Día tras día, solo en una colina
El hombre de ridícula sonrisa permanece perfectamente inmóvil
Pero nadie quiere conocerlo
Ellos pueden ver en sus ojos que sólo es un tonto
Y él nunca responde
El tonto de la colina/ The Beatles
Las grandes decisiones no siempre vienen de los gobiernos en turno. Aquí y en China. Pensemos en el terremoto del 85, por ejemplo, y recuperemos las imágenes de un pueblo que fue por delante de la impericia, corrupción y burocracia gubernamental. El pueblo fue el héroe rescatando y auxiliando a su gente con mayor celeridad y eficiencia que los cuerpos institucionales.
Parece que no aprendimos nada. Quizá sea, también, que no les interesa porque siguen en su propio mundo; como El tonto de la colina, la célebre canción de los Beatles (aunque éste sí pensaba otras cosas, no era un tonto, realmente), Esteban Moctezuma se ensimisma y crea un mundo de fantasía para justificar que la SEP actuó con oportunidad y celeridad. Nada de eso. Aprende en Casa es una ficción gubernamental que intenta mostrar que, a pesar de la pandemia, la educación sigue adelante. No pasa nada. ¿En serio? Si el Secretario de Educación afirma que con las clases por televisión y el libro de texto los niños y jóvenes pueden obtener los mentados aprendizajes esperados (por lo demás, limitados, miopes, sin perspectiva), entonces, ¿para qué sirven los maestros? Para nada o, en el mejor de los casos, para obedecer disposiciones meramente administrativas y funcionales y parchar una llanta que está abierta por todos los lados. Una vergüenza que un secretario afirme eso. Los maestros son y serán los gestores de los procesos pedagógicos, los promotores de los aprendizajes, quienes le dan sentido, acompañamiento, traducción, dirección, adaptación a los distintos contextos y situaciones a los ricos y complejos procesos educativos.
Es cierto que es una situación de emergencia. Las cosas no podían hacerse de la misma manera que si no estuviéramos en la pandemia. Cierto. Entonces, ¿por qué conservar los propósitos, contenidos y aprendizajes esperados como si no hubiera pasado nada y, simplemente, transferir esos procesos a la exhibición de contenidos a través de un monitor y un expositor? ¿Qué interacción, cuál diálogo, dónde quedan los diversos contextos? Pareciera que no hay pandemia. De eso no se habla. No se aprovechan esos espacios para reflexionar un poco acerca de medidas preventivas, de los cuidados, de los riesgos, de la necesaria transición a nuevas formas de interactuar y de cuidarnos y cuidar la naturaleza. No, por la sencilla y arcaica comprensión de entender a la educación como ‘algo’ que debe ocurrir en un periodo de tiempo, en un curso, nivel o grado determinados para agotar los contenidos, del primero al último, sin mayor consideración. En esa lógica, estamos avanzando, los niños y jóvenes no pierden sus clases y sólo es necesario esperar a que aparezca la vacuna o se termine la pandemia.
Los maestros y maestras del país han hecho esfuerzos notables por adaptarse a las nuevas condiciones y, como siempre, son el sostén fundamental de los procesos educativos. Su imaginación, fortaleza y preparación, es lo que le confiere lo bueno a este experimento de la autoridad. Sujetos a la entrega de evidencias, al llenado de formatos, a las diversas condiciones de sus estudiantes y de ellos mismos tanto en sus espacios de casa, como en los dispositivos que se requieren para que esto funcione. Se eligió la televisión, porque una gran parte de la población no cuenta con internet. Pero, aun así, las famosas evidencias han de entregarse por correo, celular o determinada plataforma. Si antes ya sabíamos de las tremendas diferencias socioeconómicas de nuestros estudiantes, la pandemia se ha encargado de mostrar de manera amplificada esa desgracia. En todo caso, se hubiera hecho un acuerdo con el magnate de las telecomunicaciones, Carlos Slim, y demás empresarios para firmar un acuerdo de internet gratuito para profesores y estudiantes de escuelas públicas. Al menos así, habría un proceso de interacción, fundamental para el proceso educativo, situación que no ocurre a través de una pantalla de televisión. Si iban a gastar una millonada, y se iba a enriquecer a los empresarios de la televisión, al menos hubieran destinado más recursos, pero con mejor expectativa.
En la situación que se vive, la simulación gubernamental se convierte en carga administrativa para los maestros. Muchos alumnos no se conectan y muy poco le interesa a la autoridad saber qué es lo que está pasando. Están pasando muchas cosas. Hay que ir más allá de la exposición de contenidos por televisión, la acumulación de evidencias, la entrega de tareas y reportes. ¿Que no se puede hacer más ante una situación como la que estamos viviendo? Claro que se podrían hacer más cosas.
La primera, sería haber pensado que esta generación no podía seguir el mismo orden de cosas tal y como si no hubiera pasado nada. Me explico: hubiera sido mucho más contundente, ocupar este tiempo en fortalecer el sentido de pertenencia a la comunidad, la apreciación de la diversidad, el respeto a las distintas etnias, el disfrute de las artes, la lectura, las habilidades matemáticas fundamentales, el cuidado y aprecio por la vida y la naturaleza, la lucha contra la discriminación, la empatía, el valor del diálogo, el rescate del estado de derecho, el uso adecuado y ponderado de las redes sociales…y un largo y rico etcétera.
Eso se podría hacer, con la inducción, la difusión y la experiencia de miles de maestros y maestras a lo largo y ancho de la república. Eso sería, realmente, aprovechar el tiempo favorablemente para los estudiantes, Ésa no sería una simulación, sino una oportunidad para recuperar muchos de esos tópicos que tanta falta nos hace. No estarían conectados a aprendizajes esperados ni sujetos a evaluaciones o entrega de evidencias que no siempre corresponden a un avance real en beneficio de los estudiantes. Sería como un gran propedéutico que coadyuvara a superar muchas de las deficiencias y rezagos acumulados a lo largo de gestiones gubernamentales ocupadas en certificar, mostrar estadísticas a favor de eficiencia terminal o coberturas de la demanda, cuando sabemos que estamos a años luz de lo que debiéramos saber.
De esa manera, cuando haya pasado lo más fuerte de la pandemia, cuando, eventualmente, estemos en semáforo verde, estaríamos en condiciones de empezar los cursos. En abril, en mayo. Un año después. No importa, porque perdemos más con una simulación que intenta hacernos pensar que cuando se reanude, será cosa, simplemente, de retomar lo que aprendieron por televisión y la entrega de evidencias. Eso no sería perder un curso, significaría acarrear con deficiencias y lagunas terribles, por mucho tiempo. Si de por sí, estamos como estamos. No quiero estar, cuando esto ocurra, en el lugar de mis compañeros maestros de educación básica y que se paren frente a su grupo y digan: “Muy bien, vamos a continuar con el tema siguiente”. Mentira. Quien trabaje o haya trabajado como maestro, sabe que eso es una mentira, una gran ficción, propia del cine fantástico y no de la educación.
