En artículos anteriores, hemos señalado la relevancia de la narrativa autobiográfica, la cual debemos considerar como una posible explicación de la vida presente de un individuo, basándose en su pasado, cuyo objetivo final es llegar a la reflexión para mejorar su vida profesional y personal: sin duda, se trata de una visión interpretacionista (opuesta en términos filosóficos a la certeza física). Dada la relevancia de la Educación, nos hemos enfocado, sobre todo, en la reflexión de la práctica docente.
Como tal, la información plasmada en los relatos autobiográficos de los docentes es valiosa, tan valiosa como el individuo mismo. Pero si queremos ir más allá ¿Cómo podríamos utilizar la inapreciable información que se obtiene de un relato autobiográfico en una investigación que pueda lograr mejoras o transformaciones en el ámbito educativo?
Considerar las narraciones autobiográficas como la materia prima de una investigación cualitativa, no es algo descabellado, sino un instrumento que se ha utilizado como una metodología no cuantitativa (la cual se basa en números y su tratamiento estadístico), sino en historias de vida que documentan la interacción con los individuos y su contexto, que derivan en investigaciones sociológicas (La escuela de Chicago). En palabras de Garay “se trata de la construcción de un testimonio de manera asistida, guiado por las interrogantes del entrevistador, en el cual se plasma de manera integral el proceso vital del entrevistado” (pág. 269).
Existen infinidad de textos famosos, que refieren las historias de vida como investigación cualitativa, aquí citamos solo algunos de ellos: La historia de Ishi el último aborigen americano, Los hijos de Sánchez y La joven generación polaca.
Los resultados de una investigación no son relevantes por sí mismos, sino que son fruto de la labor del investigador, él o ella es quien planea, ejecuta, analiza y concluye. Una investigación que parte de una narrativa autobiográfica supone un proceso de indagación (Martín 1995) que utiliza técnicas para recoger la información como la entrevista, pero sobre todo largos diálogos con el autor, para que el investigador pueda sensibilizarlo, tarea complicada, pues el primer paso para lograr que un individuo relate su vida, es ganarse su confianza y obtener un relato íntimo. Es el investigador quien realiza las conexiones con el medio externo, es decir, la contextualiza. La interacción investigador-investigado es indispensable para vencer la reticencia del individuo.
Un investigador que ha logrado la confianza de su interlocutor podrá tener horas de interesante charla, pero no debe olvidar el objetivo de su investigación, por ello tendrá que escuchar, analizar y ser capaz de estructurar las preguntas precisas que le permitan esclarecer los hechos narrados y obtener la información que requiere para su investigación. Así ocurre en la Unidad 095 de la UPN, donde los docentes-tutores conducen a los estudiantes sutilmente a narrar su historia de vida e irla entrelazando con su contexto, su experiencia y su práctica docente. Es en esta interacción donde el docente-tutor, deja de ser solo escucha y se convierte en investigador, por lo que ahonda en la historia de vida de su alumno, analiza el contexto y encamina con preguntas y precisiones para aclarar pasajes que parecían inexplicables y poco a poco se conviertan en explicables, con todo el trasfondo emocional que ello implica. Es decir, al ser escuchado o leído se reconoce el valor del sujeto y sus emociones se hacen más vívidas. Describimos la experiencia anterior pues es lo que hemos experimentado como docente-tutor y alumna de la maestría en Educación (UPN 095).
Ferrarotti (2011) describe el tratamiento que el investigador debe dar al relato “Así es como entro al texto de la historia de vida. Lo pueblo. Establezco con él una relación significativa en la cual ni mi identidad ni la alteridad del texto tienden a prevalecer. Leo con calma, y es así que del texto emergen las áreas problemáticas, ésas en las cuales el relato se mueve con más rapidez, los momentos de crisis se vuelven preciosos, epifánicos y reveladores...Es el vínculo entre texto y contexto lo que da la medida y el carácter de las áreas problemáticas y de los temas emergentes de una vida” (pág. 108).
