¿Adónde van los desaparecidos?
Busca en el agua y en los matorrales.
¿Y por qué es que se desaparecen?
Porque no todos somos iguales.
¿Y cuándo vuelve el desaparecido?
Cada vez que los trae el pensamiento.
¿Cómo se le habla al desaparecido?
Con la emoción apretando por dentro.

Rubén Blades

Hay varios flagelos sociales que atacan y laceran simultáneamente a nuestro país con una ferocidad sin precedentes: la violencia generada por la desigualdad, la impunidad y el narcotráfico; las morbilidades de las enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes, el cáncer o la hipertensión; los efectos de la pandemia del Covid -19, en número de muertos, contagios y factores económicos; y los desaparecidos. Algunos de estos fenómenos están estrechamente relacionados con lo que hace de ellos un fenómeno de tal potencia que no parece  tener solución.

Según el recorte de la periodización histórica o la fuente oficial o no gubernamental,  los datos de los desaparecidos en México oscilan de 73 mil individuos que no han sido hallados, ni ellos ni sus cuerpos, o algún rastro desde 1964, como asegura la Subsecretaría de Gobernación (Encinas, A, 2021); hasta casi 100,000, como lo aseguró recientemente el periódico New York Times. Esto no es una cifra menor.

Sin señas particulares (Valadez, F. México, 2020) es una cinta que no puede contar la terrible historia, absoluta y total, de todos los desaparecidos en nuestro país. Nadie lo podría hacer. Pero esta película nos narra, eso sí, una sola historia: la de Magdalena que observa salir a su muy joven hijo, acompañado de su amigo, con rumbo a la frontera norte, para no verlo regresar. Después de algún tiempo y de la nula comunicación con los muchachos, inicia el periplo de búsqueda por hospitales, cárceles y anfiteatros. En este último, a la madre agobiada le muestran fotos de personas e imágenes de objetos para que identifique a su familiar. Las autoridades están más preocupadas por cerrar los casos con firmas de reconocimiento , que en resolver el problema.

Magdalena no se detiene, como una más de las inmensas madres mexicanas, tiene que saber la verdad y emprende el viaje hacia el norte en busca de certezas sobre su hijo. Es un camino lleno de violencia, de sitios tomados o quemados; falsos retenes; de amenazas constantes y mensajes que la persuaden de abandonar la búsqueda. Ella sufre el peligro constantemente.

La única pista que tiene la mujer es el autobús en el que los jóvenes se subieron. A veces perdida, otras confundida, en el trayecto conocerá a Miguel, un joven que regresa a su pueblo, luego de ser deportado por Estados Unidos, sólo para encontrar abandono y soledad. Magdalena y Miguel se harán amigos desde la  empatía que logran  aquellos seres que están al margen y en la desolación. El joven deportado ayudará a la madre desconsolada para localizar a un informante clave, que permitirá reconstruir lo que ocurrió con el autobús extraviado. El desenlace exhibe la inconcebible situación de violencia, dolor, incertidumbre y sufrimiento que, desde hace décadas, estamos viviendo en nuestro país. El infierno apropiándose de una nación.

Ganadora de premios en los festivales cinematográficos de Morelia, Sundance, San Sebastián (2020) y ganadora de 9 premios Ariel – de 16 nominaciones- en el 2021, Sin señas particulares es una película dolorosa e indispensable, en la que la verdad desborda la ficción y parece no necesitar al documental pormenorizado para narrar una gran herida social. La cinta es una suerte de fractal que resume desde una inmensa realización, actuación, guion y fotografía una atroz realidad actual. Es imposible no salir herido de esta película, que te va golpeando en cada giro hasta dejarte noqueado de certezas, que no se cuentan en las cifras de los desaparecidos.