Ante el problema que se vive, no habrá nadie ni nada que salga indemne. De una u otra manera. No hay soluciones mágicas. Cierto. Pero, creo, estoy convencido, que hubiera sido más sensato aprovechar el tiempo de la crisis para fortalecer y recuperar, no los aprendizajes esperados, sino algunos de los elementos olvidados de una auténtica educación: que eso que se enseña y se aprende esté lleno de sentidos, de utilidad y que se convierta en insumos para una sociedad crítica, más justa, menos violenta, más abierta a dialogar y a aprender de todos y todas.
Gustavo Esteva
En estos meses peculiares mucha gente descubrió la incorregible naturaleza del régimen dominante. Busca ya otras formas de existencia social.
El capitalismo y su forma política se presentaron siempre como una forma deseable de vivir. Cuando el camino socialista pareció fracasado o perdió atractivo, en los años 80 y 90, la vía capitalista no sólo pareció deseable, sino única. Fukuyama se hizo famoso al proclamar el fin de la historia. Llegó a decir que el matrimonio del capitalismo con la democracia liberal era la culminación de la historia humana y ni siquiera podíamos imaginar algo mejor. Mucha gente lo creyó.
La idealización del capitalismo viene de muy atrás. No tiene rival la formulación de Marx, al describir en el Manifiesto del Partido Comunista las hazañas de la nueva clase dominante: “La burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas… Ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas”. Entre sus creaciones estaría el moderno estado representativo, que sería el consejo de administración de sus actividades.
Por buenas razones Marx nunca usó la palabra capitalismo. Se atuvo a las condiciones de su tiempo, para referirse sólo al modo capitalista de producción. En la actualidad, la sociedad entera, en todos sus aspectos, está moldeada por el capital. Hasta nuestros deseos más íntimos pueden estar determinados por él, que define el modo de vivir de la mayoría. Si bien los defectos de ese régimen fueron siempre evidentes para casi toda la gente, no le quitaban su magia, su atractivo; en general se consideraba que era posible corregirlos por medio de reformas en las que se empeñaba la lucha política.
Eso es lo que habría terminado para mucha gente en estos meses. Quedó claro que ese modo de vivir es insoportable. Que no hay manera de justificar las condiciones que impone a la mayoría. Si bien el confinamiento causó serias dificultades domésticas, como la violencia contra mujeres, niñas y niños, también es cierto que descubrió, para millones de personas, otra manera de vivir, otras experiencias de vida cotidiana, formas más gozosas y creativas de amar, de jugar, de comer, de vivir, de disfrutar la familia, que antes debían reservarse para los fines de semana o las vacaciones.
Al mismo tiempo, en la misma experiencia, se exhibió el carácter profundamente inmoral e irresponsable de las clases dominantes. Han estado circulando pruebas claras y contundentes de lo que todo mundo sospechaba: es ya imposible trazar una línea que distinga claramente el mundo del crimen del mundo de las instituciones.
Ayotzinapa sigue siendo detonador de una conciencia clara: no hay área o sector de la sociedad y el gobierno ajenas a conductas criminales. Al mismo tiempo, se ofrecen pruebas de lo que todo mundo sospechaba: la vinculación profunda entre los cárteles y los bancos, por ejemplo. Igualmente, se ha estado exhibiendo la voracidad criminal e irresponsable de la industria de la salud, que subordina a sus fines a un servicio médico que enferma y a un sistema de salud desmantelado.
Pocas cosas han hecho más evidente la naturaleza de ese régimen que su comportamiento en el área de la comida. Tiene ya carácter criminal el hecho de que los capitalistas produzcan alimentos que son causa de todo género de enfermedades y trastornos, y que al hacerlo destruyan el ambiente y contaminen todo a su paso. Es también criminal la forma en que generan los patrones de consumo de esos alimentos. Ha resultado impresionante la manera en que los responsables de esa actividad criminal se han dedicado a defenderla ante algunos tímidos avances legales contra la chatarra o para el etiquetado de los alimentos. El carácter obsceno y tramposo de sus argumentos quedó de pronto a la vista de todas y todos.
Nada de esto es novedad. Era una realidad conocida y reconocida, aunque no toda la gente la percibiera con claridad. Pero no se debilitaba por ello la creencia en las bondades del sistema, cuando no en su omnipotencia. Ni los hechos ni los argumentos habían logrado refutar esa creencia, formada y afirmada en un orden distinto al de la realidad. Y es ahí, en ese orden, donde la experiencia de estos meses habría logrado al fin socavarla y para muchísima gente desmantelarla.
Un número creciente de personas se une ahora a quienes buscan, más con las manos y el corazón que con la cabeza, una manera diferente de vivir, un mundo que no siga preso de esas condiciones inhumanas e insoportables. Crece la urgencia de detener el terricidio, que se sigue practicando con impunidad e insensatez. Se multiplican, sobre todo, hasta en los lugares más inesperados, iniciativas de quienes por estricta supervivencia o por un deber moral han decidido tomar un camino que hasta hace poco tiempo parecía impensable, un camino que va más allá del capitalismo.
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La jornada 5 de octubre 2020
El mundo no aguanta más, es decir, las sociedades y sus naturalezas. Las evidencias están a la vista con la confluencia de la pandemia del Covid-19, la crisis ecológica de escalas local, regional, nacional y global, la amenaza latente de una guerra nuclear, y la desigualdad social tocando su máximo nivel en la historia de la especie. Es obvio que se requiere una transformación radical en todos los ámbitos de la vida social, y la primera es aceptar que no estamos frente a un simple cambio económico, tecnológico o cultural, sino ante una transformación civilizatoria. Esto lo registramos hace casi tres décadas, y en este lapso se han acumulado las evidencias sin que hayamos avanzado mayormente en las vías para lograrla. Las rebeliones ciudadanas que se hacen cada vez más frecuentes e intensas son la demostración de un malestar colectivo que vislumbra o intuye ese cambio profundo, pero que no alcanza a concebirlo y menos a construirlo. Si hace una década el malestar ciudadano se hizo presente en los países del mundo árabe, en los últimos años alcanzó a Islandia, Hong Kong, Francia, España, Chile, Bolivia, Ecuador, etcétera, y en los últimos meses a Estados Unidos, Bielorrusia, Tailandia y otros. El problema es que estas protestas y resistencias se enfocan en objetivos parciales o secundarios y no llegan a detectar y reconocer las causas profundas de la crisis: la doble explotación, del trabajo de la naturaleza y del trabajo de los seres humanos, que una minoría de minorías realiza cada vez con más amplitud y encono. Se requiere entonces de una doble liberación y emancipación: ecológica y social. Deben, pues, surgir rebeliones ambientales, igualitarias, anticapitalistas, antipatriarcales y capaces de construir una sociedad sustentable y de reformular las relaciones entre los individuos, y entre éstos y la naturaleza.
