César Labastida Esqueda se reincorporó a sus actividades docentes a distancia, en un frio enero del 2021. No le fueron suficientes las vacaciones de invierno. A pesar del encierro y que intentó desconectarse electrónicamente, empezó este periodo cansado (y fastidiado) de la computadora y de las múltiples claves de acceso que tuvo que recordar e ir memorizando o anotando para poder conectarse en las diferentes reuniones virtuales para impartir sus materias.
Y agotado también de las tareas previas y complementarias de la modalidad de trabajo a distancia: comprobar que haya luz en casa; esperar que el vecino no ponga a todo volumen la música de banda; rogar porque la gritona de los colchones no pase por la calle, mientras está conectado en clase con micrófono abierto; probar y confirmar que el internet no se caiga; incorporar a sus alumnos a la sesión, abrir y compartir presentaciones en pantalla, estar muy atento a sus alumnos virtuales y hasta tomar capturas de pantalla, para demostrar que hace todo eso.
—¡Qué tiempos aquellos en que bastaba tomar el borrador, gises y caminar hacía el salón de clases!— Dice Labastida para sí mismo, con añoranza.
Al encender la computadora y entrar en internet, el profesor César se ha enterado, gracias a que tiene como página predeterminada un buscador con las principales noticias del momento y de la temporada, que en octubre de este año la Secretaría de Educación Pública celebrará 100 años de existencia. Entonces, rememora con nostalgia —con la misma que extraña su salón de clases— una serie de imágenes del crecimiento y evolución de la historia de la educación en su país: la primera epopeya de llevar educación y cultura a todos los rincones del país y las misiones culturales; el híbrido pedagógico conocido como la educación socialista; el desarrollo de la infraestructura de las escuelas; el auge de las normales y la formación de docentes; los institutos de capacitación del magisterio; los libros de textos gratuitos; la primera llegada de la tecnología educativa; la adopción de un constructivismo a medias y, más recientemente, la lógica de una eficiencia gerencial y de competencias (rapaces). Muchos recuerdos llegan a su mente, sobre esos 100 años.
También viene a su memoria la agenda educativa pendiente en muchos ámbitos, y que él sigue diciendo que son emergentes: educación para la vida, géneros, cultura de la paz, educación ambiental, para el consumo responsable, para los grupos originarios y la diversidad. Y evoca también momentos oscuros de esa centuria, como los movimientos magisteriales, las represiones estudiantiles y, particularmente, la persecución e injurias al gremio docente en el pasado sexenio. César se queda pensando y escribe en su cuadernillo de notas:
“La Secretaría de Educación Pública logró hacer crecer la disposición de planteles y maestros en toda la geografía nacional, esto se volvió trampolín: una movilidad impresionante por décadas en el ascenso de los niveles de vida de la población. Pero también se volvió una trampa: a mayor crecimiento del sistema fue imposible brindar educación de calidad, útil, profunda, dialogada y transformadora. Se volvió un elefante reumático, pasivo y de andar vacilante.”
Movido por la curiosidad, el profesor César Labastida emprende una búsqueda por internet, a pesar de que le quedan veinte minutos para iniciar una clase. El maestro se pone a indagar cuántos secretarios de Educación Pública ha tenido el país, desde 1921. Encuentra rápido el dato: 42. Luego se pregunta cuántos secretarios han estado desde que él empezó su escolarización. Confirma el dato: 22. Poco más de la mitad de secretarios en educación han dirigido su paso por la escuela, tanto como estudiante y como docente. Y se formula una última pregunta: ¿cuántos de estos últimos secretarios prometieron mover al elefante?
Y con la pregunta planteada, el profe Labastida rememora aquellos dos años en que se desarrolló profesionalmente como orientador en una secundaria para trabajadores. Una escuela que era más bien un pre-reclusorio para adolescentes y adultos, abortados del sistema educativo nacional por mala conducta, falta de ingresos y por otras deserciones.
En esos dos años funestos, el orientador vio desfilar desde el viejo escritorio que le designaron para corregir a esa población estudiantil, hasta no menos de diez directores. Y todos esos personajes, sólo tuvieron en común que en su discurso de toma de posesión, decían que realizarían una junta académica inmediata, y expresaban muy orondos:
—¡Vengo a cambiar esta Secundaria, para que sea de excelencia!
El profesor César ya no piensa en esa escuela que nadie cambió, ni en esos directores que pasaron por ahí, sin pena ni gloria, con sus discursos vacíos y dictados por sus superiores; piensa, eso sí, en un sistema educativo de más de 30 millones de estudiantes y millón y medio de docentes. ¿Quién podrá realmente modificar y transformar la educación del país? ¿Quién podrá mover al “elefante”, incluso ahora en medio de una pandemia?
En la computadora, el profesor César Labastida recibe la notificación de que en cinco minutos inicia la sesión virtual. Aún no tiene respuestas, pero ya intuye algunas veredas por donde empezar la clase.