El investigador debe incitar la memoria del individuo a recordar. Cuando no es fácil que lleguen los recuerdos, el investigador debe tener la habilidad para hacer que el individuo mediante un olor, un hecho histórico, “una música que se aleja para despertar y hacernos recordar una página entera de vida, a recrearla, evocándola, un “pasaje del alma”. O bien un rostro, una línea particular del horizonte, una fotografía” (Ferrarati; 2011; pág. 110) pueda recordar hechos de su vida y desbloquear su memoria.
La labor del investigador no termina con sólo obtener la información, aunque provocar los recuerdos haya sido una titánica tarea, sino que debe tener cuidado al relacionar el texto con el contexto, para ello debe tener un amplio conocimiento del medio en el que se mueve el narrador de la historia de vida y analizar todos los hechos narrados. El texto y el contexto tienen una relación simbiótica, es decir “que ni el texto ni el contexto se pueden reducir o anular uno al otro y que entre ellos no existe un nivel dominante de prioridad. El agente histórico es un individuo que hace ciertas cosas, toma o no ciertas decisiones, se mueve, transcurre su tiempo de vida. Y todo esto tiene sitio en un marco que, sin embargo, no es estático, sino reactivo, lo ayuda o lo bloquea, lo estimula o lo paraliza” (Ferrarotti; 2011; pág. 117).
Existen dos grandes afluentes respecto a la narración autobiográfica: la francesa y la inglesa. En la tradición francesa, el contar esa vida es parte del proceso de identidad personal y profesional, se remite a la formación de la personalidad y el impacto que tienen los primeros años en la vida adulta, como lo cristaliza de forma extraordinaria Marcel Proust en su obra maestra En busca del tiempo perdido (son célebres los pasajes del beso de buenas noches de su madre y, también, el del té y la magdalena). Al contar lo vivido, se reinterpreta el sentido de aquello que se ha vivido y se recobra el valor de la experiencia hasta recuperarla y revivirla, se recuperan las claves de decisiones individuales y de derroteros profesionales: se arroja luz a los momentos decisivos en la elección de una profesión. En ese sentido, la subjetividad se considera un atributo de la investigación. No se busca la representatividad de la estadística, se persigue la profundidad del testimonio. En la narración, se pueden seguir los hilos que tejen al sujeto social y como se urde su trama social.
Por otra parte, en la tradición inglesa, la narrativa autobiográfica posibilita otra mirada a los acontecimientos de la sociedad. No se trata de abordar la historia de la sociedad a partir de los fenómenos sociales más relevantes; por el contrario, se prefiere hurgar en la visión subjetiva de las grandes corrientes sociales. En la película Billy Elliot (2000), en el gran contexto de las huelgas de mineros en Inglaterra bajo la mano dura de la “Dama de Hierro”, Margaret Thatcher, lo que observamos es el surgimiento de un espíritu creativo que desea bailar y se enfrenta a un ambiente que no considera esa actividad como algo “masculino”. Sin importar el éxito musical, comercial, los conciertos y las fanáticas que los adoran, los Rolling Stones no alcanzan a sentirse satisfechos. Han alcanzado todos los indicadores convencionales de los triunfadores, están en lo más alto de la ola principal… pero, lo que es relevante es que están insatisfechos en su interior. La visión íntima y personalísima de un fenómeno social es lo que se destaca. El resultado de esa investigación permite obtener una condición subjetiva (y quizá irrepetible) que ilumina el momento sociocultural en que se desarrolla.
Un investigador obtiene de un relato de vida, no sólo los recuerdos del protagonista, sino sus relaciones: con otros individuos y con su realidad histórica. Es por ello, que consideramos a la narrativa autobiográfica como una de las herramientas más importantes para la Investigación cualitativa y reconocemos la importancia del investigador como artífice de esta.
Trabajos citados
Ferrarotti, F. (2011). Las Historias de vida como método. Acta Sociológica(56), 95-119.
Garay, G. D. (2016). Cuéntame tu vida. Historia oral: historia de vida. Secuencia, 259-273.
González-Monteagudo, J. (2007). Historias de vida y Teoría de la educación: tendiendo puentes. (U. d. Sevilla, Ed.) Encounters on Education, 8, 85-107.