Estamos, por tanto, en un fin de época, en la fase terminal de la civilización moderna, pero aún sin poder visualizar la que la sustituirá. Si se me permite una metáfora, es como estar en el circo y observar al trapecista en el preciso momento en que se encuentra soltando el trapecio sin haber cogido el otro, y con el vacío esperándolo abajo. He aquí que los intelectuales y teóricos de la emancipación no han realizado su trabajo, en buena medida porque siguen mirando al mundo con los mismos catalejos anticuados. Es decir, carecen de instrumentos a la altura de la complejidad del mundo actual. Esta limitante es la dimensión epistemológica de la propia crisis de civilización, y requiere de la superación de teorías y métodos que, enclavados en la larga tradición occidental, se han vuelto un estorbo. No hay solución moderna a la crisis de la modernidad, ha dicho Boaventura de Sousa Santos, mientras Albert Einstein asentó que no es posible solucionar los problemas con el mismo tipo de pensamiento con que fueron creados. Hay una cierta sequía intelectual en los teóricos de la liberación.
Termino de manera optimista, con un listado de temas que me parece deberían ser explorados como posibles fundamentos para la transformación civilizatoria. Provienen de numerosos casos exitosos de carácter local y regional, y de al menos dos experiencias de escala nacional: Bután y Bolivia. Son parte de mi agenda de estudio de los próximos meses y lo comparto como un adelanto de publicaciones futuras. Diez son los temas claves. 1. La re-aparición de la naturaleza como la actriz principal en todos los ámbitos, pero sobre todo en el mundo de la política, y consecuencia de lo anterior. 2. La restitución de la conciencia de especie en todos los ciudadanos. 3. La recuperación de la espiritualidad ( cooptada desde hace 2 mil años por los grandes monoteísmos). 4. El resurgimiento de la comunalidad, es decir, del instinto social o colectivo casi exterminado por la sociedad moderna dedicada a impulsar el individualismo y la competencia. 5. El empoderamiento de lo social frente al poder político (partidos y gobiernos) y al poder económico (empresas, corporaciones y mercados). 6. Gobernanza desde abajo, esto es, democracia radical o participativa y disolución total de la representativa o electoral. 7. Re-conquista de los territorios, es decir, las comunidades locales y municipales ejerciendo control sobre los procesos en el espacio. 8. Sustitución de las grandes empresas y corporaciones por cooperativas y empresas familiares y de pequeña escala (economía social y solidaria). 9. Politización de la ciencia y la tecnología y su cambio de orientación hacia el bienestar social. Todo ello debe re-orientar toda la acción humana (praxis) hacia: 10. La búsqueda del buen vivir (la felicidad), como lo han demostrado los pueblos indígenas, y desechar los dogmas modernos del desarrollo, el progreso y el crecimiento.
Argentina aprobó el 9 de octubre de 2020 la liberación comercial de trigo transgénico para su siembra y consumo. Es un evento de trigo que sus promotores presentan como tolerante a la sequía (una condición no demostrada) y evitan nombrar que también es tolerante al herbicida glufosinato de amonio, aún más tóxico que el conocido glifosato que la OMS declaró cancerígeno.
Es la primera vez en el mundo que se aprueba la liberación comercial de trigo transgénico, uno de los tres cereales básicos para la alimentación en todo el globo. A la luz de que Argentina es un gran productor y exportador de trigo y de que las trasnacionales actuando desde Argentina han sido como aplanadoras en el continente para imponer legal o ilegalmente cultivos transgénicos, esta resolución tiene implicaciones para todos y todas, no sólo en ese país, y requiere de nuestra urgente y masiva oposición (https://tinyurl.com/no-pan-ogm).
La siembra y consumo de este trigo significa una fase nueva y brutal de entrada en la alimentación humana, ya que hasta ahora la gran mayoría de los cultivos transgénicos se ha dedicado a forraje y usos industriales. Lamentablemente nos llegan de todos modos como componentes de muchos alimentos industriales procesados en forma de derivados de soja, jarabe de maíz de alta fructosa, aceite de canola, tortillas elaboradas con maíz importado, etcétera. Pero el trigo transgénico se dirige directamente a la alimentación humana mediante el consumo diario de panes, pastas, galletas y harinas. Ningún nivel de consumo de transgénicos ni de agrotóxicos es aceptable, en este caso significa, además, invadir una gran cantidad de productos de alimentación humana de alto consumo diario, con un porcentaje mucho más elevado de transgénicos y de residuos de un agrotóxico que se considera genotóxico, neurotóxico y teratogénico (que puede producir deformaciones en fetos), Lajmanovich et al (https://tinyurl.com/y59avlfd).
Monsanto intentó la siembra comercial de trigo transgénico en 2004, pero ante la fuerte reacción negativa de productores canadienses y estadunidenses, que consideraron que dañaría sus mercados, tuvo que retirarse. Trató de llevar la siembra a Sudáfrica, que gracias a la oposición de organizaciones sociales, también lo rechazó. No obstante, las empresas lograron seguir con siembras experimentales en Norteamérica, por lo que entre 2013 y 2019 se encontraron varios sitios de contaminación transgénica de trigo convencional en Canadá y Estados Unidos, lo cual motivó que países como Japón prohibieran temporalmente las importaciones. Esos eventos desmienten la falsa afirmación de la industria de que como el trigo se autofertiliza, no habría contaminación transgénica en campo. Se estima que la contaminación podría ser de uno a 14 por ciento. Pese a ello, México autorizó entre 2011 y 2018 al CIMMYT a plantar áreas experimentales de trigo transgénico en sus campos en Tlaltizapán, Morelos.
El evento de trigo ahora aprobado en Argentina, llamado HB4 (trigo IND-ØØ412-7) estaba en siembra experimental en ese país y en Uruguay. Fue parcialmente desarrollado por investigadores universitarios, que lo patentaron, pero inmediatamente lo licenciaron a la compañía privada argentina Bioceres, en la que Monsanto (ahora Bayer) tiene acciones y que tiene vínculos con Syngenta/ChemChina y con Dow (ahora Corteva).
Esta polémica decisión fue tomada en primera instancia por la Conabia, organismo que delibera en Argentina sobre los transgénicos, cuya integración se mantenía en secreto, hasta que se reveló que tiene una composición mayoritaria de empresas y multinacionales del negocio agrobiotecnológico. Como lo señaló el periodista Darío Aranda, son juez y parte, por lo que las decisiones siempre favorecen al agronegocio de transgénicos y agrotóxicos (https://tinyurl.com/conabia-aranda).
