumno se asombró de que George Clooney sea tan famoso que le dediquen iglesias. Pregúntales sin embargo por Chochita, Kiko, Yoni o cualquiera de las pedorras y pedorros de la Isla de las Felaciones o Sálvame Boniato, la televisión basura que rompe niveles de audiencia, y recitarán sus biografías con pelos y señales.
Soy de izquierdas, amigo mío. Muy de izquierdas, y lo sabes. Pero esto no hay forma de salvarlo, te pongas donde te pongas. Tan analfabetos son unos como otros. Además, arrogantes y sin complejos. Hay necrosis irreversible del tejido cultural. En mi colegio tuvimos dos amagos recientes de denuncia: un padre nos acusó de enseñar pornografía a su hijo, por decirle lo que era un sátiro, y otro de fomentar la zoofilia al explicar a los chicos el rapto de Europa. Y cuando los profesores de lenguas clásicas nos quejamos con cartas y tuits de la actual situación, todavía hay idiotas pseudoprogresistas que nos responden, en textos llenos de faltas de ortografía, que el griego es una pérdida de tiempo y el latín cosa de curas y de élites con pasta, y que bien muertos están.
Así que dime cómo se hace, Reverte. Cuéntame, te lo ruego, cómo se consigue ser un inglés en Marruecos, y te juro que me apunto ahora mismo. Te compro la fórmula. Dime cómo conseguir que no duela tanto como duele. Sentirse ajeno, indiferente, a tanta desolación, tanta estupidez y tanta infamia.
Arturo Pérez Reverte, escritor español.