En el año del centenario de la Secretaría de Educación Pública, el cartujo vuelve a las páginas de El desastre, donde José Vasconcelos repasa el origen de esta institución, creada por él con el apoyo del presidente Álvaro Obregón, quien le proporcionó los recursos para hacer posible su idea de transformar al país a través del conocimiento y la cultura, combatiendo el analfabetismo e impulsado la enseñanza del teatro, la pintura, la música y diversos oficios.
Para hacerlo se rodeó de grandes artistas e intelectuales, y de un ejército de normalistas encargado de construir escuelas y de enseñarle a los jóvenes de cada localidad “los rudimentos de la pedagogía”, preparándolos como maestros rurales. Es conmovedor leer el relato de aquellos días, imaginar el entusiasmo de quienes recorrían el país entero llevando “colecciones de clásicos y bibliotecas circulantes cargadas a lomo de mula por aldeas y villorrios”, el asombro de quienes recibían lecciones de artistas como Adolfo Best Maugard o escuchaban a la banda de su pueblo dirigida por músicos como Silvestre Revueltas.
Vasconcelos realizó el más grande esfuerzo educativo en la historia de México, mirando al futuro no rechazó las cosas buenas pasado, como las realizadas por Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en el porfiriato.
“En general —dice—, una de mis preocupaciones era recoger los hilos de lo que había dejado sin concluir Justo Sierra. Contrariaba así deliberadamente la táctica de todos los inútiles y los necios, que es deshacer, contradecir cuanto han hecho los predecesores”.
Para él, las grandes obras sociales son tarea de generaciones; sin embargo, con el ascenso de Calles los necios e inútiles se abocaron a desbaratar su proyecto y Vasconcelos fue duramente atacado, aunque tuvo la defensa de su enorme prestigio. Así ha sido casi siempre con el poder en México, no separa el grano de la paja y arrasa con todo pretendiendo, como dicen ahora, la transformación y purificación del país, aunque eso signifique atiborrarlo de ruinas, de los escombros de instituciones construidas durante décadas.
Publicado en Milenio 16.01.2021