No obstante, debido a la resistencia de los sectores exportadores argentinos, el Ministerio de Agricultura condicionó la resolución a la aceptación de este trigo transgénico en Brasil, su principal importador. En ambos países existe oposición de sectores industriales que distribuyen y procesan trigo al trigo transgénico, porque saben que se contaminarán los granos y procesados, amenazando mercados de exportación/importación, junto al rechazo de los consumidores (https://tinyurl.com/y26g7puz y https://tinyurl.com/yy97ehf9).
Las muchas incertidumbres sobre la ingeniería genética de trigo y el fuerte aumento de la exposición a glufosinato en países cuya población está muy castigada por los graves impactos del uso masivo de agrotóxicos, que acompañan la siembra de transgénicos, motivó que expertos científicos de Argentina, Brasil y Uruguay expusieran los riesgos de este nuevo evento, según sus investigaciones, en una conferencia de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL, 21/10/20 https://tinyurl.com/uccsnal-trigo-ogm).
Organizaciones campesinas, redes, movimientos sociales, académicos y colectivos socioambientales de la región iniciaron una campaña contra la liberación de trigo transgénico, que expone de forma clara y resumida 20 razones por las que debemos parar esta resolución. Es importante para todo el continente apoyar la demanda, que se puede firmar en https://tinyurl.com/no-pan-ogm
Silvia Ribeiro Investigadora del Grupo ETC
El creador del “Atlas global de justicia ambiental” dice que América Latina tiene una gran oportunidad si replantea sus políticas y empieza a vivir de otra manera.
Joan Martínez Alier es catalán y conoce mucho mejor a Colombia de lo que cualquiera se imaginaría. Su larga trayectoria tratando de analizar cómo el medio ambiente ha creado nuevas dinámicas económicas, políticas y sociales lo ha llevado a indagar con profundidad sobre los procesos de América Latina. Por eso en sus conversaciones es usual que se remita a La Jagua de Ibirico o al río Magdalena.
Doctor en Economía y autor de La ecología de la economía, un clásico traducido a varios idiomas ha sido investigador del St. Antony’s College de Oxford y profesor visitante en la Universidad de Stanford, la de California y la de Yale. Y aunque su recorrido académico es amplio, para muchos su nombre empezó a sonar con fuerza en el país cuando presentó el Atlas global de justicia ambiental en 2014. En él, Colombia aparecía como la segunda nación con más conflictos ambientales.
Martínez Alier, que estuvo la semana pasada en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, celebrado en Medellín, explica por qué y analiza el panorama del país.
Un año después de haber lanzado el “Atlas”, ¿cuál ha sido el gran logro?
El Atlas ha servido para varias cosas. Una es evidenciar que en el 12% de los conflictos han muerto defensores ambientales. Aquí ese porcentaje es mucho mayor: del 30%. Y también ha servido para visibilizar un movimiento de justicia global y para averiguar cómo están operando las empresas extranjeras en otro territorio.
En ese mapa, Colombia aparecía como el segundo país con más conflictos ambientales. ¿Cuál es nuestra posición hoy?
Ahora hay muchos más conflictos ambientales en Brasil y en México. Colombia ocupa el tercer lugar, aunque Perú y Panamá también tienen serias problemáticas. Todo este asunto tiene que ver con la riqueza que tiene cada país. Y ustedes tienen mucho carbón y mucho oro.
Usted ha sido un impulsor de la ecología política. Háblenos un poco de esta corriente.
Ecología política es un movimiento, pero es también un campo de estudio académico. Lo crearon antropólogos en los años sesenta. Lo de político es porque estudiamos el poder, porque la ecología no es un tema apolítico o completamente técnico, como lo hacen ver. El ecólogo político holandés Rutiers Boelens tiene una metáfora que lo explica: dice que el agua no corre hacia abajo, sino hacia arriba, donde está el poder.
En Colombia estamos al borde de un probable posconflicto. ¿Cómo analiza nuestro futuro ambiental?
Hay muchos puntos que no se tocan. Y uno de ellos es el tema ambiental. No creo que la palabra posextractivismo haya sido mencionada en La Habana. Es posible que en las negociaciones con el Eln el tema salga a relucir con más facilidad. Pero por lo general, en América Latina la izquierda ha sido muy impermeable en el tema ambiental. Es una lástima. A pesar de tener muchos héroes de la justicia ambiental, la izquierda no los reconoce como suyos. Es lo que sucede con Evo Morales o con Rafael Correa o con Cristina Fernández. No me lo explico. Que a Santos no le gusten los ecologistas me parece normal. ¿Pero que ellos no los reconozcan?
Usted ha analizado a profundidad el ecologismo popular. ¿Qué papel están jugando esas pequeñas comunidades?
El ecologismo popular se ha fortalecido mucho. Se reconocen unos con otros y se ayudan. Como sucede con los activistas locales de La Jagua de Ibirico en Cesar. Sin embargo, América Latina está implementando políticas que le están haciendo mucho daño. El carbón es una de ellas. Son unas políticas absurdas económicamente, ahora que los precios han caído. Y ustedes o Ecuador decidieron exportar más para equilibrarse. Eso no es sensato.
El panorama no parece tan alentador…
A corto plazo no es esperanzador. Con los nuevos precios, la gran lección es que hay que vivir de otra manera. Plantear una economía acorde con las necesidades de la gente. ¿Para qué crecemos tanto si estamos destruyendo todo? Convencer de eso a la gente es muy difícil. Pero América Latina aún tiene una gran oportunidad. Hay efervescencia social, es un continente rico y no está tan poblado como Europa, Japón o India.
Usted ha sido un crítico del concepto de desarrollo sostenible. ¿Por qué?
Porque es como decir que usted puede crecer económicamente de una manera que sea ecológicamente sostenible. El crecimiento verde y el desarrollo sostenible son una contradicción. No puede haber un crecimiento económico que sea verde. Es falsamente verde. La economía actual se basa en más petróleo, más carbón, más palma, más cobre... Hablar de desarrollo sostenible es engañar a la gente.
¿Y cuál es su posición frente al pago por servicios ambientales?
Es un reduccionismo monetario que puede resultar en una política contraproducente. Es como si tuviéramos que pagarle a la gente del páramo para que se porte bien. Los estamos acostumbrando a que les tenemos que pagar. Se está mercantilizando una relación, y cuando eso sucede se pierde la lógica de la obligación moral.
El despiadado asesinato de Óscar Eyraud Adams, indígena kumiai, defensor del agua y la cultura, cometido hace unos días en Tecate, Baja California, viene a sumarse al de otros 152 ambientalistas ultimados en México de 1995 a la fecha. Hoy, ser defensor ambiental en el terreno donde ocurren los conflictos es una empresa sumamente peligrosa. Las agresiones a los defensores de la naturaleza son ya un fenómeno mundial, según documenta la organización Global Witness, que se ocupa de este asunto a escala planetaria y publica un recuento cada año. Entre 2002 y 2013 la cifra de personas asesinadas por proteger el ambiente fue de 908. Hacia 2017 fueron privados de la vida 207 defensores, para 2018 otros 165 y otros 212 en 2019. Hasta 40 por ciento pertenecían a alguna cultura indígena. Tres cuartas partes de los asesinatos ocurrieron en América Latina y los países con mayor número son Brasil, seguido de Colombia, Filipinas, Honduras, México y China (www.globalwitness.org).
En México, las agresiones y asesinatos contra los ambientalistas han aumentado al igual que contra las mujeres, los periodistas y los que defienden los derechos humanos. Esto lo sabemos por innumerables reportes, los tres informes preparados por el Centro de Derecho Ambiental (Cemda) en 2014, 2015 y 2018 y, especialmente, por la minuciosa investigación realizada desde la UNAM por Lucía Velázquez, Pablo Alarcón-Chaires y Diana Manrique titulada Defensores ambientales y derechos humanos en México, de próxima publicación. Según ese estudio, entre 1995 y 2019 ocurrieron 500 agresiones a activistas y líderes ambientales, de las cuales unas 150 acabaron con la vida de los agredidos. Se trata fundamentalmente de ecologistas rurales, de habitantes de regiones y comunidades campesinas e indígenas, que al defender sus territorios se enfrentan a poderosos intereses: mineras, cerveceras, talamontes, agronegocios, empresas turísticas y eólicas, pero también a proyectos gubernamentales, como presas, carreteras, hidroeléctricas, gasoductos y pozos petroleros. La defensa de bosques, selvas, manantiales, ríos, lagunas y manglares es también una tarea de alto riesgo.
Los estados con el mayor número de agresiones y asesinatos son Guerrero, Oaxaca y Michoacán. Registradas en el tiempo, las agresiones se multiplicaron por 15 entre 2010 y 2015, y los asesinatos se incrementaron a través de los sexenios, pasando de 23 (Ernesto Zedillo) a 35 (Felipe Calderón) y 65 (Enrique Peña Nieto). Los 18 ambientalistas asesinados bajo el gobierno actual no anuncian ningún cambio.
Resulta imposible hacer un recuento de este panorama terrible. Sólo para refrescar la memoria de lo acaecido diremos que dos de los colectivos más agredidos han sido la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, y las comunidades que se han opuesto a la presa de La Parota con 13 asesinados, ambos en Guerrero. Por su parte las compañías mineras han perpetrado 55 agresiones contra quienes se oponen a sus proyectos, incluyendo una docena de defensores asesinados. Destacan también las agresiones relacionadas con presas, acueductos y proyectos hidráulicos e hidroeléctricos en 20 puntos del país, como El Zapotillo, en Jalisco, y el Proyecto Integral Morelos, un gasoducto que cruza Tlaxcala, Puebla y Morelos, y donde fue asesinado el destacado dirigente Samir Flores. Sobresalen además los casos de Mario Luna Romero y de Fernando Jiménez Gutiérrez, líderes de la comunidad indígena yaqui en Sonora, quienes encabezaban una campaña para detener la construcción del Acueducto Independencia. Por último, destacan los casos de Homero Gómez González y Raúl Hernández Romero, defensores de la mariposa monarca y de los bosques en el estado de Michoacán, ultimados en 2020.
Detrás de cada agresión y del nombre de cada ambientalista masacrado hay una injusticia descomunal, un acto prepotente, un inmenso dolor individual y colectivo, y especialmente una deuda de la sociedad entera. Hay al menos tres acciones para comenzar a compensar estas tragedias. Es urgente que el Estado adopte un mecanismo de seguimiento de los conflictos ambientales y ofrezca protección a los ciudadanos y colectivos amenazados o agredidos. Se debe igualmente honrar la memoria de cada ambientalista caído mediante la fundación de un espacio público (memorial) que dé fe de lo acontecido en cada batalla por la defensa de la vida. Finalmente, México debe ratificar, a través del Senado, el llamado Acuerdo de Escazú, un tratado aprobado por 24 países de América Latina y el Caribe en marzo de 2018 y promulgado para garantizar el derecho de los ciudadanos a luchar por un ambiente sano y en equilibrio.
En abril de 2019, la falta de lluvia calificó a ocho de los 17 municipios de Tabasco de sequía extrema: Centla, Centro, Cunduacán, Jalapa, Jonuta, Macuspana, Paraíso y Tenosique. Sólo 7 por ciento de su territorio no la tuvo, lo que conllevó pérdidas en el agro y restricciones en el uso del agua por su escasez. Este 2020 los muy afectados por la sequía fueron Yucatán, Quintana Roo y Campeche. Pero llegaron los frentes fríos, la tormenta tropical Gamma y el huracán Delta.
No existe aún una evaluación de los daños que dejó este último en la Península de Yucatán, los estados del Golfo de México y Chiapas, pero las intensas lluvias afectaron muchas poblaciones y servicios. En Tabasco a 600 mil personas (la cuarta parte de sus habitantes) con daños severos en la economía y la infraestructura pública y privada.
Desde hace tiempo en dicha entidad la naturaleza descarga todo su poder vía huracanes. Y muy buena parte de los daños que causan se deben a cómo el ser humano trata al ambiente. Del camino hacia las tragedias dio cuenta en 1982 Alejandro Toledo Ocampo en su clásico Cómo destruir el paraíso. Lo publicó la Editorial Océano y el Centro de Ecodesarrollo. Allí describe las causas del desastre ecológico del sureste: tala de selvas milenarias para fincar una ganadería extensiva; obras públicas mal concebidas y realizadas; eliminación de estuarios; sobrexplotación de recursos pesqueros y de yacimientos minerales, como el petróleo y el azufre.
Tabasco nuevamente está inundado. El drenaje de Villahermosa no pudo absorber toda el agua de las lluvias. Y eso pese a obras para encauzarla hacia el mar. Como la compuerta del Macayo, sobre el río Mezcalapa, que desvía parte del cauce en las grandes avenidas hacia el Samaria. También se abrieron cinco cauces de alivio sobre el río Grijalva a fin de evitar inundaciones en esa ciudad. Fueron inútiles y afectaron a Cunduacán, Nacajuca y Jalpa de Méndez.
Se trata de soluciones parciales, pues se requiere, entre otras cosas, dotar a Villahermosa de un drenaje adecuado, lo que exige inversiones cuantiosas imposibles ahora con la baja del petróleo y la pandemia. No está de más recordar que en varias ocasiones anuncié aquí las tragedias que asolarían Tabasco por obras públicas mal ejecutadas, especulación de terrenos para crear colonias y centros comerciales de lujo en áreas frágiles por ser los cauces naturales del agua.
Así ocurrió con la peor de los últimos 70 años, en octubre-noviembre de 2007. Afectó a más de un millón de personas; miles de familias quedaron aisladas en sus viviendas con graves dificultades para obtener fármacos, agua potable y alimentos. En un mensaje a la nación, el presidente Felipe Calderón prometió actuar para evitar otra tragedia. Mintió. Gobernaba la entidad Andrés Granier, modelo de corrupción.
Sumemos otro factor: el manejo de las hidroeléctricas, como Peñitas. El presidente López Obrador visitará pronto Tabasco para tomar medidas a fin de que nunca más se vuelva a inundar. Sostiene que ello no sólo se debe a las lluvias, si no al mal manejo de las presas, pues no generan energía para no hacerle competencia a las particulares. Así se llenan las presas de agua y cuando hay huracanes las tienen que desaguar y viene la inundación.
En Tabasco y Veracruz surgió hace 3 mil años la civilización olmeca, una de las mayores de Mesoamérica. De ella persisten objetos y construcciones misteriosas, un acopio de monumentales esculturas talladas en roca traída de lejos, los asbestos de edificios desfigurados y raídos por los siglos. Muy poco se sabe de los hombres que la crearon y cuya herencia material la admiran ahora en París gracias a una magna exposición.
Pero sí sabemos que supieron adaptarse y aprovechar los bienes que le brindaba la naturaleza, conviviendo con ella. Supieron que Tabasco era el reino del agua y el verde de las selvas con sus prodigiosos frutos. Como cantó el poeta Carlos Pellicer más agua que tierra. Un lugar donde la tierra vive a merced del agua que sube y baja.
Pero un falso concepto de desarrollo y modernidad, destruyó la herencia ecológica de los olmecas. Igual la de quienes poblaron el valle de México y manejaron sabiamente el agua. Llegaron los españoles y la vieron como plaga. Hoy los habitantes de la otrora región más transparente del aire, o los del sureste, sufrimos la consecuencias. Y muy especialmente, como es habitual, los más pobres
La nueva encíclica del Papa Francisco, firmada sobre la sepultura de Francisco de Asís, en la ciudad de Asís, el día 3 de octubre, será un marco en la doctrina social de la Iglesia. Es amplia y detallada en su temática, buscando siempre sumar valores, hasta del liberalismo que él critica fuertemente. Ciertamente va a ser analizada en detalle por cristianos y no cristianos pues se dirige a todas las personas de buena voluntad.
Resaltaré en este espacio lo que considero innovador respecto al magisterio anterior de los Papas.
En primer lugar tiene que quedar claro que el Papa presenta una alternativa paradigmática a nuestra forma de habitar la Casa Común, sometida a muchas amenazas. Hace una descripción de las “sombras densas”, que equivalen, como él mismo afirmó en varios pronunciamientos, “a una tercera guerra mundial por partes”.
Actualmente no hay un proyecto común para la humanidad (n.18), pero un hilo conductor pasa por toda la encíclica: «la conciencia de que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos» (nº 32). Este es el proyecto nuevo, expresado en estas palabras: Entrego esta encíclica social como una humilde contribución a la reflexión para que frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a los otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social (nº 6).
Debemos comprender bien esta alternativa. Venimos y estamos todavía dentro de un paradigma que está en la base de la modernidad. Es antropocéntrico. Es el reino del dominus: el ser humano como dueño y señor de la naturaleza y de la Tierra, que sólo tienen sentido en la medida en que se ordenan a él. Cambió la faz de la Tierra, trajo muchos beneficios pero también creó un principio de autodestrucción. Es el actual impasse de las “densas sombras”. Frente a esta visión del mundo, la encíclica Fratelli tutti propone un nuevo paradigma: el del frater, el hermano, el de la fraternidad universal y la amistad social. Desplaza el centro: de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida. Esta es la intención original del Papa. En este viraje está nuestra salvación; superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar de rumbo.
Para eso necesitamos alimentar la esperanza. El Papa dice: «Os invito a la esperanza que nos habla de una realidad arraigada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y de los condicionamientos históricos en que vive» (nº 55). Aquí resuena el principio esperanza, que es más que la virtud de la esperanza, es un principio, un motor interior para proyectar nuevos sueños y visiones, tan bien formulado por Ernst Bloch. Destaca «la afirmación de que los seres humanos somos hermanos y hermanas, que no es una abstracción sino que se hace carne y se concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones» (nº 128). Como se deduce, se trata de un nuevo rumbo, de un viraje paradigmático.
¿Por dónde empezar? Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los movimientos sociales: «No esperéis nada de arriba porque siempre viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos». Por eso sugiere: Es posible comenzar desde abajo, desde cada uno de nosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo (nº 78). El Papa sugiere lo que hoy es la punta de la discusión ecológica: trabajar la región, el biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad y la humanización de las comunidades y articula lo local con lo universal (nº 147).
Tiene largas reflexiones sobre la economía y la política, pero subraya: «la política no debe someterse a la economía y la economía no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia» (nº 177). Hace una contundente crítica al mercado: «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, como único camino para resolver los problemas sociales» (nº 168). La globalización nos hizo más cercanos pero no más hermanos (nº 12). Crea sólo socios pero no hermanos (nº 102).
De la mano de la parábola del buen samaritano, hace un análisis riguroso de los diversos personajes que entran en escena y los aplica a la economía política, culminando con la pregunta: «¿con quién te identificas (con el herido del camino, con el sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano, despreciado por los judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y decisiva. ¿A cuál de ellos te pareces?» (nº 64). El buen samaritano se convierte en modelo del amor social y político (nº 66).
El nuevo paradigma de fraternidad y amor social se despliega en el amor en su concretización pública, en el cuidado de los más frágiles, en la cultura del encuentro y del diálogo, en la política como ternura y amabilidad.
En cuanto a la cultura del encuentro, se toma la libertad de citar al poeta brasileño Vinicius de Moraes en su Samba da Bênção en el disco Encuentro en Al bon Gourmet de 1962 donde dice: La vida es el arte del encuentro aunque haya tantos desencuentros en la vida (nº 215). La política no se reduce a la disputa por el poder y a la división de poderes. Afirma de manera sorprendente: Incluso en la política hay lugar para el amor con ternura: a los más pequeños, a los más débiles, a los más pobres; ellos deben enternecernos y tienen el 'derecho' de llenar nuestra alma y nuestro corazón; sí, son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta manera (nº 194). Se pregunta qué es la ternura y responde: es el amor que se hace cercano y concreto; es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos (nº 196). Esto nos recuerda la frase de Gandhi, una de las inspiraciones del Papa, junto con San Francisco, Luther King, Desmond Tutu: la política es un gesto de amor al pueblo, el cuidado de las cosas comunes.
Junto con la ternura viene la amabilidad que nosotros traduciríamos por gentileza, recordando al profeta Gentileza que en las calles de Río de Janeiro proclamaba a todos los que pasaban: Gentileza genera gentileza y Dios es gentileza, muy al estilo de San Francisco. Define así la amabilidad: un estado de ánimo que no es áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que sostiene y conforta. La persona que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más llevadera su existencia (nº 223). Este es un desafío para los políticos, hecho también a los obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura.
La solidaridad es uno de los fundamentos de lo humano y lo social. Se expresa concretamente en el servicio que puede adoptar formas muy diferentes y asumir para sí mismo el peso de los demás; es en gran medida cuidar de la fragilidad humana (nº 115). Esta solidaridad demostró estar ausente y sólo después ser eficaz en la lucha contra la Covid-19. Impide que la humanidad se bifurque entre mi mundo y los otros, ellos, ya que muchos dejan de ser considerados seres humanos con una dignidad inalienable, y pasan a ser sólo 'ellos' (nº 27). Y concluye con un gran deseo: Ojalá que al final ya no estén 'los otros' sino sólo 'nosotros' (nº 35).
Para ese desafío de dar cuerpo al sueño de una fraternidad universal y de amor social convoca a todas las religiones, pues ellas ofrecen una valiosa contribución en la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad (nº 271).
Al final evoca la figura del hermanito de Jesús, Charles de Foucauld, que en el desierto del norte de África junto a la población musulmana quería ser definitivamente el hermano universal (nº 287). El Papa Francisco observa: Sólo identificándose con los más pequeños llegó a ser hermano de todos; que Dios inspire este sueño en cada uno de nosotros. Amén (nº 288).
Estamos ante un hombre, el Papa Francisco, que, siguiendo a su fuente inspiradora, Francisco de Asís se ha convertido también en un hombre universal, acogiendo a todos e identificándose con los más vulnerables e invisibles de nuestro cruel e inhumano mundo. Él suscita la esperanza de que podemos y debemos alimentar el sueño de la fraternidad sin fronteras y del amor universal.
Él ha hecho su parte. Nos corresponde a nosotros no dejar que ese sueño sea sólo un sueño, sino el principio fundamental de una nueva forma de vivir juntos, como hermanos y hermanas más la naturaleza, en la misma Casa Común. ¿Tendremos el tiempo y la sabiduría para dar este salto? Seguramente las densas sombras continuarán, pero tenemos una lámpara en esta encíclica de esperanza del Papa Francisco. No disipa todas las sombras, pero es suficiente para vislumbrar el camino a ser recorrido por todos.
El papa Mario Bergoglio ha labrado un importante legado en materia social con la presentación de su tercera encíclica Fartelli tutti ( Hermanos todos). La nueva encíclica es secuela y complemento de Laudato si, sobre el cuidado de la casa común (2015). Francisco recopila y ordena planeamientos que había escrito y pronunciado en diferentes momentos de sus más de siete años de pontificado. Francisco refresca la tradición cristiana en materia social y rejuvenece la manera en que la doctrina social de la Iglesia debe incidir en la realidad. Desde la fraternidad, permite mirar el mundo con esperanza y admite la posibilidad de soñar, Francisco plantea: Soñemos como una única humanidad, como caminantes, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos.
Leonardo Boff recoge de manera muy bella la esencia de la nueva encíclica: Francisco invita pasar de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida. Esta es la intención original del Papa. En este viraje está nuestra salvación; superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar de rumbo.
Francisco es severo al evaluar la sociedad contemporánea. Reclama que la política no debe someterse a la economía ni la economía a la tecnocracia. Vuelve a desmarcarse del neoliberalismo y formula la frase quizá que más ruido ha causado en medios: El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, como único camino para resolver los problemas sociales.
El impacto de Fratelli tutti ha sido diverso. En términos de la teoría de la recepción, los enfoques y modelos de descodificación están marcados por las posturas ideológicas y religiosas previas. Los sectores progresistas seculares y religiosos la celebran como un regalo de Francisco, mientras los conservadores, en especial católicos, la desaprueban. Geográficamente las objeciones se concentran mayoritariamente en Europa y en Estados Unidos. Por ejemplo, monseñor Carlo Maria Viganò, ex nuncio en Washington, vanguardia de los católicos estadunidenses conservadores, fue muy punzante contra el Papa: “En una lectura superficial del texto de la encíclica Fratelli, todo el mundo podría creer que fue escrito por un masón, no por el Vicario de Cristo. Todo en él está inspirado en un deísmo vago y en un filantropismo que no tiene nada de católico”. Otros cuestionan la trascendentalidad de la encíclica. Como Ettore Gotti Tedeschi, ex banquero del Vaticano: “El Papa actual usa la doctrina social de la Iglesia de manera ideológica. La perspectiva trascendente ha desaparecido y sólo tenemos la dimensión horizontal, sin la vertical. Tanto es así que, si uno lee a Fratelli tutti sin conocer al autor, al final se puede deducir que fue escrito por algún think tank de la ONU”. Se le critica a Francisco abrazar ideologías ecologicistas, igualitaristas, animismo amazónico, migrantismo, que se alejan de la tradición. Sin embargo, les preocupa su actitud calificada de antisistémica frente al neoliberalismo y a la economía de mercado. Esto agotó la paciencia de muchos conservadores que creen ver en Francisco un nuevo Tomás Moro. Recordemos su libro Utopía, de 1516, imagina un mundo en que la propiedad privada está abolida, los ciudadanos no tienen bienes ni dinero, todo se comparte. Las preguntas son obligadas: ¿Francisco es anticapitalista? ¿El papa argentino es, por tanto, filocomunista? La respuesta más contundente es la siguiente: el papa Francisco es católico.
La doctrina o pensamiento social de la Iglesia tiene sus raíces en la Edad Media, en la filosofía neoclásica de Santo Tomás de Aquino, quien definió hace 800 años el concepto del destino universal de los bienes. Sin embargo, toma forma en el siglo XIX como respuesta a la conformación de las grandes ideologías modernas liberales, socialistas, anarquistas y comunistas en Europa. Tiene su primer gran momento en 1891 con la encíclica Rerum novarum, de León XIII, que reprueba radicalmente la condición obrera bajo la Revolución Industrial y el liberalismo burgués. También pone en tela de juicio las ideas socialistas entre los sindicatos de la época. La Iglesia construye un corpus propio, la posición de los católicos pasa del refugio, de la defensiva y condena sistemática de los valores modernos, expresados particularmente en el Syllabus, de Pío IX (1864), hacia el contraataque: la reconquista apostólica de la sociedad. Si la modernidad y sus nuevas instituciones habían creado una contra-Iglesia, los católicos aspiraron a construir una contra-sociedad católica alternativa. La Iglesia libra batallas de dimensiones tripolares: catolicismo contra liberalismo, catolicismo contra el socialismo y catolicismo contra la modernidad. El mismo criterio se puede aplicar a Juan Pablo II, activista polaco infatigable contra el comunismo. Una vez que se derrumba el sistema socialista, en su encíclica Centesimus annus (1991) arremete contra la dictadura del mercado y sus excesos hedonistas. El capitalismo sería aceptable –escribió–, si el comportamiento del mercado tuviera una orientación humanista.
En esta tradición Francisco recupera la fraternidad, muy liberal y masónica, y desde el cristianismo la resignifica, en tiempos de pandemia, para proponer una nueva civilización posneoliberal sustentada en la dignidad humana y en armonía con la naturaleza. Exhorta a las Iglesias y a los cristianos a construir estructuras sociales alternativas sustentadas en la fraternidad solidaria.
“La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”.
Samba de la bendición de Vinicius de Moraes citada por el Papa Francisco.
El Papa Francisco firmó este sábado su tercera encíclica: Fratelli tutti – Todos hermanos– en el mismo pueblo de San Francisco de Asís, y desde ese pueblecito de Italia, su mensaje interpela fuertemente a los mexicanos por las situaciones que vivimos.
El Papa vuelve una vez más a sorprender y a provocar, especialmente a los poderosos, pues desde la fidelidad del Evangelio, y a partir de la tradición más clásica del cristianismo, reafirma los límites del derecho a la propiedad, la idea de que la política no debe someterse a la economía, al mismo tiempo que consagra los derechos de los pobres, los de los migrantes, e incluso los llamados por politólogos, garantías civiles de tercera generación: los derechos de los pueblos. Claramente establece: la inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Hay que proteger el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso. ( FT 126)
A pesar de la diversidad de temas que aborda en sus 287 numerales, el hilo conductor de todo el documento es la amistad social expresada en el diálogo y en una cultura de encuentro; y a pesar de que está dirigido a todos los hombres y mujeres de buena voluntad –no sólo creyentes–, uno de los destinatarios principales de esta encíclica son los dirigentes políticos, a quienes una vez más convoca a rehabilitar la política ( FT 180). Es a los políticos a quienes hace un llamado abrumador para abrir las puertas frente a un mundo que se está cerrando, a transformar una cultura del enfrentamiento por una cultura de encuentro, a recuperar la pasión compartida por la comunidad, a pasar de los otros, al nosotros, a buscar juntos la verdad en el diálogo, en la conversación reposada o incluso en la discusión apasionada; a preocuparse de la fragilidad de los pueblos y las personas.
A pesar de que la encíclica –como lo señala el Papa Francisco– se empezó a elaborar varios meses antes de la pandemia, sus palabras tienen un sentido de oportunidad impresionante: “hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Así, la política ya no es una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de mercadotecnia que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. El debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación ( FT 15). Pareciera que Francisco describe el lamentable debate presidencial de Estados Unidos ocurrido hace tan sólo unos días o las manifestaciones de movimientos extremistas y polarizadores de nuestra convivencia cívica como el que el día de ayer arribó al Zócalo de la Ciudad de México.
Merecen una reflexión posterior todas las secciones que dedica a profundizar y reivindicar la idea del pueblo, de liderazgos y movimientos auténticamente populares. A ellos los describe como poetas sociales que superan la idea de políticas hacia los pobres, por políticas con los pobres, de los pobres y desde los pobres, respetando así el protagonismo que deben tener en la definición misma de los proyectos de nación.
La misma elaboración de este documento es una muestra de la cultura de encuentro y diálogo a la que invita, pues comienza explícitamente señalando que fue el encuentro con el gran imán Al-Tayyeb, máxima autoridad del mundo musulmán, lo que lo movió a escribir esta encíclica, al mismo tiempo concluye destacando que en el testimonio de tres líderes no católicos como Desmond Tutu, Luther King y Gandhi, junto a Carlos de Foucauld y Francisco de Asís quienes han sido sus fuentes de motivación para publicarlo.
Es un texto que muestra, en su propia elaboración, un camino dialógico a partir de la escucha de las realidades locales enriqueciéndose de la contribución de las iglesias locales, pues cita en 12 ocasiones conferencias episcopales locales de todos los continentes: desde el Congo o Sudáfrica hasta Colombia o Estados Unidos, pasando por Corea, India, Francia, Portugal o Croacia; al mismo tiempo continua el pensamiento de sus antecesores (es llamativo que los papas que más cite sean Benedicto XVI, en 22 ocasiones, y Juan Pablo II, 15 veces).
Este texto dará mucho que hablar en los próximos días por lo pertinente, necesario y, al mismo tiempo, revolucionario en sus planteamientos. Invitamos a leer a este Papa latinoamericano que conoce muy bien nuestra cultura y por ello escribe pensando desde las periferias, desde el corazón del pueblo, desde la realidad de los marginados y de quienes han sido muchas veces descartados en el tablero político mundial. Los invitamos a dejarse interpelar y provocar por los planteamientos de este líder latinoamericano.
José Antonio Rosas es Asesor de la Escuela Social del Consejo Episcopal Latinoamericano
¿En qué conferencia matutina se escucharon las siguientes expresiones?
“La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos.
“Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que ‘nacen nuevas pobrezas’. Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual.
“Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada, y sus derechos fundamentales ignorados o violados.
“El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia.
“No se debería ignorar ingenuamente que ‘la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca’. El ‘sálvese quien pueda’ se traducirá rápidamente en el ‘todos contra todos’, y eso será peor que una pandemia.
“También ‘hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra’.
“Algunos países exitosos desde el punto de vista económico son presentados como modelos culturales para los países poco desarrollados, en lugar de procurar que cada uno crezca con su estilo propio, para que desarrolle sus capacidades de innovar desde los valores de su cultura.
“El individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común.
“El derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que ‘quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos’.
“Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra ‘pueblo’, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de ‘pueblo’ es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente.
“El neoliberalismo se reproduce a sí mismo, sin más, acudiendo al mágico derrame o goteo… el dogma neoliberal es un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente.
“La política no debe someterse al paradigma eficientista de la tecnocracia.
“El perdón no implica olvido.
“A partir del amor social es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados”.
Citas tomadas de la nueva encíclica papal, Fratelli tutti, en su presentación matutina dominical del pasado domingo 4 de octubre, en el Vaticano, considerada ya la carta solemne más social del papa Francisco.
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@RicardoMonrealA
Milenio, 6 de octubre 2020